jueves, 11 de febrero de 2010

EN LA ORILLA DEL LAGO



"Navega mar adentro, y echen las redes"

Lc. 5, 4



Los apóstoles se habían pasado toda la noche pescando y el resultado había sido adverso, nada que contar a pesar del intenso trajín. Todos los esfuerzos humanos habían sido inútiles y los resultados paupérrimos. Sin duda, se había apoderado en Simón, Santiago y Juan la frustración y el pesimismo.

Pero la aparición de Jesús hizo variar rotundamente el resultado de su labor. Ahora navegando mar adentro y echando las redes por mandato y en nombre del Señor, la pesca se hace abundante ante el asombro de esos hombres que pasaban así de la frustración al asombro y la esperanza.

Este hecho que nos relata el evangelio de Lucas, es sintomático de la labor evangelizadora a la cual estamos llamados todos quienes, de alguna u otro forma, hemos sido tocados por el llamado del Señor a ser “pescadores de hombres”. Es la gracia de Dios, su Palabra y su Nombre, lo que le dará poderío y fuerza a la acción evangelizadora en cuanto que será el mismo Maestro quien hará que dicha tarea tenga un buen fin.

Cuando hoy día en niveles de gestión gubernamental, empresarial o profesional se habla de excelencia y eficiencia, colocando el acento en la capacidad del ser humano, es cuando queda con meridiana claridad que en la “gestión” evangelizadora a la cual nos llama Jesús, como un día a Simón, Santiago y Juan, todo buen fruto tendrá que ver con la capacidad de “echar las redes” en nombre de Jesús. Es su gracia, el fundamento principal, como lo atestigua el mismo Pablo cuando nos dice, a un nivel de testimonio vocacional, que “por la gracia de Dios soy lo que soy y su gracia no fue estéril en mí, sino que yo he trabajado más que todos ellos, aunque no he sido yo, sino la gracia de Dios que está conmigo” (1Cor 15, 10).

De eso se trata, unir la gracia de Dios con el esfuerzo –por cierto incansable- del ser humano para que la obra de Dios vaya realizándose en el corazón de los seres humanos. Con el sólo esfuerzo humano, es bien poco lo que podemos lograr, pero echando las redes en el nombre del Señor, entonces será posible cambiar la realidad y provocar aquellas transformaciones que todos anhelamos y que por cierto no la darán la sola excelencia o eficiencia meramente humana.

En la orilla del lago de Genesaret se transitó desde la frustración y el cansancio hacia la plenitud y la esperanza. Todo esto cuando irrumpió en la vida de esos hombres simples la presencia de Jesús.

También hoy a la orilla del lago, nos espera Jesús para llamarnos a remar mar adentro y echar las redes en su Nombre. Con su gracia y nuestro esfuerzo perfectamente integrados, podremos ser “pescadores de hombres” y optimizar los esfuerzos evangelizadores que en este tiempo la Iglesia ha de desarrollar en el corazón del mundo.