lunes, 2 de febrero de 2009

ECHAR FUERA LOS ESPIRITUS MALIGNOS


Al final, siempre habrá un horizonte nuevo
para nuestra vida.



"Cállate y sal de este hombre"
Mc. 1,26


Hace unos días recibí un correo electrónico, donde me enviaban el fotolog de un joven que se había suicidado después de haber escrito en su propia página su despedida. Y quién me lo envió, me decía: “Hermano, ¿que habrá pasado por la cabeza de Alex para hacer lo que hizo?”. Al ver su fotolog y darme cuenta del tenor de su despedida, también me surgieron muchas preguntas y reflexiones del por qué de dicha situaciones.

Más allá de las innumerables variables y situaciones que pueden concurrir a desencadenar un hecho tan lamentable como el suicidio de un joven de 17 años, es claro que muchas personas, ya sea jóvenes, adultos, o mayores, tenemos necesidad de encontrar espacios en nuestra vida donde poder sacar ese cúmulo de sensaciones, sentimientos, frustraciones, carencias, que muchas veces nos oprimen y nos condicionan.

Seguramente habrán casos más bien clínicos y que han de tener una clara atención especializada, pero no es menos cierto que muchas veces “nos ahogamos en un vaso de agua”, como se dice habitualmente, y lo que necesitamos es que alguien nos escuche con atención y dedicación, poder tener un espacio donde reconocer nuestras vulnerabilidades y sentirnos acogidos y animados para hacer el camino de nuevo y de una manera más plena.

Jesús fue un día sábado a la sinagoga y se demostró en Cafarnaúm como alguien que enseña con autoridad y originalidad, Alguien que tiene una enseñanza nueva que impacta sobre manera a sus oyentes.

En este contexto, Jesús echa fuera un espíritu impuro que atormentaba a un hombre y que estaba oprimido por su presencia maligna. Las palabras “CALLATE Y SAL DE ESTE HOMBRE”, calaron tan hondo en todos que todavía hoy se siguen repitiendo en todos aquellos que de alguna manera necesitamos o hemos necesitado vernos libres de todos aquellos espíritus malignos que nos acechan, nos coartan, nos repliegan, nos hacen sufrir y no nos dejan ser auténticamente libres.

Espíritu malignos que sin ser casos patéticos en el caso nuestro, sí muchas veces se muestran como obstáculos serios y, muchas veces insalvables, en nuestro esfuerzo por ser mejores personas y mejores cristianos.

En el discernimiento de espíritus nos daremos cuenta si estos son malos o buenos en la medida que engendremos cosas buenas o malas a nuestro alrededor. Cuando nuestro paso por el mundo, el mundo doméstico, pequeño, normal de cada día, reciba de nuestra parte semillas de vida, esperanza, bondad, entonces podremos caer en la cuenta que nos habita el Espíritu del Señor. Si por el contrario las proyecciones de nuestra vida cotidiana son signos de no-vida, mezquindad, egoísmo … entonces vamos a necesitar, como el hombre del Evangelio, escuchar nuevamente la voz del Señor que le diga a ese espíritu impuro: “CALLATE Y SAL DE ESTE HOMBRE”. Y nuestro corazón se sanará.

Y pienso, si no sería eso lo que también necesitó Alex para no partir prematuramente de este mundo.

Quizás.

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