Postrados delante del Misterio,
con nuestras manos abiertas y vacías,
de rodillas para adorar y bendecir,
el Peregrino camina con nosotros,
nos forma con la potencia de su Palabra,
se nos revela en la Fracción del Pan,
y nos acompaña cada día.
Por eso,
desde el fondo de nuestro corazón,
nace esta oración:
"¡Quédate con nosotros, Señor!"
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