“¡Te seguiré a dónde vayas!”
Lc. 9,57
En el evangelio del domingo
décimo tercero del Tiempo Ordinario, se nos muestra a Jesús tomando la decisión
de subir a Jerusalén en donde será crucificado. Mientras iba de camino, se
presentan tres experiencias vocacionales que viven distintas personas, en las
cuales me quisiera detener un momento.
Por de pronto, hay que señalar
que el cristianismo se define básicamente en el seguimiento de Cristo, por
amor. Es la experiencia de Pedro, cuando Jesús le pregunta, “¿me amas?” … a la
respuesta afirmativa de éste, le dice, “entonces, SIGUEME”. Es por amor que se
sigue a Jesús. Es siendo discípulo, donde al fin se define la vida de un
cristiano. Un discipulado y seguimiento no exento de riesgos y complejidades
como lo veremos en las situaciones que nos narra el evangelista. Porque en
verdad el seguimiento de Cristo no es algo romántico ni tampoco platónico.
Asume todo el realismo de nuestra vida, es radical, absoluto. A veces es
excluyente cuando algunos valores por legítimos que sean, se hacen
incompatibles con el Reino y el Evangelio.
Es lo que nos enseña el
Evangelio. Jesús se encuentra con tres tipos de presuntos seguidores y sus
respuestas traspasan el tiempo para convertirse en una palabra actual para
nosotros.
"¡Te
seguiré a dónde vayas!
El seguimiento de Jesús es
riesgoso. No sabemos a dónde nos puede conducir. No nos promete comodidad ni
bienestar. Es entrar a vivir en el desapropio. Es un riesgo, no sabemos qué
puede pasar en el camino del discipulado y el seguimiento, pero es también una
aventura en la cual algo nuevo puede pasar en la vida del discípulo.
"Sígueme”
Ante la invitación de Jesús,
esta persona pone la condición de ir primer a enterrar a su padre. De la
respuesta del Maestro, “dejen que los muertos …” podemos deducir que el
seguimiento de Jesús no se puede posponer para una mejor ocasión. El
discipulado no admite pretextos. No podemos escamotear su seguimiento. El
llamado a la misión se hace irrenunciable, ante lo cual no caben otras
explicaciones por legítimas que sean. No cabe posponer el seguimiento para
cuando se den realidades más óptimas, las que, por supuesto, nunca se darán
plenamente.
"Te
seguiré, Señor, PERO”
Seguir a Cristo presupone
constancia y fidelidad en los distintos momentos de la vida, en los éxitos y en los fracasos, con entusiasmo o
cansancio, en los momentos de gloria, como en aquellos en que todo parece
oscuro. En las resurrecciones y en las cruces. Poner la mano .... supone no
mirar de REOJO aquello que se ha dejado en un plano secundario (valores,
estilos de vida, opciones, etc.). Seguir
a Jesús es un riesgo y una aventura.
En las
actuales circunstancias, seguir a Jesús se ha de transformar en un acto de
coraje y conciencia plena. Una opción que se verifique en la vida de cada día.
Un discipulado y seguimiento que se exprese en las distintas facetas de la
vida. De una manera normal y sencilla, pero no menos potente y radical.
Debe ser
una aventura no exenta de luchas y contrariedades, pero al fin, un camino de
LUZ y VIDA.
Hasta
llegar a Jerusalén para encontrar, junto al Señor, la resurrección y la vida.
4 comentarios:
El seguimiento de Jesucristo sin ninguna duda es tirarse al vacío, sabiendo que no alcanzarás a llegar abajo, porque Él te sostendrá.
El seguimiento a Jesús supone todo, lo bueno que nos puede suceder y todo lo demás, pero el cristiano común no lo tiene tan entendido, recurrimos y/o nos acordamos del Señor solo en hechos relevantes. Fray Mario, hay responsabilidades colectivas, falta conocimiento y coherencia desde los profesores de Religión pasando por los agentes pastorales y ustedes mismos como personas jerárquicas. La gente más simple a veces ha entendido mejor esto. Se lo planteo como desafío.
Jesús sigue llamando nuevos discípulos y busca seguidores de su Palabra. Cada vez es mas difícil escucharlo en este mundo tan ruidoso de hoy, pero admiro mucho a quien, sintiéndose invitado toma su camino junto al Maestro que ofrece la Vida, la Verdad, la Luz.
Te seguiré a dónde sea! Qué duro resulta a veces ese a dónde sea, a veces es un lugar muy árido, muy seco, muy costaloso, y dudoso de llegar con Él, hay espinas, pero el llamado exige respuesta. Ayudemos en el caminar a aquellos que lo dejaron todo para que lleguen a la meta y no seamos nosotros espinas.
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