lunes, 1 de septiembre de 2008

HABLEMOS DE SEDUCCION


Jesús sale a tu encuentro cada día



Coloca tu corazón en Jesús



Como una madre ama a su hijo, así te ama Dios.




Que tu corazón arda de amor.


"¡Tú me has seducido, Señor,
y yo me dejé seducir!"

(Jer. 20,7)


Desde todas partes y de distintos modos, muchos quieren atraer nuestra atención y cautivar el sentido de nuestras opciones. Somos seducidos por una amplia gama de ofertas y de estilos de vida, en el cual se asoman a nuestra ventana una diversidad de caminos que pretenden copar nuestro corazón y todo nuestro ser. Sin ir más lejos, una propaganda de un conocido café nos dice: “Déjate seducir por un sabor único y un aroma incomparable”. Y así, suma y sigue.

En este mismo sentido, también Dios quiere seducir y copar enteramente nuestro corazón y toda nuestra vida. Fue también la experiencia del profeta Jeremías, que ante la resistencia de su parte para asumir su vocación de profeta, se siente “forzado”, casi violentado por Dios, para no escapar de El, llegando a hacer patente esa experiencia personal que vivió con Dios con esta revelación: “Tú me has seducido, Señor, y yo me dejé seducir”.

De eso trata en definitiva, la relación que cada cual ha de tener con Dios. Asumir que Dios quiere seducir nuestro corazón y todo nuestro ser y dejarse seducir por El, tanto como el que enamora a alguien y se deja enamorar por esa persona.

¿Podré decir con propiedad hoy que Dios me ha seducido y que me he dejado seducir por El? Si hablamos de una vida cristiana, vivida desde la óptica de ser “discípulos misioneros” (como nos exhorta Aparecida, en Brasil), es imprescindible que hagamos esta experiencia de amor. La fe no sólo se profesa con la boca (como lo había hecho Pedro en Cesarea de Filipo), sino que tiene que ser una profesión hecha con la vida, (como nos pedía el evangelio de este domingo), de tal forma que seguir a Jesús, sea la expresión fehaciente de que El es nuestro Maestro, en donde nos ponemos DETRÁS DE EL, volvemos a ser discípulos y le seguimos hasta Jerusalén, dispuestos, incluso a tomar la cruz y dar la vida si así fuese necesario.

Seducir, suena a enamorar, cautivar, encantar, atraer. Esa es la experiencia cristiana que debemos realizar todos los que adherimos a Jesús. Es decir, una fe que nace de un encuentro personal con el Señor. Sentir que Alguien nos ha cautivado y que ha provocado una conmoción interior en nuestro ser. Que ha llegado a nuestras fibras más íntimas y que ha dejado una huella indeleble en nuestro ser. En suma, Alguien (Dios) que nos ha seducido por completo.

Pidamos esta gracia que vivió Jeremías y estemos abiertos para que el Señor nos seduzca y nosotros nos dejemos seducir por El.

Si eso ocurre, entonces viviremos plenamente la alegría y belleza de ser cristianos. Nuestro corazón se dilatará y estará lleno de amor y de encanto porque Dios nos ha atrapado con su amor, y este sabor único y aroma incomparable (de la propaganda), será nada más y nada menos que el mismo Cristo Jesús, el Señor.


2 comentarios:

Unknown dijo...

Para compartir...

Padre Mario, a pesar de todo lo que me ha tocado vivir en este último tiempo, mi mayor fuerza, es Dios. Dejo todo en sus manos para que me ilumine y guíe mi camino. Hay cosas tan fuertes, dolorosas e inesperadas que a muchas personas nos toca vivir, que nos sorprenden y conmueven. Es aquí donde deberíamos dejarnos seducir completamente por nuestro padre, dejaríamos de sufrir tantas cosas que nos pasan. Dios nunca nos va a fallar en nada, nos dió la vida y estará por siempre con nosotros.
Padre Mario, a veces pienso que debemos aprovechar las oportunidades que Dios nos da para dejarnos seducir. El hecho de asistir a las misas dominicales, escuchar su palabra con atención, luego escuchar la homilía que es lo que nos ayuda entender mejor el evangelio, leer la biblia, asistir a encuentros fraternales, leer el blog que ud nos presenta con sus enseñanzas, creo que todas estas cosas son atracciones para todos los creyentes y en alguna medida debemos sentirnos cautivados por Jesús, y ser firmes en la fé, en lo que creemos y sentimos, que es Dios, y cada vez dejar nuestros corazones abiertos para seguir la senda de Jesús y disfrutar el aroma y sabor real que es Dios.

Cariños
María Ruth

Unknown dijo...
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