La Eucaristía: ¿Una necesidad o una obligación?
¿Una opción o una costumbre?
¿Un proyecto de vida o una devoción más?
Este domingo 25 de mayo, la Iglesia chilena celebra la fiesta del Cuerpo y Sangre del Señor, llamada antiguamente del “Corpus Christi” y que se celebraba el día jueves después de la Santísima Trinidad.
En el contexto de esta fiesta, me parece útil que reflexionemos un momento sobre el sentido que tiene para nosotros los cristianos este gran tesoro que nos ha dejado el Señor como es la Eucaristía.
Partamos preguntándonos: ¿Qué significa la Eucaristía en nuestra vida? ¿Cómo la celebramos? ¿Qué profundidad de encuentro con Cristo y con los hermanos logramos experimentar cada vez que participamos de la Eucaristía dominical? ¿Son ellas para nosotros verdaderas fiestas en donde celebramos a Cristo, Pan que da Vida?
¿De qué manera hemos ido internalizando en nuestro corazón que el domingo es el día para reunirnos a celebrar la fracción del pan como lo hacían los primeros cristianos? (Hech. 2). ¿O más bien ella es algo ajeno a mi vida, o simplemente la he dejado de celebrar por mucho tiempo?
La Eucaristía, bien vivida y celebrada, debería constituirse para nosotros en el soporte fundamental bajo el cual vamos construyendo la vida cada día. De ella aprendemos lo que significa vivir el perdón, ser artesanos de la paz, compartir los bienes con los más necesitados, trabajar por la justicia y el reparto justo de los bienes que son de todos. En la Eucaristía aprendemos a vivir en comunión y ha sentirnos hermanos unos de otros, dejando atrás cualquier atisbo de individualismo exasperante en el cual podemos caer, sea por nuestro egoísmo casi innato, o por el ambiente que predomina en nuestra sociedad contemporánea.
De la Eucaristía aprendemos lo que es vivir la gratuidad y el don ya que todo es regalo, nada lo merecemos, ni lo ganamos por nuestras propias capacidades. Dios pone la mesa para que tengamos acceso a ella, desde la gracia y la simplicidad. En ella experimentamos el llamado que nos hace el Señor para ir por el mundo siendo sus testigos y apóstoles (y esto lo sentimos cuando se nos dice: “Vayan en la paz del Señor”). En la Eucaristía aprendemos a contemplar el Misterio, a saber callar para que hable el corazón y escuchemos la Palabra Viva de Dios.
En la Eucaristía hacemos ejercicio de esas dos características fundamentales de un hombre y mujer creyente: abrir las manos vacías en una actitud orante y receptiva y ponernos de rodillas, para alabar, bendecir, suplicar e implorar la misericordia y el perdón. En ella aprendemos a hacer de nuestra vida una permanente entrega, como fue la vida de Jesús y experimentamos la grandeza que supone sentarse a la mesa para entrar en un coloquio sosegado y profundo con nuestra historia, con la historia de la Comunidad y con el mismo Señor que se pone en nuestro camino para conversarnos y ayudarnos a caminar cada día.
La Eucaristía nos hace barrer con toda discriminación y exclusividad. A ella tienen acceso todos y nadie puede sentirse desechado o dejado fuera. Por eso que la Eucaristía es una verdadera revolución social por cuanto en ella se da la íntima unidad, una verdadera comunión, la más honda y profunda igualdad. Expresamos, en definitiva, que somos HIJOS de un Padre y, por lo mismo, HERMANOS entre sí.
La Eucaristía, vivida como proyecto de vida, se transforma en profecía y testimonio para la realidad que vivimos. Vivida como necesidad, se hace alimento vital para crecer en nuestra fe y sostenernos en las luchas de cada día.
Vivida como opción de vida, nos hace ser más maduro en nuestra fe y al mismo tiempo más convincentes ante quienes andan buscando un alimento para sus vidas.
Así, pues, que la Eucaristía no sea para nosotros una obligación, una costumbre o una devoción más, sino una NECESIDAD, UN PROYECTO DE VIDA Y UNA OPCION MADURA DE NUESTRA FE.
¿Una opción o una costumbre?
¿Un proyecto de vida o una devoción más?
Este domingo 25 de mayo, la Iglesia chilena celebra la fiesta del Cuerpo y Sangre del Señor, llamada antiguamente del “Corpus Christi” y que se celebraba el día jueves después de la Santísima Trinidad.
En el contexto de esta fiesta, me parece útil que reflexionemos un momento sobre el sentido que tiene para nosotros los cristianos este gran tesoro que nos ha dejado el Señor como es la Eucaristía.
Partamos preguntándonos: ¿Qué significa la Eucaristía en nuestra vida? ¿Cómo la celebramos? ¿Qué profundidad de encuentro con Cristo y con los hermanos logramos experimentar cada vez que participamos de la Eucaristía dominical? ¿Son ellas para nosotros verdaderas fiestas en donde celebramos a Cristo, Pan que da Vida?
¿De qué manera hemos ido internalizando en nuestro corazón que el domingo es el día para reunirnos a celebrar la fracción del pan como lo hacían los primeros cristianos? (Hech. 2). ¿O más bien ella es algo ajeno a mi vida, o simplemente la he dejado de celebrar por mucho tiempo?
La Eucaristía, bien vivida y celebrada, debería constituirse para nosotros en el soporte fundamental bajo el cual vamos construyendo la vida cada día. De ella aprendemos lo que significa vivir el perdón, ser artesanos de la paz, compartir los bienes con los más necesitados, trabajar por la justicia y el reparto justo de los bienes que son de todos. En la Eucaristía aprendemos a vivir en comunión y ha sentirnos hermanos unos de otros, dejando atrás cualquier atisbo de individualismo exasperante en el cual podemos caer, sea por nuestro egoísmo casi innato, o por el ambiente que predomina en nuestra sociedad contemporánea.
De la Eucaristía aprendemos lo que es vivir la gratuidad y el don ya que todo es regalo, nada lo merecemos, ni lo ganamos por nuestras propias capacidades. Dios pone la mesa para que tengamos acceso a ella, desde la gracia y la simplicidad. En ella experimentamos el llamado que nos hace el Señor para ir por el mundo siendo sus testigos y apóstoles (y esto lo sentimos cuando se nos dice: “Vayan en la paz del Señor”). En la Eucaristía aprendemos a contemplar el Misterio, a saber callar para que hable el corazón y escuchemos la Palabra Viva de Dios.
En la Eucaristía hacemos ejercicio de esas dos características fundamentales de un hombre y mujer creyente: abrir las manos vacías en una actitud orante y receptiva y ponernos de rodillas, para alabar, bendecir, suplicar e implorar la misericordia y el perdón. En ella aprendemos a hacer de nuestra vida una permanente entrega, como fue la vida de Jesús y experimentamos la grandeza que supone sentarse a la mesa para entrar en un coloquio sosegado y profundo con nuestra historia, con la historia de la Comunidad y con el mismo Señor que se pone en nuestro camino para conversarnos y ayudarnos a caminar cada día.
La Eucaristía nos hace barrer con toda discriminación y exclusividad. A ella tienen acceso todos y nadie puede sentirse desechado o dejado fuera. Por eso que la Eucaristía es una verdadera revolución social por cuanto en ella se da la íntima unidad, una verdadera comunión, la más honda y profunda igualdad. Expresamos, en definitiva, que somos HIJOS de un Padre y, por lo mismo, HERMANOS entre sí.
La Eucaristía, vivida como proyecto de vida, se transforma en profecía y testimonio para la realidad que vivimos. Vivida como necesidad, se hace alimento vital para crecer en nuestra fe y sostenernos en las luchas de cada día.
Vivida como opción de vida, nos hace ser más maduro en nuestra fe y al mismo tiempo más convincentes ante quienes andan buscando un alimento para sus vidas.
Así, pues, que la Eucaristía no sea para nosotros una obligación, una costumbre o una devoción más, sino una NECESIDAD, UN PROYECTO DE VIDA Y UNA OPCION MADURA DE NUESTRA FE.
8 comentarios:
hermano Mario: quiero compartir con usted lo que significa para mi la Eucaristía, lo comparo con un niño al que los papas le entregan un cuaderno nuevo y le piden que no lo borronee mucho, que lo cuide , que no lo manche, así me siento cada semana cuando celebro la Eucaristía, me esmero toda la semana por ser cada día mejor, porque ese compromiso que adquiero con mi Señor de tratar de ser una buena cristiana se vea reflejado en mi ofrenda semanal, a veces cuando se hace cuesta arriba ser mejor mi ofrenda es mas pobre pero que alivio y fuerza me da la bondad del Padre que igual me invita a su mesa y la comunión con su hijo me hace mas fuerte, mas feliz, mas fraterna... creo que ya no podria vivir sin estar en comunión con El... gracias hermano por hacernos reflexionar sobre algo tan importante que a veces por tenerlo tan seguro no le damos el valor que tiene... un abrazo. Tity.
PARA MI LA EUCARISTIA ES ALGO QUE ME FORTALECE EN MI VIDA DE FE. ES CIERTO, JESUS ES EL PAN VERDADERO. OJALA TODOS LOS CRISTIANOS PUDIERAMOS VIVIR CADA DOMINGO CON ALEGRIA ESTE ENCUENTRO CON EL SEÑOR Y LA COMUNIDAD.
Muy querido y recordado hermano:
He tenido que leer y releer varias veces la reflexión de la Eucaristía. Es muy alentador tener la gracia de poder compartir de manera tan cercana la presencia viva y real de Jesús en medio nuestro, en medio de nuestra vida, en medio de nuestra historia, en medio de este mundo que cada día parece alejarse más de Dios mismo hecho pan y ofrecido gratuitamente a nosotros en la Eucaristía.
Enfrentar dolores y situaciones adversas se hace cada vez más difícil sin la presencia de la Eucaristía bien vivida. He visto con mis ojos y compartido con muchas personas que prefieren "hacer el bien" en vez de ir a Misa, simplemente porque no le encuentran sentido. Mi frustración es no poder mostrarles su verdadero significado, porque simplemente no escuchan a la hora de comentar el tema o no creen que el cuerpo de Cristo se haga presente en la Eucaristía.
Cada vez que no voy a Misa, yo puedo sentir el vacío en mi corazón, porque aunque haya leído las lecturas y el evangelio y las haga reflexionado para mí, no estoy en comunión con Dios y con mis hermanos, al cantar los himnos de alabanza, al participar de cada rito, y principalmente al no concurrir al banquete, que aunque pueda recibirlo otro día, no es lo mismo.
Quiero vivir la eucaristía, quiero sentir la eucaristía, quiero sentirme parte de ella, en efecto es algo primordial, porque si no asisto tengo esa sensación de vacío interior, pero ¿cómo evitar la distracción?, ¿cómo evitar el no estar pendiente que el sacerdote que ofrece la eucaristía no es de mi agrado? Conceptualmente puedo saber la respuesta, y creo saberla, pero creo que las tentaciones están cada vez más cerca a la hora, sobretodo, de celebrar la eucaristía. ¿Cómo puedo evitarlo?.
Hermano Mario, el crecimiento en la fe es muy difícil, pero esta gran ayuda que nos está dando por este medio está teniendo sus frutos. Quizá podamos comentar de temores, de miedos, de falsas creencias urbanas con respecto a la fe.
He creado un blog (http://gaesinformatico.blogspot.com/) en el cual quiero dar un espacio a compartir experiencias, y obviamente, poder hacer que esta instancia sea también un espacio de acercamiento y conocimiento del verdadero cristiano, con una mirada desde Cristo, pero no una mirada en las nubes, sino una mirada aterrizada, una mirada aplicable a la vida diaria, como esa mirada que siempre usted coloca, tanto en sus predicaciones, como en este espacio.
Nuevamente le agradezco sus reflexiones, porque a mí, me ayudan mucho a seguir creciendo en la Fe, y sé que a muchas personas también.
Que Dios siempre le de fuerzas y ánimo para no declinar en esta hermosa labor. Su hermano en Cristo Jesús.
bien, sigue así,
HERMANO MARIO:ES CIERTO LO QUE USTED DICE SOBRE LA EUCARISTIA,PERO A VECES LA SITUACION DE LA VIDA COTIDIANA NOS HACE PERDER ESTA REALIDAD Y NOS ALEJA DE ESTE ALIMENTO QUE NOS DA EL SEÑOR,ES UNA SITUACION PENOSA SOBRE TODO PARA QUIENES NO TIENEN UNA BASE DE VIDA CRISTIANA Y LES ES FACIL ALEJARSE DEL SEÑOR,PERO PARA NOSOTROS,Y ESPERO ESTAR ENTRE ELLOS,LA NECESIDAD DE NUTRIRNOS CON LA EUCARISTIA NOS HACE SENTIR SU FALTA Y BUSCARLA COMO ALGO VITAL,SU COMENTARIO REAFIRMA MI SENTIR Y ME INVITA A LUCHAR PARA NO CAER EN UNA RUTINA,GRACIAS POR SUS PALABRAS,PAZ Y BIEN.
La Eucaristía es el gran patrimonio espiritual que nos ha dejado Jesús para acompañar nuestro camino personal y comunitario. Debemos saber apreciarla y vivirla y celebrarla con toda intensidad.
Gracias por todo y por esta reflexión.
Para compartir...
La Eucaristía para mi es el momento mas importante para todos quienes creemos y amamos a Dios. Nos invita a todos, incluso al que no cree; es ahí donde nos encontramos con la presencia viva de Jesús, muerto y resucitado. La Eucaristía es donde concurro cada Domingo a escuchar la palabra de Dios y donde recibo su cuerpo, alimento de vida espiritual que salva de los pecados y fortalece la vida. También en la Eucaristía me comunico cara a cara con Jesús, le pido perdón por todo lo que le ofendo y por ser tan indigna de él. Le doy gracias por quererme tanto y porque puedo estar ahí en la celebración. Mi misión como cristiana es atraer mas personas a vivir la celebración, ser servicial, humilde y solidaria. Padre Mario, para mi la eucaristía es una necesidad, y cuando no asisto me doy cuenta que me falta algo y debo ir el día mas cercano para sentirme bien. Creo que la eucaristía es vida, un alimento necesario para todos los creyentes. En cada misa el sacerdote nos invita a un cambio personal, nos llama a reflexionar cada día, y a ser buenos humanos, mejores hermanos y amigos. Siempre estamos recibiendo su apoyo, sus consejos nos ayudan a abrir nuestros caminos en el seguimiento verdadero de Jesús.
Padre Mario, quisiera aprender mucho sobre la Eucaristía para asi poder también transmitir mis conocimientos a todo quien me pregunte. Por esto le sugiero que nos siga orientando respecto a este tema.
Con mucho cariño
Un abrazo
María Ruth
Las vivencias sobre la Eucaristía en mí han sido diversas, según la edad, las circunstancias de vida que he pasado y también de acuerdo a las experiencias de fe que voy teniendo.
Ojalá que en nuestra Iglesia supiéramos valorizar muchísimo más este sacramento y vivirlo con fuerza en nuestras Comunidades.
De todos nosotros depende, (¡de todos!) cada uno en lo suyo debe hacer todo lo posible para que esta Celebración sea realmente un momento gravitante para todos nosotros y no sólo sea algo rutinario, como a veces puede ocurrir.
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