martes, 16 de abril de 2013

¿ME AMAS?

 
“Simón Pedro, hijo de Juan, ¿me amas más que éstos?
… Señor, tú sabes todo, tú sabes que te quiero”
 
Jn. 21,15.17
 
 
 
En el contexto del relato bíblico de la pesca milagrosa, en donde los Apóstoles son invitados a echar la red muy de madrugada en el nombre del Señor, se da un diálogo muy potente y sublime entre Jesús y Pedro que bien vale la pena reflexionar y hacerlo nuestro.
 
En verdad, Pedro había negado tres veces al Señor cuando fue interpelado a reconocer que él también era discípulo de Jesús. Esa triple negación de Pedro debió calar muy hondo en su corazón, pues no por nada el mismo Señor lo había invitado antes a dejar las redes y constituirse en pescador de hombres. De ser un hombre de su plena confianza, pasaba nada menos que a desconocerlo y en el fondo a dar un paso al costado por miedo y falta de coraje.
 
Por este motivo, me explico, el Señor Resucitado hubo de hacer que Pedro “volviera” a hacerse cargo de su vocación y nuevamente optara por el seguimiento gratuito del Maestro. Pedro debía caer en la cuenta que al final de todo, la vocación, el llamado del Señor a seguirle es siempre algo gratuito, es un don, una opción que se toma en razón de que el mismo Señor capacita al discípulo para irse detrás de él en una relación más estrecha y cercana.
Este sígueme, ha de estar precedido por el enamoramiento que el discípulo ha de vivir por el Señor. Por eso, la pregunta de rigor de Cristo Resucitado a Pedro: ¿Me amas más que éstos? No basta un mero voluntarismo de parte del discípulo, ni basta tener ganas de irse detrás de él ni tan siquiera encontrar agrado en servir a Dios en el prójimo. Lo primero y lo más fundamental, es que haya una relación de amor con Dios. Enamorarse de él plena y totalmente, comprometiendo la misma existencia en todas sus dimensiones.
 
Hoy nos toca a nosotros escuchar esa pregunta de Jesús, sólo le cambiaremos el nombre y esta interpelación resonará tan potente en nuestro corazón como un día resonó en el temeroso y confundido Pedro. Y en razón de esta pregunta, ¿qué vamos a responder? … seguramente llegaremos a decir, desde nuestra insignificancia y vulnerabilidad, al igual que Pedro: “Señor, tú sabes todo, tú sabes que te quiero” (Jn. 21,17) y  volveremos a escuchar de Jesús, con peculiar emoción y alegría lo que un día nos inspiró y nos hizo vibrar. Entonces “sígueme”.