lunes, 25 de febrero de 2013

ESCUCHAR A JESUS




“Este es mi Hijo, el Elegido, escúchenlo”

 Lc. 9,35

 

 

Mientras Jesús sube al monte a orar y lleva consigo a Pedro, Santiago y Juan, se oye la voz del Padre que invita a saber escuchar a su Hijo. De eso se trata, entre otras cosas, este tiempo de Cuaresma y, fundamentalmente, toda la vida cristiana: Saber escuchar a Jesús.

 
Precisamente en este tiempo que vivimos, en un mundo lleno de cambios y paradojas, en una Iglesia en la cual se siente que la barca se zarandea fuertemente, (por algo la renuncia de Benedicto XVI es un hecho histórico que ha provocado y debiera provocar un gran remezón en la Iglesia) se hace perentorio ponernos a ESCUCHAR A JESUS de manera profunda, permanente y disponible.


Hace falta entre nosotros muchas más oportunidades para subir a la montaña y abrir todos nuestros oídos para escuchar al Maestro que nos quiere revelar el camino que debemos asumir cada día. Subir al monte no para evadir los problemas y darle la espalda a la vida y sus conflictos, al contrario, subir a la montaña para impregnarse de interioridad y espíritu evangélico y de esa manera “salir” al mundo con una actitud comprometida y resuelta como esperaría el Señor de un discípulo suyo. Ir a la montaña para crecer en  hondura evangélica y estar dispuestos a recorrer el camino que va de Galilea a Jerusalén, detrás de Jesús, procurando sortear y enfrentar con lucidez los enormes desafíos y complejidades que se asoman hoy día en nuestro mundo, en la Iglesia, en las familias, en la vida personal de cada uno.


Escuchar a Jesús en esta hora, de eso se trata nuestro discipulado. Poder contrastar la PALABRA del Maestro con las otras “palabras” que se asoman a nuestro pequeño mundo y que seguramente nos van dictando patrones de conducta y absorbiendo nuestra propia capacidad de discernimiento y libertad. A Jesús se le escucha con  apertura del corazón, con humildad y con obediencia, esto último, porque muchas veces su PALABRA no será nuestra propia palabra y ahí deberemos mutar nuestros pensamientos y sentimientos y hacer nuestros los del mismo Maestro.

 
Así como Benedicto dice que ser retira al monte para orar, nosotros también vayamos a nuestra propia montaña para ESCUCHAR A JESUS cada día, en cada circunstancia, en cada rostro, en su misma Palabra.


Ponte a ESCUCHAR A JESUS … te irá bien y tendrás LUZ para tu vida.

2 comentarios:

Anny L. dijo...

¿Qué es escuchar al Maestro? ¿Cómo se pone en práctica sus enseñanzas?
y ¿Cual será la montaña que debemos subir? Yo creo que la vida de cada día se pasa tan alborotada que no escuchamos a nadie, solo a nosotros mismos, porque nuestro ego nos hace la ilusión de que nuestra verdad es la única que vale. Claro que es menester hoy abrir nuestros sentidos a la voz del Padre Dios que nos quiere mostrar a través de su Hijo, nuestro Señor Jesucristo, todo lo que de Él proviene, y lo podemos escuchar en todo momento, en los innumerables sucesos que vivimos, en el acontecer nacional y mundial, como es este tiempo en espera de un nuevo Pastor Universal, en la Iglesia perseguida, en los Hermanos separados, en el pueblo mapuche, en los cesantes y vagabundos, en los enfermos, en los niños y jóvenes que están retornando a sus colegios, en los consumidores de drogas, también podemos escucharlo en aquellos que no conocen al Señor y viven dispersos en la superficialidad y la vanidad del mundo. Hay tanto para poner atención, si nos disponemos a ello.
Cuaresma nos otorgue la gracia de escuchar y llevar adelante esa tarea. Jesús, el único que salva.

Anónimo dijo...

Escuchar, escuchar, escuchar, eso es lo que hay que hacer, escuchar y volver a escuchar. Escuchar la Palabra de Dios, escuchar al Cristo, escuchar a su Madre, a sus amigos y discípulos que quieren transmitir la única Verdad, Jesús es el Salvador, Jesús es el Señor, Jesús es "el amigo", Jesús es el Hermano, Jesús es el Pastor, Jesús es el Hijo Amado del Padre que tanto nos ama,Jesús que hoy y siempre quiere venir a nuestras vidas y tomar para su Reino lo mejor que tenemos como aquello no tan bueno lo quiere transformar en semillas que mueren para dar frutos ricos y sabrosos.