EL TESORO ESCONDIDO
Hace un tiempo atrás, se oía decir por la televisión (si es que no me falla la memoria), que en la isla Juan Fernández se escondía un gran tesoro que tenía un valor incalculable. No sabemos si esto es un mito, una historia construida en el tiempo, o una realidad que todavía no ha sido descubierta en su totalidad. Como quiera que fuese, lo cierto es que esto atraía la curiosidad de muchos e incluso el despliegue de una diversidad de personas que pretendían buscar y encontrar dicho tesoro. Y parecía que la ganancia era bastante jugosa: una buena parte de ese botín sería para quien lo encontrase.
¡A todos nos gusta muchísimo pensar siquiera en encontrar un gran tesoro! ¡Una perla preciosa, de gran valor, que nos asegure el futuro para siempre! Es cierto, ¡nos gusta mucho soñar!.
Pero bien. ¡Soñar no cuesta nada! Más aún cuando estos sueños son de corto aliento.
Al mirar el evangelio, nos damos cuenta que el mismo Jesús, se compara con un tesoro de gran valor. Con una perla preciosa, para el cual bien vale la pena “dejar todo” y, con mucha alegría, adquirir este don preciado.
La pregunta es obvia: ¿He encontrado este tesoro? ¿Sé discernir en dónde puedo encontrar esta perla preciosa? De un buen discernimiento, depende una buena decisión. Por eso el joven Salomón en el inicio de su reinado, ante la oferta de Dios que le dice: “Pídeme lo que quieras” no le pide una larga vida, ni riqueza, ni la vida de sus enemigos, sino tener un corazón comprensivo para juzgar al pueblo y saber discernir entre el bien y el mal, ante lo cual Dios le concederá un corazón sabio y prudente (cf. 1R 3,5 ss).
Esto es precisamente lo que debemos pedir cada día: “Señor, dame un corazón sabio y prudente”. Un corazón sabio no es el de aquel que se hace razonable según la mentalidad del mundo, quien acumula conocimientos intelectuales en su cabeza u ostenta muchos títulos que puede exhibir colgados en la pared de su oficina. Un corazón sabio y prudente, es aquel que sabe “saborear” las cosas de Dios, que tiene esa profundidad de espíritu para auscultar lo que en cada hora de su vida ha de realizar.
El corazón sabio y prudente, sabe determinar dónde se encuentra el tesoro y es capaz de jugarse la vida por él, venderlo todo (o sea relativizar lo demás) y adquirirlo para vivir la vida en rectitud y sentido de plenitud.
En esta multiplicidad de “tesoros” que pone por delante el mundo, algunos de ellos legítimos y verdaderos, pero relativos y perecederos y otros derechamente falsos e ilusorios, ¡cuán necesario se hace que sepamos ejercitarnos en el discernimiento! Saber separar los peces buenos de los peces malos, como nos muestra el evangelio, para quedarnos con el verdadero tesoro: Jesús y el Reino. Si lo hacemos así, lo demás vendrá por añadidura.
De esta manera, ante la oferta de Dios “pídeme lo quieras”, digámosle: “Señor, dame un corazón sensato, que sepa discernir entre el bien y el mal”, bajo el cual podamos caminar a la búsqueda del tesoro.
Como esos hombres que siguen buscando un tesoro en la isla Juan Fernández que no sabemos si existe o no.
lunes, 28 de julio de 2008
DONDE ESTA TU TESORO, ESTA TU CORAZON
"El Reino de los Cielos se parece a un tesoro escondido
en un campo; un hombre lo encuentra, lo vuelve a
esconder, y lleno de alegría, vende todo lo que posee
y compra el campo"
(Mt. 13,44)
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2 comentarios:
hoy mas que nunca como Salomon le pido a nuestro Señor, un corazón sabio y generoso, para entender y aceptar lo que el quiere de mi... con humildad y alegria seguir el camino que el me indique.
yo ya me siento dueña de un gran tesoro: "MI FE" Y AMOR A DIOS Y A MIS HERMANOS.
Tity.
Yo creo que si estoy atenta a su palabra y sus enseñanzas ya he encontrado el tesoro en mi corazón. Entonces, podré gozar del reino de Dios, que es Jesús. Por eso le pido que me dé un corazón humilde, me aumente la fé y el amor al prójimo para sentirlo en todo lugar dejando todo en sus manos.
Compartiendo con cariño
María Ruth
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