lunes, 31 de diciembre de 2012

NAVIDAD HOY



 

 “…encontrarán a un niño recién nacido envuelto en pañales y acostado en un pesebre”
 
Lc. 2,12

 

La Navidad con el tiempo se ha ido desdibujando y es una palabra más que circula por el mundo que ha perdido su sentido originario. El mundo se ha apoderado de ella hasta tal punto que la ha hecho consistir en una fiesta más bien banal o al menos muy marcada por aspectos periféricos (regalos, cenas, sentimientos …) que poco o nada tendrían que ver con la experiencia de Belén y el Pesebre.
 
Para recuperar el sentido primero de la Navidad, deberíamos hacer la travesía de miles de kilómetros para ir a contemplar a un Dios Niño en el silencio y la contemplación. Habría que callar por un rato y ver con los ojos de la fe el impacto que ha de suponer para el corazón humano que el mismo Dios haya elegido nacer en el seno de un hogar, al amparo de una madre y un padre. Un Dios que no tuvo quien lo recibiera y fue a parar al lugar de los marginados y excluidos.
 
La Navidad es la fiesta de los creyentes, la fiesta de los que creen que Jesús es la Palabra de Dios que se hizo carne y estableció su morada en medio de la humanidad. Es la fiesta donde caemos en la cuenta que Dios se “hace cultura”, “se hace historia”, “se llena de humanidad” para venir a compartir nuestra suerte. “Se hace humano” para dignificar al infinito al hombre en su vocación última que no es otra que hacerse “divino”.
 
Recuperar el sentido último de la Navidad, nos debería suponer a los cristianos hacer algunas experiencias fundamentales, como por ejemplo:
 
Hacer la experiencia de la pequeñez: Dios se hizo pequeño, frágil, menor. Volver a ser niños para hacer la experiencia de la fragilidad, de sentirnos vulnerables, necesitados de cobijamiento y de sentir aquellos brazos que se abren y te abrazan y te sostienen. Esta experiencia nos previene de actitudes de soberbia, ensimismamiento y ostentación tan arraigadas en el corazón de aquel que ha depositado toda su confianza en sí mismo. Somos pequeños, somos apenas una molécula en el mundo. Si Dios es Niño, cuanto más nosotros vamos a hacer esta experiencia de sabernos esencialmente pequeños lo cual, por lo demás, nos llevará a valorar y respetar a todos nuestros prójimos en su vulnerabilidad y fragilidad.
 
Hacer la experiencia de ser humanos: Dios Niño asumió nuestra condición humana en toda su expresión, salvo en el pecado. Se hizo humano. Desde esta perspectiva, celebrar la Navidad puede ser la oportunidad para replantearnos seriamente el cómo estamos viviendo. Se trataría de humanizar nuestra vida, vivir la vida a escala humana. De repente el inmediatismo, la eficiencia, el productivismo, nos hace deshumanizar nuestra vida. La búsqueda de resultados, de logros, de títulos, en fin, todo aquello que tiene que ver con concebir la vida como un hacer cosas, nos ha llevado a despersonalizarnos, ser incapaces de vivir tiempos gratuitos, ensanchar el corazón para escucharnos, mostrar nuestro interior y sentarnos en el sillón de los recuerdos para hacer memoria de la vida vivida. Ser humanos, es tener un corazón grande, misericordioso y cálido.
 
Hacer la experiencia del DON y el REGALO: Dios Niño se hizo entrega total para los suyos. Toda su vida fue eso. La prueba más sublime la encontramos en la cruz. En el Pesebre aparece un Niño que se nos regala desde su debilidad para que los seres humanos caminemos con sentido de vida. En esta Navidad, podríamos hacer la experiencia de la donación. Dar cosas cuesta poco, entregarse uno mismo es mucho más valedero y definitivo. Entregar tiempo, entregar una mirada, unos oídos atentos para escuchar. Entregarte tú con tus talentos y virtudes, detenerse para ver al que está caído y estirar la mano para levantarlo. Sé tu mismo un DON, un REGALO para los tuyos y el mundo entero.
 
Y ahora vamos al Pesebre …. para contemplar.

viernes, 14 de diciembre de 2012

¿QUE DEBO HACER?


 
Juan Bautista, el último de los profetas, el Precursor del Señor, está predicando al pueblo la Buena Noticia, recorriendo toda la región del río Jordán, anunciando un bautismo de conversión para el perdón de los pecados (él mismo dirá más adelante que el Mesías bautizará en Espíritu Santo y en el fuego.
 
Ante la profundidad y convicción de su predicación (potenciada, sin duda, por su testimonio y austeridad de vida), quienes les escuchan se comienzan a preguntar: ¿Qué debemos hacer entonces?, dando a entender que la predicación y la Palabra no sólo ha de ser escuchada y proclamada, sino que al mismo tiempo, debe provocar en el oyente una real confrontación con su vida cotidiana y con la demanda que ésta lleva consigo para todo aquel que de manera sincera y honesta se quiera ver confrontado con la Palabra de Dios.
 
En el texto de este tercer domingo de adviento, aparecen tres tipos de personas que se hacen esta misma pregunta, la gente en general, publicanos que se habían venido a bautizar y también unos soldados. Para cada grupo de personas,  Juan les señala un camino concreto de conversión de vida. “El que tenga dos túnicas, dé una al que no tiene; y el que tenga qué comer, haga otro tanto”. A los publicanos les exhorta a no exigir más de lo estipulado y a los soldados a no extorsionar a nadie, a no hacer falsas denuncias y a contentarse con su sueldo. Aspectos concretos y prácticos, por lo mismo medibles y fácilmente verificables.
 
Juan Bautista no les pide que se queden en el desierto haciendo penitencia, ni les habla de nuevos preceptos, no se pierde en teorías sublimes, ni en motivaciones profundas, más bien, va a la vida concreta y esa en esa dirección que va su exhortación. Se trata de mirar al necesitado, como referente de nuestra vivencia cristiana. Ni más ni menos.
 
Se trata de abrir los ojos para ver la realidad de todos aquellos que deambulan por nuestra sociedad buscando un espacio, aturdidos en el consumismo, faltos de esperanzas y confundidos en el miedo, el pesimismo o la indiferencia.
 
El llamado a la conversión de Juan es también nuestro propio llamado a iniciar una vida nueva. ¡Es posible hacer un camino diferente! No todo está dicho en la vida de un ser humano, si nos abrimos a la fe, a la gracia de Dios y a la esperanza de que algo nuevo puede nacer, es posible levantarse de nuevo para construir una existencia plasmada y orientada por la oferta de salvación que Dios trae a su pueblo en la persona de Jesús.
 
Muchas veces nos sentimos ya hechos y derrotados. Nos cansamos, no queremos caminar, quizás porque lo hemos intentado y hemos caído nuevamente en lo mismo. Hemos sido prisioneros de nuestra incoherencia que nos paraliza y nos hace bajar los brazos.
 
Con todo, te invito a seguir luchando. A creer nuevamente en un nuevo amanecer para tu vida. Nunca es tarde para comenzar cuando el corazón se abre a la oferta de Dios.
 
Nunca es tarde para volver a decir: ¿Qué tenemos que hacer?, que es como decir, hacia dónde debo orientar mi vida, para dónde he de caminar. ¿Qué opciones nuevas debería asumir? En concreto, qué hacer para hacer un giro positivo en la vida.
 
Pongámonos en el camino, escuchando al profeta que nos habla desde el desierto como vocero del Mesías.

jueves, 15 de noviembre de 2012

CANTIDAD VERSUS CALIDAD




 
“… esta pobre viuda ha puesto más que cualquiera
de los otros …”

 
 
 
Mc. 12, 43
 

Unos daban limosna abundante, los ricos, pero de aquello que les sobraba. Otra, una mujer viuda, pobre, dio dos monedas de cobre, exactamente lo que necesitaba para vivir. Aquellos, se movieron en las apariencias y lo superfluo, ésta, comprometió su existencia y se entregó ella misma. Jesús, que sabe mirar el corazón y no las apariencias, emitió su juicio. Esa pobre viuda, ha dado más, mucho más que los ricos que colocaban sumas importantes en la limosna, dice Jesús, por cuanto esta mujer  no sólo dio algo material, sino al entrega todo lo que necesitaba para vivir hablaba de un compromiso fundamental de entrega y generosidad que ponía, incluso en tela de juicio su propia sobrevivencia.

Mirado así, este episodio bíblico, uno más por lo demás, nos muestra la paradoja del Evangelio, en que normalmente más es menos y menos es más, es decir, en que la cantidad, lo externo, no tiene nada que ver con la calidad y lo interior que, en palabras de Jesús, apunta a lo nuclear y central del Evangelio. Es el nuevo paradigma y la nueva exigencia del Maestro: comprometer la vida, jugarse la existencia y vivir en una dinámica de entrega permanente de lo que uno es como persona.

Este texto bíblico en su sencillez y elocuencia viene a ser muy actual para la vida que llevamos. Es una exigencia que nos toca desde cerca y es una página que urge re-crearla de acuerdo a las circunstancias y contextos que cada cual le toque vivir. Como es una palabra interpeladora, desafiante y paradojal (los que dan más, dan menos y los que dan menos, dan más), necesitamos de continuo ir a la escuela de Jesús y sentarnos a sus pies para que el Maestro nos siga enseñando y formando.

Ir a la escuela de Jesús, porque de continuo nuestra mentalidad es diametralmente opuesta al Evangelio. A veces por influencia de la misma sociedad y en otras ocasiones por nuestra propia ideología o forma de pensar, tenemos ojos muy distintos para ver y aquilatar lo que sucede a nuestro alrededor. Jesús tenía los ojos  puestos en aquellos que dejaban su limosna en el Templo, pero El no sólo miraba la externalidad del gesto, sino el espíritu con el cual cada uno entregaba su limosna.

¿Cómo hacernos partícipes del gesto de la viuda pobre y vivirlo cada día?

Es una pregunta que iremos resolviendo con el paso de los años y en la medida que vayamos bebiendo de manera sosegada el sentido del Evangelio. Seguramente tendremos que dejarnos interpelar más fuertemente por esta Palabra para saber aquilatar en su justa dimensión, que el Señor pide de nosotros la VIDA, toda la existencia, entregada en la cotidianidad de nuestros actos, por sencillos que sean, dando cuenta que más vale la calidad de lo que hacemos, cuanto la cantidad de lo que podamos entregar.

Una vida que se entrega, vale más que vivir inmersos en una cultura del egoísmo. Esa fue la lógica de esa pobre viuda que el Señor pone a nuestros ojos como paradigma de una vida vivida en clave cristiana y evangélica.

lunes, 29 de octubre de 2012

QUIERO VER





“Jesús le preguntó: ¿Qué quieres que te haga?
El ciego respondió:

Maestro, que yo vea”


Mc. 10,51



Este sería un día especial para el ciego Bartimeo. Sería su gran día, su gran oportunidad. Quizás la primera, la última y la única oportunidad que este ciego sabrá aprovechar de muy buena forma.



Jesús va caminando hacia Jerusalén. En este camino se había encontrado con un hombre rico que le había preguntado por la vida eterna. Igualmente, había escuchado la petición de Santiago y Juan que pedían puestos de privilegios cuando él estuviera en su gloria. Ahora, es el turno de un ciego.



¿De quién hablamos?



Pues, de un hombre que pedía limosna tendido a la orilla del camino. Hablamos de un pobre, de un indigente, de un hombre limitado, necesitado, con evidentes carencias. Seguramente había pasado muchos años en esta condición de limosnero, de alguien marginado.



Se trata de un hombre que no puede ver: no sólo no veía objetos, físicamente hablando, era una persona que no podía ver más allá, no podía alzar la vista al cielo. De este ciego estamos hablando.



¿Qué hace el ciego?



Advertido del paso de Jesús por el camino (llama la atención como había agudizado la capacidad de saber escuchar), el ciego se pone a gritar de manera ensordecedora a Jesús: ¡Jesús, Hijo de David, ten compasión de mí! Es el grito de la fe. El grito de un hombre que sabe que esta es SU oportunidad para comenzar algo nuevo en su vida. Si no grita ahora, no será nunca más.



Su grito no hace más que poner en evidencia su indigencia profunda, por eso pide misericordia y compasión. Y su grito no queda sin ser escuchado. Jesús que siempre escucha el grito de los pequeños no se hace el sordo y lo manda llamar.



Al momento del llamado el ciego hace tres gestos importantes: arroja el manto (un gesto de desprendimiento, es lo único que tiene); da un salto (un gesto de confianza total, inaudito ver a un ciego saltando) y va donde Jesús (haciendo un gesto de credibilidad en la palabra de Jesús).



Preguntado por Jesús sobre lo que desea de él, el ciego le dice: Maestro, que yo vea. Y el ciego, por el poder liberador de Jesús, deja atrás su ceguera y se pone en camino para seguir con el Maestro hasta Jerusalén, siendo, así, quizás, el último discípulo en ser llamado por el Señor.



El ciego que había creído, le confiaba su vida, su ser, su despojo, su abandono y marginalidad al paso liberador de Jesús. Es la actitud de nosotros que, advertidos de nuestra ceguera, hemos de pedir con insistencia que se nos abran los ojos para ver distinto y mejor.



Necesitamos que nuestros ojos se nos abran de manera total para dejar atrás todo atisbo de miopía por la que podamos estar pasando. Miopes, o sencillamente ciegos como estamos, necesitamos adquirir una mirada distinta que no sea otra que la misma mirada del Señor Jesús. Y la mirada del Evangelio.



Aprovechemos esta nuestra oportunidad, como el ciego. Puede que sea la primera, la última o quizás la única oportunidad en que podamos decir: MAESTRO, QUE VEA.




miércoles, 17 de octubre de 2012

ALGO TE FALTA: VENDE TODO



“Jesús lo miró, sintió cariño por él y le dijo: Sólo te falta una cosa:


… Vende todo lo que tienes…”




Mc. 10, 21




Un hombre (no pareciera ser precisamente un joven, como muchas veces se ha insinuado) se acerca a Jesús para preguntarle por la vida eterna. Qué hacer para heredarla?, era su pregunta.




Después de caer en la cuenta que esta persona había cumplido desde joven los mandamientos de la Ley, Jesús le dice “algo te falta” “vende todo”, “entrega tus bienes a los pobres y luego ven y sígueme”. Este hombre se sintió golpeado, dice el Evangelio, porque tenía muchos bienes. Al final, se marchó muy triste.




Un hermoso texto que nos permite mirar nuestra vida respecto del seguimiento de Jesús y de la libertad que tenemos para enfrentar el desafío de seguirlo como discípulos de él.




Preguntar por la vida eterna, para algunos supone algo no menor, que da cuenta de una persona bien enfocada y que tiene una mirada trascendente de su vida. Podríamos decir, alguien que tiene un vuelo alto y que pone sus ojos en lo último y más definitivo. Era el caso de este hombre que nos relata el evangelio.




Para otros la pregunta por la vida eterna, daría cuenta de un hombre ajeno a la realidad temporal, que no ha podido conjugar que la vida eterna en el fondo tiene que ver con las opciones y estilos que se lleven en la vida de cada día y no haciendo abstracción de ella. Es el caso del hombre del evangelio que en definitiva se marcha triste ante la imposibilidad de despojarse de las riquezas que poseía.




A veces nos puede ocurrir que siendo muy religiosos, viviendo ciertos simbolismos de esta especie de una forma permanente, yendo de continuo al templo, “cumpliendo” meticulosamente las observancias religiosas, nuestro corazón se quede “fuera” y no se produzca la conversión que el Señor espera de nosotros. Esta persona tenía todavía su corazón apegado al dinero, aun cuando en la práctica era una persona rigurosa en el cumplimiento de los mandamientos.




Trayendo este episodio a nuestra vida, ¿creemos que Jesús nos diría hoy día ALGO TE FALTA para ser verdadero cristiano, discípulo mío? ¿Qué debería vender, enajenar, dejar, para crecer en libertad y situarme en el grupo de los que se van detrás de Jesús?




Cada uno puede hacer una lectura específica de su vida. Lo concreto es que Jesús nos dice que siempre tenemos que tener esa disposición para “dejar” aquello que obstaculiza y se interpone entre Jesús, los valores del Reino y nosotros. Venderlo todo, obviamente tendrá una connotación distinta para un empresario que para una dueña de casa o un profesional. Pero cada cual en su contexto, se preguntará qué debo vender para crecer en mi vida cristiana. Qué debo dejar, a qué situaciones o esquemas o lugares me he aferrado que no me permiten marcharme junto al Maestro.




Siendo buenos, el Señor espera que seamos mejores. Algo te falta, algo me falta, para ser en el mundo como creyentes, una presencia digna, inspiradora y cautivante para los que se debaten entre la duda, el escepticismo y la indolencia.




Siéntete mirado con cariño por Jesús, el cual una vez más te sigue diciendo, ALGO TE FALTA para que te vengas a mi lado.




martes, 25 de septiembre de 2012

¿DE QUE CONVERSAMOS A DIARIO? ¿QUE NOS PREOCUPA?




“Llegaron a Cafarnaúm y, una vez que estuvieron en la casa, les preguntó:
¿De qué hablaban en el camino? Ellos callaban, porque habían
estado discutiendo sobre quién era el  más grande”
 
Mc. 9, 33-34
 

 

En el contacto personal, frecuente y distendido se suele conocer mejor a una persona. Es ahí donde uno muestra a cabalidad sus intereses, sus objetivos, su forma de ver la vida y sus expectativas personales y familiares. En la cátedra, en la oficina, en el templo, quizás puede haber espacio para el disimulo, la apariencia o sencillamente el ocultamiento de tu verdadera personalidad. Hay un momento, en que eres lo que eres y nada más que eso.

 

Algo parecido, supongo, le ocurrió a los apóstoles cuando van discutiendo por el camino quién de ellos era el más grande, quizás, el más importante, el más sabio, el que tenía más derechos adquiridos con respecto a su Maestro Jesús.

 

Mientras él les hablaba de su muerte y resurrección, de que debían cargar la cruz cada día y seguirlo, de asumir el conflicto como parte inherente y constitutiva del seguimiento cristiano, los apóstoles se dan de codazos en busca de ser primeros y el más importante.

 

Todavía no habían entendido bien lo que significó que un día el Maestro pasara por Galilea, a la orilla del mar y los hubiera llamado a ser “pescadores de hombres”. Tiene que venir el mismo Jesús a enmendarles la plana para decirles que el primero debe ser el último siempre. Que un niño es el paradigma sobre la cual se ha de construir la vida cristiana. Que al final de todo, hay que vivir en la misma lógica del Maestro: entregarse y servir a los demás.

 

Sin duda alguna, este es un lenguaje que descoloca y que necesariamente incomoda.

 

Cuando estamos discutiendo cuántas parcelas de poder puedo tener en la política. Cuando en la Iglesia nos vemos a veces con desconfianza porque este grupo no se acopla a mi sensibilidad religiosa. Cuando la autoridad se transforma en dominio en desmedro del grupo al cual debo servir y conducir, estas palabras de Jesús nos suenan extemporáneas y extrañas.

 

Pero la lógica del Evangelio está ahí. Jesús la proclamó y es una palabra que debemos asumir y creer.

 

La grandeza de un ser humano no pasa por los primeros puestos, ni por la grandilocuencia, ni por el ascenso social o material. Ella se da cuando se hace presente en la vida de una persona, la entrega y el servicio. Un esfuerzo, en definitiva, para que los seres humanos hagamos más habitable nuestro entorno social y cultural.

 

¿Imposible vivir ante una sociedad exitista y materialista? A lo mejor.

 

Pero para un cristiano que tome en serio a Jesús, todo es posible.

 

 

martes, 28 de agosto de 2012

IRSE O QUEDARSE


 
 “¿También ustedes quieren irse?”
 Jn. 6,67

 

 

En la mitad de su apostolado, Jesús siente el abandono y la deserción de muchos que lo seguían. Habían quedado fascinados con El porque les había dado pan hasta saciarse, una gran multitud había comido pan en abundancia. El panorama era ideal. Hasta que el Señor comenzó a profundizar el verdadero sentido que tenía el pan que les había regalado. Nada más y nada menos que El mismo era el Pan de Vida, que había bajado del cielo y que había que comer para no tener nunca más hambre.

 

Ese lenguaje y sus exigencias le supo a la gente un lenguaje muy duro, imposible de aceptar. Y comienzan a desertar, echan pie atrás y lo abandonan. Es la crisis de Cafarnaúm, el mismo Jesús sufrió en carne propia la experiencia de la soledad y del abandono. No hay voluntad para seguirlo en su marcha hacia Jerusalén. Desde ahora el Señor priorizará la formación de sus apóstoles por encima del contacto con las multitudes. Debió cambiar de estrategia y recurrir a otros métodos en su evangelización.

 

La pregunta de Jesús a los Apóstoles es también la pregunta que HOY nos hace a todos nosotros. Ella da cuenta de la necesidad de una respuesta personal y consciente. Hacer una elección que supone tomar una opción y tomar partido por una causa de manera coherente y racional.

 

Esta pregunta da cuenta de la necesidad que cada cristiano haga un tránsito desde un cristianismo por nacimiento a un cristianismo por elección. El creyente no puede ya apoyarse en la cultura ambiental ni en las instituciones. La fe va a depender de ahora en adelante, cada vez más, de la decisión personal de cada uno. Será cristiano quien tome la decisión consciente de aceptar y seguir a Jesucristo. En el futuro, el cristianismo será fruto de una opción libre, seria, objetiva y responsable. Esto evitará la experiencia de algunos cristianos que se mueven entre un cristianismo tradicional, por nacimiento y un proceso de descristianización. No es bueno vivir en la ambigüedad de una fe más bien periférica y circunstancial. Es mejor tomar una decisión libre y que sea consecuencia de una mayor madurez y reflexión objetiva y madura.

 

Cuando hoy nos pregunte el Señor, ¿ustedes también se quieren ir?, ¿qué le vamos a contestar? ¿Acaso podremos dar un paso hacia atrás y dejar de lado a aquel que le dará sentido real a nuestra vida?. ¿Vamos a dejar a aquel que hizo ver a los ciegos, dio oído a los sordos, alimentó a los hambrientos, curó a los leprosos, perdonó los pecados, lloró con los amigos e hizo andar a los paralíticos y les devolvió la dignidad a los excluidos y marginados por la sociedad excluyente de aquel tiempo?

 

¿Vamos a echar pie atrás cuando Aquel nos lleva en sus brazos como el Buen Pastor y nos conduce a buenos pastos y cuida de su oveja preferida, cada uno de nosotros? Ahora más que nunca, cuando la fe ya no se puede vivir bajo “el paragua” que supuestamente nos ofrecía la cultura ambiental o una sociedad que se ordenaba bajo el paradigma de la religión, es que necesitamos radicalizar nuestra opción libre por Jesús e irnos DETRÁS de El hasta el final.

 

¿Irse o quedarse? Ahí está la disyuntiva. Elige.

 

martes, 31 de julio de 2012

CINCO PANES Y DOS PESCADOS: EL ARTE DE COMPARTIR



Una multitud seguía Jesús impactados de cómo sanaba enfermos. Alzando los ojos, Jesús intuye que esa gran masa de hombres (el texto después dirá que eran 5.000) tenían necesidad de comer.

Interpelado Felipe de dicha situación por Jesús, le dice que la situación se hace del todo inviable, no bastarían siquiera doscientos denarios para darle de comer a tanta gente (cabe consignar que un denario era el jornal diario que ganaba un trabajador en aquella época). En verdad, la respuesta de Felipe siendo coherente, se plantea en un plano meramente humano, desde esa perspectiva, es claro que no había posibilidades reales de saciar la demanda de la multitud.

Andrés, hermano de Simón Pedro, pretende abrir una solución diciendo que hay un joven que al menos tiene cinco panes y dos pescados, pero claro, dirá el apóstol, también esto se hace insuficiente, pues la cantidad del alimento que se tiene no se compadece con la alta demanda que la realidad supone. También el apóstol plantea aquí su escepticismo al respecto. No alcanza para todos con lo que hay.

¿Qué hacer entonces? Jesús, sin más, hará que opere de lleno la capacidad de compartir y de partir de lo que se tiene para generar una red de solidaridad que será suficiente para dar de comer a todos. De hecho, comieron unos cinco mil hombres y más aún sobraron doce canastos. Todavía quedaba pan y pescados para todos, dando a entender así que nadie puede quedar excluido o marginado de la mesa del Señor y que cuando se comparte entonces el pan sobra.

Así se desarrolla este texto llamado el discurso eucarístico o del Pan de Vida, que relata el evangelista Juan en el capítulo seis.

¿Qué podemos extrapolar o aprender de esta multiplicación de los panes?

En una primera aproximación, es claro que Jesús nos quiere hacer un llamado a vivir en la dinámica nueva del Reino que no es otra cosa que asumir el “arte de compartir”, como clave paradigmática de las relaciones que los seres humanos hemos de crear y desarrollar.

El compartir presupone partir de los cinco panes y dos pescados que todos tenemos (es sintomático que es  un joven quien se hace protagonista de esta nueva forma de vida), para colocarnos en una dinámica de vida en la cual lo que ya poseemos, por poco que sea, puede generar un cambio real y sustantivo en la vida de nuestros hermanos y hermanas. Cada cual ha de poner lo suyo para generar esta experiencia nueva en donde más que multiplicar se trataría de compartir y así generar vida nueva y mejor a nuestros prójimos.

Es una interpelación a dejar atrás todo tipo de escepticismo o mirada meramente humana a la urgente necesidad de hacer que el PAN pueda llegar a todas nuestras mesas sin distinción alguna. Es la interpelación que nos hace Jesús, para pasar de una cultura egoísta y mercantilista a una cultura del compartir y la apertura al otro en su indigencia y exclusión.

En la contemplación de Jesús, vamos a tener la sagacidad, imaginación y creatividad para volver a realizar este signo de Jesús con la multitud.

Te invito a colocar tus cinco panes y dos pescados al servicio de una humanidad nueva, solidaria y fraterna, utopía vieja y siempre nueva que nos deja el Evangelio.