domingo, 13 de julio de 2008

EL SEMBRADOR SALIO A SEMBRAR






"El sembrador salió a sembrar. Al esparcir las semillas, algunas cayeron al borde del camino ... Otras cayeron en terreno pedregoso ... Otras cayeron entre espinas ... Otras cayeron en tierra buena y dieron fruto: unas cien, otras sesenta, otras treinta ..." (Mt. 13).

DANDO FRUTOS ABUNDANTES: ¿100, 60, 30?


El capítulo 13 de San Mateo, nos trae siete parábolas que nos hablan del Reino de Dios. La primera de ellas es la conocida parábola del sembrador que este domingo ha sido proclamada en todos nuestros templos y capillas.

Esta parábola del sembrador, me hace volver la mirada hacia aquellos hombres de campo que pacientemente preparan la tierra, la cultivan y la disponen de tal suerte que la semilla que van a depositar pueda producir abundante fruto. Ellos vivirán de la espera paciente y expectante de que a la vuelta de la temporada todo el sacrificio y el esfuerzo se vea coronado con una gran cosecha.

Podríamos suponer que algo parecido quiere hacer Dios con cada uno de nosotros.

Desde que vinimos a este mundo, El ha venido sembrando la semilla de su Palabra en nuestro corazón y nos ha hecho partícipe de la novedad de su Reino. Pero, ¿cómo ha sido hasta ahora esta siembra? ¿En qué terreno ha ido cayendo la Palabra a lo largo de nuestra vida? ¿Cuántos frutos verdaderos y auténticos hemos ido dando en estos años de nuestra existencia?.

Sabemos que los terrenos han sido diversos. No lo podemos negar.

A veces la Palabra y el Reino han caído “al borde del camino”, porque no nos hemos dado el espacio suficiente para “rumiar” el Mensaje y simplemente el primer esfuerzo ha caído en la banalidad y simplemente se ha perdido.

Otras veces esta Palabra “cae en terreno pedregoso”, cuando nuestra vida de fe, la vida espiritual, simplemente está hecha de momentos “excepcionales” pero no se cultivan procesos y todo queda en la nada. Faltó la constancia para perseverar en el camino que un día se descubrió. La semilla necesita surco para germinar y fecundar. También la vida cristiana.

La semilla "que cae entre espinas” supone el desmedido valor que podemos darle a las realidades de este mundo, al activismo sin pausa en el cual a veces caemos y, en definitiva, a poner el corazón en la fuerza del dinero y de las riquezas que nos distraen y nos desperfilan en nuestras opciones verdaderas.

En suma, la semilla “que cae en tierra buena y da fruto” es aquel que abre el surco de su corazón para que Dios, cada día, siembre la semilla buena de su Palabra y del Reino y produzca el fruto esperado: cien, sesenta o treinta por uno.
La clave estará en la capacidad de DAR FRUTOS abundantes a partir de toda la potencialidad que podemos desarrollar como seres humanos.

No todos daremos la misma cantidad de frutos, como tampoco los distintos terrenos sembrados producirán lo mismo. Sin embargo, se trata que cada persona sea capaz de dar lo máximo a partir de su realidad. Es decir, que el sembrador que hoy sale a sembrar en cada uno, encuentre un terreno (nuestra vida), bien disponible, para hacer germinar todas aquellas semillas que desde siempre nuestro Padre ha colocado en nuestro corazón.

¿El 100, 60 o 30 por uno? Quizás. Mas, todo, aquello que la potencialidad de tu persona lo permita.

¡Ese es el desafío! DAR TODO.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Hola Padre Mario,
Bueno, mi tierra no es la mejor, pero espero que con trabajo y sacrificio pueda mejorar y así entrgarle a Dios un jardín donde quiera pasear y descansar durante el día.
Difícil tarea, espero al menos poder entregarle una flor.

http://es.youtube.com/watch?v=tq4s1NBKQRM

Cariños, lo extraño mucho.