La fuerza de un estilo de vida diferente.
Los cristianos tenemos una tarea en el mundo: ser sal de la tierra y luz del mundo (Mt. 5, 13 y 14) y esto a partir de Aquel que dijo: “Yo Soy la Luz del mundo, el que me sigue no caminará en tinieblas, sino que tendrá luz y vida” (Jn. 8,12).
He aquí la tarea ineludible de todos los que reconocemos a Jesús como el Camino verdadero de la vida. Dar testimonio de El a partir de las circunstancias habituales de la vida y de la dinámica propia que a todos nos toca vivir en nuestra existencia cotidiana.
Me temo, creo, que hoy adolecemos los cristianos de esa vitalidad contagiante y testimonial que lleve a los demás, por la forma de vida que llevamos, a preguntarse: ¿Por qué ellos son así?, ¿Por qué actúan de esa manera? ¿Qué fuerza tienen que van contra viento y marea y viven con audacia y alegría su fe en el mundo?
Hoy día los cristianos nos sentimos arrinconados, o a veces temerosos en explayarnos en la vivencia de nuestra fe, o en otras ocasiones simplemente nos mimetizamos con el sistema imperante y nos perdemos en la inmensidad de aquellos que sólo piensan en sí mismo y en sus intereses particulares. No pocas veces escuchamos decir: “¡Es tan difícil ir contra la corriente!”, “¡Son tan poderosos los Medios de Comunicación Social que nos aplastan con sus mensajes facilistas e instantáneos!”, “Yo sólo me preocupo de mis cosas y punto”, "Nada puedo hacer yo solo ante otros "mensajes" más atractivos y populares", en fin, frases de este calibre y muchas otras que el lector escuchará a diario.
Peor aún es cuando hacemos un divorcio de nuestra fe con respecto a la vida de cada día. Para algunos cristianos la fe no pasaría más que ser algo de uso personal e íntimo, refiriendo su vida cristiana a un ámbito meramente privado, lo cual, por cierto aleja de una manera sustantiva que ese cristiano pueda influir positivamente en el medio donde se desenvuelve y trabaja.
Pero el camino es otro.
No debemos separar lo que Dios ha unido: la fe y la vida van juntas y las obras son el reflejo de la fe que uno tiene. No podemos, de igual forma, dejarnos arrinconar por los ambientes secularistas que hoy imperan. Al contrario, cuanto más grande sea el desafío, con mayor razón hemos de vivir alegremente nuestra vocación de cristianos.
En cualquier ambiente.
No se trata de ir por la vida como “especies raras”, pero sí de caer en la cuenta que Jesús nos invita a no poner debajo de un cajón la luz que debe brillar en lo alto de un candelero.
¿Será muy difícil ser justo y fraterno? ¿Amar la creación y respetar el medio ambiente? ¿Pagar salarios justos y no evadir los impuestos? ¿Ser competente profesionalmente hablando? ¿Hacer más digna la vida de los pobres y marginados? ¿Vivir la política como búsqueda del bien común y no del bien personal? ¿Construir familias estables y matrimonios para toda la vida? ¿Apostar por la paz y el respeto a la vida humana? ¿Construir ciudades a escala humana y convivir pacíficamente? ¿Amar a nuestros ancianos donde ellos tengan pensiones dignas y favoreciendo el crecimiento integral de nuestros niños?
Por cierto, que esta puede ser una tarea titánica y compleja, pero las montañas están puestas para escalarlas y no sólo para contemplarlas desde el sillón de nuestras nostalgias y cobardías.
Además, ser cristiano, nunca ha sido fácil y tampoco lo será hoy día. Pero es hora que nos pongamos, con la fuerza de Dios, a transformar este mundo en el paraíso que un día soñamos.
¡Vamos, anímate, no estamos solos en esta lucha! Haciéndonos protagonistas de esta forma nueva de vida, más de alguien podrá preguntarse: ¿Por qué son así? Y estaremos aportando lo específico que se espera de un discípulo de Jesús.
Que te vaya bien en este intento. Te lo deseo de corazón.
PARA TU MEDITACION:
¿Te sientes sal de la tierra y luz del mundo? ¿Cómo lo podrías expresar mejor esto en tu vida cada día?
Los cristianos tenemos una tarea en el mundo: ser sal de la tierra y luz del mundo (Mt. 5, 13 y 14) y esto a partir de Aquel que dijo: “Yo Soy la Luz del mundo, el que me sigue no caminará en tinieblas, sino que tendrá luz y vida” (Jn. 8,12).
He aquí la tarea ineludible de todos los que reconocemos a Jesús como el Camino verdadero de la vida. Dar testimonio de El a partir de las circunstancias habituales de la vida y de la dinámica propia que a todos nos toca vivir en nuestra existencia cotidiana.
Me temo, creo, que hoy adolecemos los cristianos de esa vitalidad contagiante y testimonial que lleve a los demás, por la forma de vida que llevamos, a preguntarse: ¿Por qué ellos son así?, ¿Por qué actúan de esa manera? ¿Qué fuerza tienen que van contra viento y marea y viven con audacia y alegría su fe en el mundo?
Hoy día los cristianos nos sentimos arrinconados, o a veces temerosos en explayarnos en la vivencia de nuestra fe, o en otras ocasiones simplemente nos mimetizamos con el sistema imperante y nos perdemos en la inmensidad de aquellos que sólo piensan en sí mismo y en sus intereses particulares. No pocas veces escuchamos decir: “¡Es tan difícil ir contra la corriente!”, “¡Son tan poderosos los Medios de Comunicación Social que nos aplastan con sus mensajes facilistas e instantáneos!”, “Yo sólo me preocupo de mis cosas y punto”, "Nada puedo hacer yo solo ante otros "mensajes" más atractivos y populares", en fin, frases de este calibre y muchas otras que el lector escuchará a diario.
Peor aún es cuando hacemos un divorcio de nuestra fe con respecto a la vida de cada día. Para algunos cristianos la fe no pasaría más que ser algo de uso personal e íntimo, refiriendo su vida cristiana a un ámbito meramente privado, lo cual, por cierto aleja de una manera sustantiva que ese cristiano pueda influir positivamente en el medio donde se desenvuelve y trabaja.
Pero el camino es otro.
No debemos separar lo que Dios ha unido: la fe y la vida van juntas y las obras son el reflejo de la fe que uno tiene. No podemos, de igual forma, dejarnos arrinconar por los ambientes secularistas que hoy imperan. Al contrario, cuanto más grande sea el desafío, con mayor razón hemos de vivir alegremente nuestra vocación de cristianos.
En cualquier ambiente.
No se trata de ir por la vida como “especies raras”, pero sí de caer en la cuenta que Jesús nos invita a no poner debajo de un cajón la luz que debe brillar en lo alto de un candelero.
¿Será muy difícil ser justo y fraterno? ¿Amar la creación y respetar el medio ambiente? ¿Pagar salarios justos y no evadir los impuestos? ¿Ser competente profesionalmente hablando? ¿Hacer más digna la vida de los pobres y marginados? ¿Vivir la política como búsqueda del bien común y no del bien personal? ¿Construir familias estables y matrimonios para toda la vida? ¿Apostar por la paz y el respeto a la vida humana? ¿Construir ciudades a escala humana y convivir pacíficamente? ¿Amar a nuestros ancianos donde ellos tengan pensiones dignas y favoreciendo el crecimiento integral de nuestros niños?
Por cierto, que esta puede ser una tarea titánica y compleja, pero las montañas están puestas para escalarlas y no sólo para contemplarlas desde el sillón de nuestras nostalgias y cobardías.
Además, ser cristiano, nunca ha sido fácil y tampoco lo será hoy día. Pero es hora que nos pongamos, con la fuerza de Dios, a transformar este mundo en el paraíso que un día soñamos.
¡Vamos, anímate, no estamos solos en esta lucha! Haciéndonos protagonistas de esta forma nueva de vida, más de alguien podrá preguntarse: ¿Por qué son así? Y estaremos aportando lo específico que se espera de un discípulo de Jesús.
Que te vaya bien en este intento. Te lo deseo de corazón.
PARA TU MEDITACION:
¿Te sientes sal de la tierra y luz del mundo? ¿Cómo lo podrías expresar mejor esto en tu vida cada día?
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