martes, 24 de febrero de 2009

LEVANTATE Y CAMINA.

Levántate y camina, Dios te capacita y te da la fuerza.





“Y dijo al paralítico: ‘Levántate, toma tu camilla y vete a tu casa.’
El se levantó y, al momento, en presencia de todos,
cargó su camilla para irse con ella”


Mc. 1,11
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En estos días de verano, el evangelio de Marcos que seguimos leyendo hasta este domingo, (el miércoles comienza Cuaresma), nos sorprende con un episodio cargado de sentido.

Se trata de Jesús y un paralítico. Mientras el Maestro predica la Buena Noticia, cuatro hombres llevan a un hombre paralítico y lo colocan delante de El, en una casa abarrotada de gente para el cual tuvieron que abrir el techo, y así depositarlo frente a Jesús.

Sin mediar ninguna petición de ninguna especie, el Señor le dice “Hijo tus pecados te son perdonados” y al mismo tiempo, ante el estupor de los maestros de la ley, lo faculta para que deje su camilla que lo ha tenido aprisionado por muchos años, se levante y se ponga a caminar.

Un gesto que provoca la admiración de todos los que han sido testigos directos del poder salvador del Señor que ha obrado maravillas en la vida de ese hombre. No sólo le sanó el cuerpo, sino también el corazón.

Debemos tener claro, que, como lo señalaba el profeta Isaías, para Dios no existe el “ayer” “el pasado”, de ahí que El esté por hacer siempre las cosas de nuevo. Siempre quiere hacer germinar algo nuevo y por eso siempre le perdona su pecado al pueblo que le ha sido infiel. Esta revelación de Dios, se hace patente en la persona del paralítico. De ser un hombre postrado en su camilla (por lo tanto oprimido y esclavizado, además de su pecado), Jesús lo libera integralmente y ya no queda maniatado o condicionado por su pasado que no lo dejaba tener auténtica dignidad humana.

En el HOY de nuestras vidas, de alguna manera, el paralítico perdonado y sanado, nos puede representar a cada uno de nosotros. También hoy Dios quiere hacer algo nuevo en nosotros, nos invita a dejar atrás –para siempre­- todo pasado agobiante y opresor que nos puede inmovilizar en nuestras mejores energías, no pudiendo desplegar nuestras mejores potencialidades, en orden a levantarnos de nuestra camilla de miopías, mediocridades, esclavitudes para ponernos a caminar hacia un horizonte más pleno. A veces, la fe de otras personas, nos puede ofrecer la oportunidad de iniciar un camino nuevo, como lo hacen estos cuatro hombres en la persona del paralítico.

Dios siempre apuesta por el ser humano. Lo ejemplifica este paralítico sanado. También en este momento, Jesús nos invita mirar con esperanza el futuro y a vivir un camino de sanación, tanto del corazón (por el perdón que El nos regala), como también del cuerpo. No dejemos que nos aprisionen viejas historias que nos acechan o nos duelen en el alma y que a veces nos tienen sumidos en la frágil historia de pecado y fragilidades de la que somos protagonistas y de las cuales no podemos levantarnos, si no es por la fuerza liberadora y sanadora de Jesús.

Volvamos, pues, a escuchar con alegría esa palabra de Jesús: “Levántate, toma tu camilla y camina” y otra historia comenzará su curso en nosotros.

lunes, 16 de febrero de 2009

LA TENTACION DE EXCLUIR Y DISCRIMINAR.





"Se le acercó un leproso, que se arrodilló ante él y le suplicó:


'Si quieres, puedes limpiarme'.


Mc. 1, 40-41



Los leprosos eran personas, triplemente excluidas y discriminadas; del culto, porque su lepra se les considerada una expresión de su pecado; de la sociedad porque eran impuros y podían contaminar a los demás, por eso estaban destinados a vivir en la periferia de las ciudades; y de si mismo, por la baja autoestima que originaba en ellos considerarse despreciados por los demás.

Un leproso como éstos, desafía el ambiente social y religioso de aquel tiempo, y va a ponerse de rodillas delante de Jesús para pedirle con toda confianza que le sane de su mal, el cual tanto daño le hace para su vida y su corazón.

Jesús, no se demora ni un segundo, y mirándolo con compasión, extendió su mano y lo tocó (gesto osado porque no se podía tocar a un impuro con el riesgo que ello significaba) y le dice: “Quiero, queda limpio”.

Hace unos días, un actor se caracterizó de mapuche y anduvo merodeando cerca del Palacio de Gobierno en nuestro país e inmediatamente fue conminado a identificarse porque parecía un sospechoso. Por el contrario, el mismo actor ahora haciéndose pasar por un turista extranjero, no tuvo ningún problema de pasearse por la Moneda como “Pedro por su casa” sin ser molestado o preguntado por su accionar. Ante dos situaciones iguales, dos reacciones distintas.

Es que tenemos la tentación muy acendrada en nuestro país de discriminar a las personas. Un obrero, una empleada, un hombre bien o mal vestido, una mujer o un varón, una autoridad o un vecino cualquiera, en fin, muchas situaciones dan cuenta que en nosotros existe una tendencia a la exclusión que no es lo que se refleja en la Palabra de Dios y que no es el proceder habitual de Jesús.

Vayamos al encuentro del Maestro para ponernos de rodillas delante de El y pedirle que sane nuestras heridas, que nos limpie de aquellas lepras que nos hacen sentirnos excluidos y, por otro lado, aprendamos del Señor para incluir y no excluir a los demás por lo que son o representan.

Hoy también Jesús quiere extender su mano, tocar nuestras heridas y sanarnos plenamente. Nada es imposible para El. Igualmente, también como El, vayamos por el mundo extendiendo nuestras manos, tocando el dolor y las heridas de los demás y haciendo que vuelva a ellos la dignidad perdida por la exclusión y la discriminación de la cual muchas veces son víctimas.

Como ese actor en la Moneda.



martes, 10 de febrero de 2009

JESUS PREDICA, JESUS SANA, JESUS ORA.

ORANTES Y APOSTOLICOS.


"Todos te buscan. Y les contestó: Sigamos más allá y vamos a los
pueblecitos vecinos, y yo predicaré también allí.
He salido para esto precisamente".
Mc. 1, 38-39

Si analizamos un día cualquiera en la intensa agenda que vive Jesús, nos vamos a dar cuenta que el Señor realiza un apostolado intensísimo, donde se da tiempo para visitar enfermos y curar sus enfermedades, se retira a lugares solitarios para orar y se ejercita en una “pastoral dinámica” yendo siempre a otros lugares porque “he salido para esto precisamente”, nos señala en su evangelio.

De la figura del Maestro, como apóstol incansable, nosotros sus discípulos, tenemos que aprender y mirarnos de continuo en El, a la hora de estructurar nuestra propia agenda apostólica.

Veamos.

Jesús predica la Buena Noticia del Reino de Dios de manera incansable. Su misión es llevar el Evangelio a todas las multitudes para que, escuchándolo con admiración y apertura del corazón, puedan orientar sus vidas en la senda del Evangelio. No se queda callado, sino que con particular entereza y dedicación anuncia la Palabra a las multitudes que con admiración lo escuchan y lo siguen. Es también nuestra tarea. De la Iglesia y de cada uno: ser misionero incansables en la huella dejada por Jesús que no se cansa de anunciar la Buena Noticia.

Jesús sana enfermos y expulsa demonios. Su misión tiene como objetivo la derrota de las diversas formas del mal que empobrecen y esclavizan la vida humana. Una muestra palpable de ello es su visita a la suegra de Pedro para sanarla de la fiebre que ella tenía. A través de ese triple gesto a dicha mujer: a saber, acercarse, tomarla de la mano y levantarla, provoca la respuesta de fe que en ella se expresa a través del servicio que inmediatamente lleva a cabo en el seno de la familia. Levantar los corazones, curar heridas, restaurar lo fracturado, será otra expresión del apostolado incesante al cual nos convoca Jesús.

Jesús ora al Padre, por eso de madrugada, se retira a un lugar solitario para tener ese espacio íntimo que le dará sentido y plenitud a su intenso apostolado. Sin esos momentos íntimos de diálogo con el Padre, cualquier apostolado, derivará en mero activismo que no tendrá los frutos esperados. Hay que saber integrar en la vida la misión intensa con la intensa oración, como lo hace Jesús.

Jesús parte a otros pueblos para seguir predicando incesantemente el Evangelio. No se deja “atrapar” por la popularidad o la fama que despierta en sus oyentes, sino que tiene conciencia que también otros esperan por El y su Mensaje. Es también el desafío de los cristianos en esta hora de nuestra vida eclesial. Crear instancias dinámicas de apostolado misionero, de tal manera de ser capaces de salir de nuestro círculo vital donde nos estacionamos (a veces los mismos de siempre) y caer en la cuenta que existen muchos ambientes y sectores de nuestro pueblo que todavía no conocen a Jesús y nos han oído su Evangelio.

Aprendamos, pues, de Jesús, y seamos capaces de articular en nuestra vida esta trilogía que tan bien el Señor desarrolló en su vida.
Predicar, sanar y orar.

Y después partir a otros lugares, pues muchos esperan por Jesús.



lunes, 2 de febrero de 2009

ECHAR FUERA LOS ESPIRITUS MALIGNOS


Al final, siempre habrá un horizonte nuevo
para nuestra vida.



"Cállate y sal de este hombre"
Mc. 1,26


Hace unos días recibí un correo electrónico, donde me enviaban el fotolog de un joven que se había suicidado después de haber escrito en su propia página su despedida. Y quién me lo envió, me decía: “Hermano, ¿que habrá pasado por la cabeza de Alex para hacer lo que hizo?”. Al ver su fotolog y darme cuenta del tenor de su despedida, también me surgieron muchas preguntas y reflexiones del por qué de dicha situaciones.

Más allá de las innumerables variables y situaciones que pueden concurrir a desencadenar un hecho tan lamentable como el suicidio de un joven de 17 años, es claro que muchas personas, ya sea jóvenes, adultos, o mayores, tenemos necesidad de encontrar espacios en nuestra vida donde poder sacar ese cúmulo de sensaciones, sentimientos, frustraciones, carencias, que muchas veces nos oprimen y nos condicionan.

Seguramente habrán casos más bien clínicos y que han de tener una clara atención especializada, pero no es menos cierto que muchas veces “nos ahogamos en un vaso de agua”, como se dice habitualmente, y lo que necesitamos es que alguien nos escuche con atención y dedicación, poder tener un espacio donde reconocer nuestras vulnerabilidades y sentirnos acogidos y animados para hacer el camino de nuevo y de una manera más plena.

Jesús fue un día sábado a la sinagoga y se demostró en Cafarnaúm como alguien que enseña con autoridad y originalidad, Alguien que tiene una enseñanza nueva que impacta sobre manera a sus oyentes.

En este contexto, Jesús echa fuera un espíritu impuro que atormentaba a un hombre y que estaba oprimido por su presencia maligna. Las palabras “CALLATE Y SAL DE ESTE HOMBRE”, calaron tan hondo en todos que todavía hoy se siguen repitiendo en todos aquellos que de alguna manera necesitamos o hemos necesitado vernos libres de todos aquellos espíritus malignos que nos acechan, nos coartan, nos repliegan, nos hacen sufrir y no nos dejan ser auténticamente libres.

Espíritu malignos que sin ser casos patéticos en el caso nuestro, sí muchas veces se muestran como obstáculos serios y, muchas veces insalvables, en nuestro esfuerzo por ser mejores personas y mejores cristianos.

En el discernimiento de espíritus nos daremos cuenta si estos son malos o buenos en la medida que engendremos cosas buenas o malas a nuestro alrededor. Cuando nuestro paso por el mundo, el mundo doméstico, pequeño, normal de cada día, reciba de nuestra parte semillas de vida, esperanza, bondad, entonces podremos caer en la cuenta que nos habita el Espíritu del Señor. Si por el contrario las proyecciones de nuestra vida cotidiana son signos de no-vida, mezquindad, egoísmo … entonces vamos a necesitar, como el hombre del Evangelio, escuchar nuevamente la voz del Señor que le diga a ese espíritu impuro: “CALLATE Y SAL DE ESTE HOMBRE”. Y nuestro corazón se sanará.

Y pienso, si no sería eso lo que también necesitó Alex para no partir prematuramente de este mundo.

Quizás.