lunes, 31 de diciembre de 2012

NAVIDAD HOY



 

 “…encontrarán a un niño recién nacido envuelto en pañales y acostado en un pesebre”
 
Lc. 2,12

 

La Navidad con el tiempo se ha ido desdibujando y es una palabra más que circula por el mundo que ha perdido su sentido originario. El mundo se ha apoderado de ella hasta tal punto que la ha hecho consistir en una fiesta más bien banal o al menos muy marcada por aspectos periféricos (regalos, cenas, sentimientos …) que poco o nada tendrían que ver con la experiencia de Belén y el Pesebre.
 
Para recuperar el sentido primero de la Navidad, deberíamos hacer la travesía de miles de kilómetros para ir a contemplar a un Dios Niño en el silencio y la contemplación. Habría que callar por un rato y ver con los ojos de la fe el impacto que ha de suponer para el corazón humano que el mismo Dios haya elegido nacer en el seno de un hogar, al amparo de una madre y un padre. Un Dios que no tuvo quien lo recibiera y fue a parar al lugar de los marginados y excluidos.
 
La Navidad es la fiesta de los creyentes, la fiesta de los que creen que Jesús es la Palabra de Dios que se hizo carne y estableció su morada en medio de la humanidad. Es la fiesta donde caemos en la cuenta que Dios se “hace cultura”, “se hace historia”, “se llena de humanidad” para venir a compartir nuestra suerte. “Se hace humano” para dignificar al infinito al hombre en su vocación última que no es otra que hacerse “divino”.
 
Recuperar el sentido último de la Navidad, nos debería suponer a los cristianos hacer algunas experiencias fundamentales, como por ejemplo:
 
Hacer la experiencia de la pequeñez: Dios se hizo pequeño, frágil, menor. Volver a ser niños para hacer la experiencia de la fragilidad, de sentirnos vulnerables, necesitados de cobijamiento y de sentir aquellos brazos que se abren y te abrazan y te sostienen. Esta experiencia nos previene de actitudes de soberbia, ensimismamiento y ostentación tan arraigadas en el corazón de aquel que ha depositado toda su confianza en sí mismo. Somos pequeños, somos apenas una molécula en el mundo. Si Dios es Niño, cuanto más nosotros vamos a hacer esta experiencia de sabernos esencialmente pequeños lo cual, por lo demás, nos llevará a valorar y respetar a todos nuestros prójimos en su vulnerabilidad y fragilidad.
 
Hacer la experiencia de ser humanos: Dios Niño asumió nuestra condición humana en toda su expresión, salvo en el pecado. Se hizo humano. Desde esta perspectiva, celebrar la Navidad puede ser la oportunidad para replantearnos seriamente el cómo estamos viviendo. Se trataría de humanizar nuestra vida, vivir la vida a escala humana. De repente el inmediatismo, la eficiencia, el productivismo, nos hace deshumanizar nuestra vida. La búsqueda de resultados, de logros, de títulos, en fin, todo aquello que tiene que ver con concebir la vida como un hacer cosas, nos ha llevado a despersonalizarnos, ser incapaces de vivir tiempos gratuitos, ensanchar el corazón para escucharnos, mostrar nuestro interior y sentarnos en el sillón de los recuerdos para hacer memoria de la vida vivida. Ser humanos, es tener un corazón grande, misericordioso y cálido.
 
Hacer la experiencia del DON y el REGALO: Dios Niño se hizo entrega total para los suyos. Toda su vida fue eso. La prueba más sublime la encontramos en la cruz. En el Pesebre aparece un Niño que se nos regala desde su debilidad para que los seres humanos caminemos con sentido de vida. En esta Navidad, podríamos hacer la experiencia de la donación. Dar cosas cuesta poco, entregarse uno mismo es mucho más valedero y definitivo. Entregar tiempo, entregar una mirada, unos oídos atentos para escuchar. Entregarte tú con tus talentos y virtudes, detenerse para ver al que está caído y estirar la mano para levantarlo. Sé tu mismo un DON, un REGALO para los tuyos y el mundo entero.
 
Y ahora vamos al Pesebre …. para contemplar.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Muchas gracias por la invitación que nos hace a reflexionar con una mirada diferente lo que significa para cada individuo la Navidad.

Anna Ly dijo...

Oh Jesús, oh Niñito Dios, he estado observando detenidamente cuanto pesebre se ha cruzado por mi camino, y sabes? En casi todos estás con los ojitos abiertos, mirando sonriente a tu madre y al mundo, con las manitas también abiertas como queriendo abrazar a los que te visitan, te cuidan José, María, algún angelito y los infantables animalitos, el Nacimiento tradicional, pero en "mi pesebre" estás con los ojos cerrados, o estás dormido o no quieres ver tanta maldad, violencia, mentira, tanto deseo de poder, de placer y de poseer, la humanidad está dañada y es mejor no involucrarse, tus manitas están apuñadas, o quieres defenderte o bien, retener para ti, pero no, eso es solo un pensamiento, ni lo uno ni lo otro, Tú viniste a hacerte nuestro Hermano, a darnos un Padre, a darte Tú mismo, a perdonar, viniste a rescatarnos, y aunque te vemos indefenso, sobre pajas húmedas, malolientes, con un áspero pañal

Anónimo dijo...

Mi "Navidad" puede ser cualquier día, no importa la fecha, lo importante es empezar, hacernos pequeños, mirar con los ojos del alma, como dice Fray Mario, revivir mi infancia, que tiene mucha similitud con la Jesús Niño,una espera de mi madre sin lujos, sin una clínica ni siquiera un hospital, un nacimiento en una pobre casa de campo, sin lujos, todo humildad, una niñez con muy pocas cosas materiales, lo elemental, pero unos padres que me enseñaron valores,que ayudaron a encontrar mi fe.Y así sucesivamente comenzó mi vida de adulto; no sé en que momento comencé a entregar mis dones, a dar todo lo que he recibido y más aún, a entregar mi tiempo, mi amor, a darme por entero a mi prójimo. Pero no sé en que tiempo comencé a hacer lo que el mundo hace: gastar mucho y sentirme feliz con dar cosas materiales. Gracias por tus reflexiones, que siempre son un cable a tierra cuando hemos perdido el horizonte cristiano.Que Dios te siga iluminando, para que seas una luz entre nosotros, bendiciones Mario.