lunes, 8 de septiembre de 2008

DONDE HAY DOS O TRES REUNIDOS EN MI NOMBRE

La oración común vitaliza la vida de la Comunidad.


El Espíritu Santo nos pone en sintonía con Dios.



Somos piedras vivas de la Iglesia.




"Yo estoy presente en medio de ellos"

(Mt. 18,20)


Nuestras Comunidades Eclesiales deberían ser “escuelas de oración”. Me temo que no lo son.

Nuestras familias deberían ser “iglesias domésticas” donde aprendemos a orar. Me temo que muchas veces no lo son.

Nosotros, los cristianos, cada cual, deberíamos ser hombres y mujeres que intimamos de continuo con el Padre. Me temo que no lo hacemos con regularidad.

Por eso:

Tenemos tarea por delante para añadirle consistencia a nuestra vida interior. Si no lo hacemos, seremos como las hojas que caen en otoño que son llevadas por el viento de un lado para otro.

Pidamos este DON. ¡Y ejercitémonos en el arte de la oración! Mas bien, busquemos espacios para sentir el silencio que nos habla. Para ello, entremos en nuestra pieza, cerremos la puerta y oremos a nuestro Padre, como nos dice Jesús.



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