“¿Cómo se han quedado todo el día aquí, sin hacer nada?”.
Ellos le respondieron: ‘Nadie nos ha contratado’.
Entonces les dijo: “Vayan también ustedes a mi viña”.
(Mt. 20, 6-7)
Al respecto, se señala que son muchos los contratados para ir a trabajar a la viña: Unos, en la madrugada, (éstos por un denario al día, o sea el jornal que ganaba un obrero en aquella época), otros, a las nueve de la mañana, al mediodía, a las tres y por último a las cinco de la tarde. Todos con la misma misión: ¡VAYAN A MI VIÑA!
Bajo el marco de este texto, saquemos algunas enseñanzas que nos pueden estimular en nuestra caminata de fe.
También hoy, y con la misma urgencia de entonces, DIOS NOS LLAMA PARA QUE TRABAJEMOS EN SU VIÑA. Todos somos útiles y necesarios en el desafío de construir una sociedad que sea capaz de armonizar en sí los valores que Jesús un día nos vino a predicar y por los cuales en definitiva murió. Que nadie sienta que su esfuerzo no es válido porque ha sido llamado a última hora. Que nadie se sienta, además, exento de esta obra misionera que nos espera y nos urge a todos. ¿Por qué quedarse “parados en las esquinas de brazos cruzados” cuando hay tanto compromiso que vivir y tantos ideales por los cuales luchar cada día? Por cierto, ¡LA VIÑA TE ESPERA!
De igual forma, hemos de considerar que Dios NOS LLAMA EN DISTINTAS HORAS DE NUESTRA VIDA. A cada momento El está pasando por nuestras vidas y si nos encuentra pasivos y desocupados, entretenidos en un mundo superfluo y “light” también nos volverá a decir: “vayan a mi viña”. La hora del llamado puede ser distinta para cada cual, para unos habrá sido desde su tierna infancia; para otros en la “rebeldía e idealismo” de la juventud; para otros en la hora de los compromisos cuando se es adulto y, quizás para otros, en el ocaso de su vida. Sólo que en cualquier momento, el desafío será el mismo: SALIR DE NOSOTROS PARA ASUMIR UNA TAREA PROPIA E INELUDIBLE.
Por último, Dios quiere ser bueno con todos, por eso al que contrata último le paga lo mismo que al primero que se llevó el peso de la jornada. Desde un punto de vista humano, nos puede resultar injusto, sólo que para Dios lo que vale es su bondad y su magnánimo corazón. En este sentido, no corre aquí una “espiritualidad del mérito” que nos puede condicionar en nuestra opción creyente, como que si nos pudiéramos “ganar” el favor de Dios por lo que hacemos, o que podemos ser merecedores de ciertos privilegios, sino que tenemos que aprender a vivir una “espiritualidad de la gratuidad” en donde todo es regalo, don y gracia. Por eso se entiende entonces cuando Jesús nos dice que “los últimos serán los primeros y los primeros serán los últimos”. Y esto es simplemente así porque Dios es bueno.
Así pues, vete a trabajar a la viña en esta hora de tu propia vida y no te demores más. ¡LA VIÑA, EL MUNDO, ESPERA POR TI!