miércoles, 31 de diciembre de 2014

JESUS NOS PREGUNTA: ¿ME AMAS?


Jn. 21,16


Al terminar un nuevo año y próximos a comenzar uno nuevo, vale la pena dejarnos preguntar por Jesús sobre nuestro amor por El.

¿Me AMAS?, es la pregunta final que le hace Jesús a Pedro después que él había resucitado. Esa pregunta caló hondo en el corazón de Pedro. Lo desinstaló, lo hizo caer en la cuenta de su completa debilidad y de que el llamado y la decisión de seguir a Jesús es pura gratuidad.

Pedro pudo experimentar el triple proceso que todo discípulo al final del día le tocará vivir. Al comienzo, a la orilla del lago Galilea, su respuesta al llamado de Jesús se hace instantánea. Suelta las redes, deja su oficio de pescador, deja su familia y parte detrás de Jesús. Parecía que el protagonista de esa historia, era, fundamentalmente, él. En el camino fue conociendo a Jesús, compartió con él, escuchó sus enseñanzas, fue testigo de sus milagros, al final, HIZO CAMINO CON EL, pero no fue suficiente. En la hora de la prueba, del desgaste, del compromiso, del martirio, LO NEGO: “No conozco a ese hombre”, habría dicho. Negó a su Maestro, se negó a si mismo en sus convicciones. Quizás si no hay peor cosa, que negarse uno mismo en su identidad, en sus  convicciones, en aquello que lo ha sostenido en la vida.

Tuvo que resucitar su Señor para que Pedro cayera en la cuenta que el llamado y la respuesta a esa invitación, tiene como protagonista absoluto al mismo Jesús, al mismo Dios. El llamado es GRATUITO, no lo merecemos, es pura gracia, simplemente. Recién en esa circunstancia, Pedro se hace consciente de esa realidad. No mereció ser llamado, Jesús lo hizo sólo por amor gratuito.

Pedro, ¿me amas? Esta pregunta es como si quisiera decirle el Señor, “¿Pedro, todavía puedo contar contigo?”; “¿aún hay en tu corazón amor por mí?”; “¿todavía quedan ilusiones en tu vida?”; “¿aún recuerdas mis palabras, todavía tu corazón late por mí?”; “¿todavía crees en mi proyecto de vida?”; “¿aún tu corazón guarda mis consejos, mis enseñanzas?”; “¿todavía quieres irte conmigo a pesar que me dejaste solo?”; “Pedro, ¿todavía me crees?”; “¿aún quedan sueños e ilusiones en tu vida?”; “todavía puedes amar aunque viviste el desamor?”; “¿aún queda espacio en ti para nacer de nuevo?”; ¿todavía puedes recuperar el amor primero, aquel que te animó a la orilla del lago Galilea?; “¿sientes que YO soy la LUZ, el AGUA VIVA, el CAMINO de tu vida, el PAN que saciará para siembre tu hambre?”; “¿me amas, más que antes, mejor que antes, definitivamente más fuerte que antes?

El amor es la energía más maravillosa que puede sentir un ser humano.

Cuando uno ama todo florece, todo se hace diferente, el corazón está pletórico, los caminos se andan con más energía, con más ilusiones. Vale la pena la vida. Se amplían los horizontes. Amanece más temprano, la vida se hace luminosa, hay más energías para enfrentar los desafíos de cada día. El amor, mueve, energiza, provoca, crea y renueva los corazones.

Pues bien, hacia allá nos quiere llevar Jesús en nuestra vida cristiana. La pregunta en rigor, es la misma que le hizo a Pedro en la hora final de su estadía en este mundo. Pon tu nombre ………………… y déjate preguntar por Jesús. ¿Me amas? ¿De verdad? ¿Con toda tu historia? ¿Con lo que ahora mismo estás viviendo? ¿Me amas a pesar de tus caídas? ¿Me amas con toda tu virtuosidad y también con todo tu pecado? ¿Me amas a pesar que te pido más de lo que te crees capaz de dar?
¿Me amas más que a ti mismo, más que a tus bienes, más que a tu propia comodidad? ¿Me amas aunque la vida a veces se te dibuja como no quisieras y quizás pudieses estar en el Gólgota viviendo tu propia pasión? ¿Todavía me amas, hermana, hermano querido?, podría preguntarnos Jesús en este momento de nuestra vida.

Si nuestras respuestas son afirmativas, entonces Jesús nos dirá como a Pedro: “Apacienta mis ovejas”, “preocúpate de ellas, ámalas, cuídalas, protégelas, “ten olor a ellas” (Papa Francisco), atiende a la que está caída, limpia sus heridas, entrégales amor, sostenlas, consuélalas, camina con ellas, llévalas a pastos buenos, aliméntalas y si es necesario MUERE por ellas”.

Hermanos (as), la pregunta queda planteada por parte de Jesús, como un día se la hizo al mismo Pedro: ¿Me amas?, ¿me amas lo suficiente como para decir que realmente estoy enamorado(a) del Señor, que más allá de mis posibles desventuras o fragilidades, siento a Jesús en mi corazón?

Este diálogo recién comienza, ponte en disposición de escucha y apertura para seguir madurando esta pregunta que toca las convicciones más hondas de nuestras vidas. Hasta ahora Jesús siempre le había preguntado a la gente: “¿Tienes fe?”, pero nunca hasta ahora le preguntado a nadie: “¿Me amas?”. Ahora se la hace a Pedro cuando había dado muestras de su amor muriendo en la cruz y nos la hace a nosotros  en este momento de manera personal: ¿Me amas?, ¿qué le voy a responder?, en el diálogo sosegado seguramente se la vamos a contestar y de acuerdo a la respuesta así será el compromiso de vida que viviremos.

En este año que termina y al comenzar uno nuevo, Jesús nos vuelve a preguntar: ¿ME AMAS? ¿Cuánto? … para meditarlo un momento en el corazón.


jueves, 18 de diciembre de 2014

SOY JESUS


"EN TU CASA QUIERO ENTRAR"


Con mucha alegría y cariño, les saludo querida familia y les deseo toda clase de bendiciones para sus vidas.

Les escribo esta carta, porque necesito hablarles a su corazón. Necesito entrar en sus historias. Quisiera abrazarles en esta Navidad, para que se llenen de gozo y alegría.

Soy Jesús, el que nació en la periferia de Belén, hace ya más de dos mil años.

Quisiera visitarles  y que me abran las puertas de su casa. No importa que no esté del todo arreglada o preparada. No me interesa lo que haya pasado hasta ahora, sólo quiero que me ABRAN su corazón, para decirles que HOY he puesto mis ojos en ustedes, e invitarles para que sean mis discípulos ahí donde les toca vivir cada día.

¡Ábranme la puerta de su familia y de su corazón! Si lo hacen, yo entraré y podremos conversar de manera sencilla y fraterna sobre lo que les importa en sus vidas.

Quiero escuchar sus gritos y demandas. Quiero cicatrizar sus heridas y,  como el pastor con la oveja malherida, cuidarles y devolverles la vida y la esperanza. Quisiera unirme a sus sueños y esperanzas. Al fin, me gustaría que HOY me recibieran en su casa y que su hogar sea un verdadero PESEBRE, donde Yo pueda vivir entre ustedes.

No quiero ser un extraño en sus familias. Me duele si me marginan o se olvidan de Mí. Sólo quiero llevarles LUZ para sus vidas. Si me dejan entrar en su casa, todo se iluminará. Una nueva dimensión de vida se podrá gestar entre ustedes. Habrá espacio para el perdón y poder mirarse unos con otros con compasión y gratitud.

Si me dejan entrar, ALGO NUEVO podrá nacer en tu familia. Si me invitan a su casa, habrá espacio para sonreír y cantar. Espacio para mirarnos a los ojos y agradecer. Tiempo para estrechar nuestras manos y caminar juntos por la vida. Un momento para abrir el corazón y decirle a los demás: “TE AMO”. 

¿Me dejas entrar en tu casa querida familia?

Les bendice su amigo Jesús y quedo esperando su respuesta.