lunes, 16 de febrero de 2009

LA TENTACION DE EXCLUIR Y DISCRIMINAR.





"Se le acercó un leproso, que se arrodilló ante él y le suplicó:


'Si quieres, puedes limpiarme'.


Mc. 1, 40-41



Los leprosos eran personas, triplemente excluidas y discriminadas; del culto, porque su lepra se les considerada una expresión de su pecado; de la sociedad porque eran impuros y podían contaminar a los demás, por eso estaban destinados a vivir en la periferia de las ciudades; y de si mismo, por la baja autoestima que originaba en ellos considerarse despreciados por los demás.

Un leproso como éstos, desafía el ambiente social y religioso de aquel tiempo, y va a ponerse de rodillas delante de Jesús para pedirle con toda confianza que le sane de su mal, el cual tanto daño le hace para su vida y su corazón.

Jesús, no se demora ni un segundo, y mirándolo con compasión, extendió su mano y lo tocó (gesto osado porque no se podía tocar a un impuro con el riesgo que ello significaba) y le dice: “Quiero, queda limpio”.

Hace unos días, un actor se caracterizó de mapuche y anduvo merodeando cerca del Palacio de Gobierno en nuestro país e inmediatamente fue conminado a identificarse porque parecía un sospechoso. Por el contrario, el mismo actor ahora haciéndose pasar por un turista extranjero, no tuvo ningún problema de pasearse por la Moneda como “Pedro por su casa” sin ser molestado o preguntado por su accionar. Ante dos situaciones iguales, dos reacciones distintas.

Es que tenemos la tentación muy acendrada en nuestro país de discriminar a las personas. Un obrero, una empleada, un hombre bien o mal vestido, una mujer o un varón, una autoridad o un vecino cualquiera, en fin, muchas situaciones dan cuenta que en nosotros existe una tendencia a la exclusión que no es lo que se refleja en la Palabra de Dios y que no es el proceder habitual de Jesús.

Vayamos al encuentro del Maestro para ponernos de rodillas delante de El y pedirle que sane nuestras heridas, que nos limpie de aquellas lepras que nos hacen sentirnos excluidos y, por otro lado, aprendamos del Señor para incluir y no excluir a los demás por lo que son o representan.

Hoy también Jesús quiere extender su mano, tocar nuestras heridas y sanarnos plenamente. Nada es imposible para El. Igualmente, también como El, vayamos por el mundo extendiendo nuestras manos, tocando el dolor y las heridas de los demás y haciendo que vuelva a ellos la dignidad perdida por la exclusión y la discriminación de la cual muchas veces son víctimas.

Como ese actor en la Moneda.



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