domingo, 25 de enero de 2009

TODO COMENZO EN GALILEA

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"Jesús se dirigió a Galilea. Allí proclamaba la Buena Noticia de Dios"


Mc. 1,14



En Galilea, región despreciada para las personas de la provincia de Judea, comenzó la aventura más grande que jamás nunca se haya tejido en la historia de la humanidad. Nada más y nada menos, que Dios comenzó a gestar su historia de amor y misericordia con los hombres y mujeres de todos los tiempos, en la persona de Jesús, en una tierra insignificante y marginal, como es Galilea. De allí salió Jesús para predicar la Buena Noticia de Dios, proclamando que el tiempo se había acabado y que el Reino estaba cerca para el cual era preciso convertirse y creer definitivamente en la Buena Noticia.

Así comenzó Jesús su predicación. Trayendo una Buena Noticia, proclamando el Evangelio a todos los que estaban ávidos de un sentido más hondo para sus vidas. En Galilea comenzó a gestarse la historia de Dios en medio nuestro y desde ahí se diseminó por todo el mundo el mensaje liberador y cautivador del Maestro Jesús.

Seamos claros. Lo que Jesús vino a traer al mundo es el Evangelio. Este Evangelio se le acepta no con argumentos racionales y teológicos, sino con el corazón y con la fe y más que aceptar verdades y teorías, es aceptar la incondicionalidad por Jesús como nuestro único y auténtico Maestro. No somos nosotros quienes lo elegimos a El, sino que El nos elige a nosotros para que seamos sus discípulos.

Así como un día Jesús pasó por la orilla del mar de Galilea y llamó a ser “pescadores de hombres” a Simón y Andrés, Santiago y Juan, también HOY pasa por la orilla de tu propio mar, y desde esa particular situación en la cual te encuentras, te invita a dejar las redes y a seguirlo con prontitud y decisión. No te llama porque seas superdotado o perfecto, te llama más bien porque a partir de ti puede brillar más fuertemente la gracia de Dios, como diría San Pablo y porque a partir de tu propia estructura humana El quiere iniciar un nuevo camino en tu vida.

En medio de los vaivenes de esta vida, Jesús nos urge a asumir el EVANGELIO en toda su integridad, que El mismo vino a predicar como la Buena Noticia de Dios, a hacerlo nuestro y llevarlo a los distintos ámbitos de nuestra vida cotidiana. A hacer del Evangelio una forma de vida, una apuesta diferente y novedosa de cómo vivir la vida humana en este momento histórico que nos toca vivir.

El Evangelio nos lleva a contemplar el “sueño de Dios”, el plan original que El ideó para el ser humano y que Jesús vino a plasmar con su vida y predicación y para el cual necesitó colaboradores, discípulos y misioneros que expandieran esta novedad por toda la humanidad.

¡Cuán necesario se hace hoy que el Evangelio impregne las estructuras, corrientes de pensamientos, estilos de vida que hoy se van dibujando en torno nuestro! Aun más, nosotros mismos, deberíamos hacer que el Evangelio sea palabra viva en nuestro corazón y no letra muerta como a veces puede llegar a serlo. No es una religión la que necesariamente tenemos que vivir o por la que nos tenemos que desvivir, sino que primordialmente, es el Evangelio, con toda su potencia y carga desafiante e iluminadora, lo que tenemos que saber encarnar y proyectar en las realidades cambiantes y atractivas del mundo de hoy.

En este mercado de ofertas en el cual muchas veces nos sentimos inmersos, vayamos a la FUENTE DE AGUA VIVA y bebamos del Evangelio y saciemos todas nuestras esperanzas y utopías en esta Palabra definitiva que Dios pronunció a través de Jesús.

Aquello que comenzó en Galilea, con la predicación y el testimonio de Jesús, que prosiga ahora en nuestra propia Galilea.

¿Será posible?

Claro que sí. Nuevamente ha de comenzar todo en Galilea, como en tiempos de Jesús.



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