lunes, 25 de mayo de 2009

CON LOS PIES EN LA TIERRA Y LOS OJOS EN EL CIELO





“Después de decirles esto, el Señor Jesús
fue llevado al cielo y está sentado a la derecha de Dios”

Mc. 16, 19




En la Ascensión del Señor en cuerpo y alma al cielo, contemplamos la meta final a la que camina la humanidad y cada ser humano. Estamos en la tierra, para ello se nos confió una misión de ir por todo el mundo para predicar el evangelio a toda la creación, sin embargo nuestro camino definitivo y total tendrá su sentido en la estancia suprema que es el cielo y a la cual Jesús nos ha ido a preparar un lugar preferencial.

La Ascensión, nos invita a unir la tierra y el cielo. Nos recuerda nuestro compromiso histórico como cristianos de trabajar por la liberación integral del ser humano (arrojarán a los demonios … impondrán las manos sobre los enfermos y los sanarán …) y, al mismo tiempo, acentúa esta dimensión de “peregrinos”, de una Iglesia que está de tránsito y que vive de la esperanza y la eternidad como estancia final y plena.

Una cita de A. Grun me parece iluminadora al respecto: “Claramente la liturgia entiende la ascensión como si nosotros, que estamos encerrados en nosotros mismos o encadenados por Satán, fuéramos elevados por Jesús. A menudo vivimos sobre la Tierra cautivos en la prisión de nuestros miedos y nuestra tristeza. Estamos atados a nosotros mismos, entretejidos en el vaivén de nuestras emociones, necesidades y pasiones, en nuestra culpa y sentimiento de culpabilidad. Estamos involucrados en relaciones confusas, en intrigas y mascaradas. Estamos pegados a nosotros mismos, a nuestro orgullo, que nos prohíbe reconocer la propia verdad. Estamos encadenados a nuestro cuerpo, que nos mantiene a menudo sujetos. En su ascensión al Cielo, Jesús depositó su mano sobre nosotros, nos cautivó con su amor. Y así fue como transformó nuestra prisión. Nos llevó consigo en su amor. Nuestra prisión, nuestra oscuridad, nuestro frío, nuestra soledad, nuestro alejamiento, todo ello Cristo en su ascensión lo introdujo en el terreno divino, en el Cielo, en el espacio del amor de Dios. Hasta allí hemos sido elevados, superándonos a nosotros mismos, y ahora ya estamos en casa” (La resurrección de cada día”, p 100).

Dejémonos, pues, que Jesús nos lleve al Cielo para que así podamos ser auténticamente humanos y libres.

Se lo pido de corazón al Señor. Tómame Señor y llévate todo lo mío. Mientras sigo caminando con los pies en la tierra, muchas veces pegados en el barro, pero con los ojos y el corazón puestos en el Cielo para siempre.

martes, 12 de mayo de 2009

EL SUEÑO DE DIOS: DAR FRUTOS

Aquí se fue gestando esta bendición de Dios
que El nunca retirará.




"La gloria de mi Padre consiste en que ustedes den fruto
abundante, y así sean mis discípulos"


Jn. 15, 8



La alegoría que usa Jesús de la vid y los sarmientos, haciendo referencia a la relación que ha de darse entre el discípulo y El, me hace pensar en el SUEÑO DE DIOS para con cada uno de nosotros.

Cuando nuestra madre nos estaba gestando en su vientre, se fue dibujando en su seno una nueva criatura, única e irrepetible, sobre la cual Dios fue colocando su huella para dotarla de una potencialidad que se debería desarrollar y alcanzar en el transcurso de la vida. Ya dentro del vientre de nuestra madre, Dios nos miró con cariño, nos amó primero y nos llenó de su imagen para darnos la capacidad de entregar nuestro propio aporte en beneficio de los demás.

En esta marca registrada, que somos cada uno, Dios tiene un sueño y éste no es más que cada ser humano pueda DAR FRUTOS ABUNDANTES, alcanzando toda su potencialidad y grandeza de acuerdo a lo que Dios nos regaló a cada cual.

Y este es el desafío, alcanzar la plenitud de la vida, dando frutos concretos en la vida.

Ocurre que a veces no damos los frutos esperados. Razones pueden haber muchas. Algunos queriendo desarrollarse más, no encuentran el espacio o la oportunidad adecuada en la sociedad y se quedan o los dejan a mitad de camino en su desarrollo humano. Otras personas, quieren crecer, pero basan todo su potencial en las fuerzas propias y aquí cabe la palabra de Jesús que nos dice “ustedes sin Mí no pueden hacer nada”.

En más de alguna ocasión, queremos dar frutos, vivir a “concho” nuestra vida, pero se asoma hasta nosotros esa cara oculta que nos martiriza y que tiene que ver con nuestra fragilidad e inconsecuencia. Aquí suena interpeladora esa frase del apóstol Pablo “queriendo hacer el bien que quiero, hago el mal que no quiero”. Con el apóstol uno se pregunta, “¿qué me pasa?” Y claro, junto con Pablo caemos en la cuenta que ante la debilidad se hace más potente y necesaria la fuerza de Dios, para que de esa manera no nos vanagloriemos en las capacidades humanas, siempre tan limitadas y mediocres, sino que brille la gracia de Dios.

Aún así, y teniendo en cuenta todas las variables, de diversa índole, que hoy se pueden estar asomando a nuestra vida y que a lo mejor nos están impidiendo DAR FRUTOS, debemos renovar nuestra ilusión que el Señor nos quiere a su lado y que estando junto con El, arraigados plenamente en El, tomados de su mano, tendremos la fortaleza y la sagacidad suficiente para no rompernos en el camino y seguir soñando con una vida mejor, para uno y para los demás.

Más allá de la mediocridad evidente del ambiente, de las personas que a veces nos rodean y de la indolencia de nuestra parte por dejarnos podar por el Señor, estemos seguros que HOY nuevamente el Señor me invita a vivir a cabalidad el sueño que El tiene para con cada uno, llegar a ser para lo que fuimos creados y sobre lo cual nos fuimos gestando en el vientre materno.

La mano de Dios quedó registrada para siempre en nuestro ser y esa es nuestra alegría que nadie ni nada podrá cambiar.

domingo, 3 de mayo de 2009

PASTORES Y OVEJAS

Pastores que aman y sirven a su pueblo.
Ovejas que siguen con alegría a su PASTOR.





“Yo soy el buen Pastor. El buen Pastor da su vida
por sus ovejas … conozco a mis ovejas, y mis
ovejas me conocen a mí”


Jn. 10, 11.14




Usando una metáfora muy expresiva y ampliamente conocida por muchos, Jesús se autodefine como “EL BUEN PASTOR”, no sólo es “EL” Pastor, sino que también es “BUENO”, de El sólo puede provenir el amor, la bondad y el amor para con sus ovejas. Es el Buen Pastor que está dispuesto a dar la vida por sus ovejas. Las conoce a cada una de ellas, es decir, las ama entrañablemente, por cuanto “conocer” en la biblia significa “amar entrañablemente, con todo el corazón”. Así nos conoce Jesús a cada uno.

Como Buen Pastor no deja botadas a las ovejas cuando advierte un inminente peligro, no así como lo hace el “asalariado” que sólo trabaja por el dinero y que nada le importa la vida de las ovejas.

Entre el Buen Pastor y las ovejas, se da una dinámica relacional íntima y profunda. Se miran mutuamente, se compenetran, se atraen, se necesitan, son el uno para el otro. Pastor y ovejas conforman un solo corazón, se conocen mutuamente, es decir, se aman recíprocamente.

Y este Buen Pastor, tiene otras ovejas que están en otros rebaños y a las cuales sale a buscar para que pertenezcan a su único rebaño, así habrá sólo un Pastor y un solo rebaño. A estas ovejas, el Pastor bueno también las quiere conducir, les quiere llevar a pastos verdes y darles vida en abundancia.

Así es el Buen Pastor: El da la vida, conoce y ama entrañablemente, conduce y acompaña a sus ovejas, sale a buscar a las lejanas y quiere ser Pastor de un solo rebaño.

En esta imagen entrañable del pastor y las ovejas que usa Jesús, podríamos mirarnos también nosotros y mirarnos todos que tarde o temprano nos tocará ser, indistintamente, pastores y ovejas.

Como oveja, ¿conozco y amo a Jesús hasta las entrañas? ¿Soy una oveja díscola y que me he ido a meter a otros rebaños siguiendo otros “seudo pastores”? ¿Soy una oveja herida que necesita ser rescatada por el Buen Pastor?.

Pero también hemos de ser pastores. Lo serán los papás y mamás en la conducción y acompañamiento de sus hijos. También serán pastores quienes educan y hacer salir lo mejor de si a sus alumnos. Pastores son los líderes de un sindicato, de una junta de vecinos, de un club deportivo. ¿Estos pastores están dispuestos a dar la vida por sus ovejas? Serán pastores los religiosos y presbíteros a quienes se les encomendará acompañar y amar a sus ovejas, ¿estaremos ejerciendo bien este ministerio? Pastores, buenos han de ser, aquellos que ejercen la política y ejercen cargos públicos. Estos pastores ¿aman a su pueblo?, ¿conocen a sus ovejas?, ¿las protegen y las cuidan? ¿Son verdaderos pastores porque pastorean al pueblo y les mueve dignificar la vida de sus ovejas? ¿O son asalariados y sólo buscan sólo su bien personal y se apartan de su pueblo dejándolos abandonados cuando ven en peligro su propia integridad?

Seamos buenos pastores, como lo es el BUEN PASTOR y no asalariados que sólo nos interesa el bien personal y abusamos de las ovejas encomendadas.

Pastores en el estilo y la forma de Jesús. Dando la vida. Y ovejas que vamos tras el Buen Pastor porque así tendremos vida plena.