lunes, 9 de marzo de 2009

A LA ESCUCHA DEL MAESTRO.





Ponte a sus pies para escucharlo con atención.



“Este es mi Hijo muy querido, escúchenlo”

Mc. 9, 7
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Camino hacia Jerusalén, en la mitad del camino, Jesús lleva consigo a Pedro, Santiago y Juan a una montaña y delante de ellos se transfiguró. Su aspecto cambió tan radicalmente que los apóstoles quedaron impresionados y estupefactos ante tamaño episodio. La reacción de Pedro, no demora un instante: ¡Qué bien estamos aquí!, llega a decir. Seguramente sería nuestra misma reacción si tuviéramos la gracia de un éxtasis de esa magnitud. Pero no, el Señor le dice a los apóstoles que deben volver a la llanura, regresar a la realidad para seguir profundizando el camino del discipulado y que lo visto y vivido es una sinopsis de lo que será el fin del camino: la vida transformada y liberada para siempre, una vida transfigurada y resplandeciente y que el camino continúa hasta llegar a la cruz y por ella a la vida.

Mientras los apóstoles eran testigos de la Transfiguración de su Maestro, una voz sale de lo alto asegurando que Jesús es el Hijo Amado a quien se le debe ESCUCHAR. En este contexto, me parece altamente importante que en este tiempo de Cuaresma y en cualquier circunstancia de nuestra vida, sepamos conjugar de continuo el verbo escuchar como una dinámica permanente de nuestra vida cristiana.

¿Escuchar, a quién?

La respuesta pareciera obvia, pero no lo es tanto. Hoy hay muchas “voces” que alzan su voz y quieren ser escuchadas. Desde un periodista de “farándula”, pasando por el político de turno, o el “maestro espiritual” de moda, o el autor de libros de relajación, pasando por predicadores callejeros o ideologías envolventes y seductoras, desean hacer llegar su voz a todos los que ávidamente andan buscando sendas atractivas o novedosas para caminar. Pero no todas las voces tienen el mismo peso ni la misma importancia y profundidad. Por eso, es legítimo que nos preguntemos, ¿a quién escuchar HOY para alcanzar certeza y plenitud?

No me canso de señalar que Jesús es la Palabra salvadora que HOY debemos saber escuchar con esmero y decisión. Escuchar para atender a su voz y dejarnos guiar por ella. Escuchar para obedecer y así llegar a la fe.

¡ESCUCHENLO! Nos repetía la voz que salía de la nube mientras Jesús se transfiguraba delante de los apóstoles.

¡Escucha de continuo a Jesús!. ¿Dónde escucharlo?, nos preguntamos. Pues bien, escúchalo en su Palabra que interpela y siempre es actual y nueva. Escúchalo en la voz de los Pastores que quieren acompañar el caminar de su pueblo, la voz de aquellos pastores que están dispuestos a dar la vida por sus ovejas. Escúchalo en tu corazón, ahí donde late más fuerte por las vivencias de cada día. Escúchalo en el santuario de tu conciencia, que de tanto en tanto, te recuerda (como esas chicharras que llevan los buses para anunciar el exceso de velocidad) lo que tienes que hacer, lo que tienes que dejar, aquello que debes asumir y vivir.

Escucha a Jesús más profundamente hoy día. Y pregúntale, ¿qué quieres de mí, Señor? ¿Qué me quieres decir HOY a mi vida?

Aprendamos a escuchar, como Abrahám, como María que escuchó al ángel, como Pablo que se convierte camino a Damasco y que escuchó decir: Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues? (Hech. 9,4).

Y lo mejor será que vayas a tu pieza (a tu corazón), cierres la puerta (es decir, que te abstraigas de todo aquello que te pueda distraer) y te pongas a ESCUCHAR a Jesús, el Hijo muy querido del Padre.

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