Juan Bautista, el último de los profetas, el Precursor del Señor, está
predicando al pueblo la Buena Noticia, recorriendo toda la región del río
Jordán, anunciando un bautismo de conversión para el perdón de los pecados (él
mismo dirá más adelante que el Mesías bautizará en Espíritu Santo y en el
fuego.
Ante la profundidad y convicción de su predicación (potenciada, sin
duda, por su testimonio y austeridad de vida), quienes les escuchan se
comienzan a preguntar: ¿Qué debemos hacer entonces?, dando a entender que la
predicación y la Palabra no sólo ha de ser escuchada y proclamada, sino que al
mismo tiempo, debe provocar en el oyente una real confrontación con su vida
cotidiana y con la demanda que ésta lleva consigo para todo aquel que de manera
sincera y honesta se quiera ver confrontado con la Palabra de Dios.
En el texto de este tercer domingo de adviento, aparecen tres tipos de
personas que se hacen esta misma pregunta, la gente en general, publicanos que
se habían venido a bautizar y también unos soldados. Para cada grupo de
personas, Juan les señala un camino
concreto de conversión de vida. “El que
tenga dos túnicas, dé una al que no tiene; y el que tenga qué comer, haga otro
tanto”. A los publicanos les exhorta a no exigir más de lo estipulado y a
los soldados a no extorsionar a nadie, a no hacer falsas denuncias y a
contentarse con su sueldo. Aspectos concretos y prácticos, por lo mismo
medibles y fácilmente verificables.
Juan Bautista no les pide que se queden en el desierto haciendo
penitencia, ni les habla de nuevos preceptos, no se pierde en teorías sublimes,
ni en motivaciones profundas, más bien, va a la vida concreta y esa en esa
dirección que va su exhortación. Se trata de mirar al necesitado, como
referente de nuestra vivencia cristiana. Ni más ni menos.
Se trata de abrir los ojos para ver la realidad de todos aquellos que
deambulan por nuestra sociedad buscando un espacio, aturdidos en el consumismo,
faltos de esperanzas y confundidos en el miedo, el pesimismo o la indiferencia.
El llamado a la conversión de Juan es también nuestro propio llamado a
iniciar una vida nueva. ¡Es posible hacer un camino diferente! No todo está
dicho en la vida de un ser humano, si nos abrimos a la fe, a la gracia de Dios
y a la esperanza de que algo nuevo puede nacer, es posible levantarse de nuevo
para construir una existencia plasmada y orientada por la oferta de salvación
que Dios trae a su pueblo en la persona de Jesús.
Muchas veces nos sentimos ya hechos y derrotados. Nos cansamos, no
queremos caminar, quizás porque lo hemos intentado y hemos caído nuevamente en
lo mismo. Hemos sido prisioneros de nuestra incoherencia que nos paraliza y nos
hace bajar los brazos.
Con todo, te invito a seguir luchando. A creer nuevamente en un nuevo amanecer
para tu vida. Nunca es tarde para comenzar cuando el corazón se abre a la
oferta de Dios.
Nunca es tarde para volver a decir: ¿Qué tenemos que hacer?, que es como
decir, hacia dónde debo orientar mi vida, para dónde he de caminar. ¿Qué
opciones nuevas debería asumir? En concreto, qué hacer para hacer un giro
positivo en la vida.
Pongámonos en el camino, escuchando al profeta que nos habla desde el
desierto como vocero del Mesías.
2 comentarios:
Amigo Mario, te faltó anotar la cita bíblica.
¿Qué le ha pasado a la humanidad que no ha sido capaz de entender la invitación a la conversión? Si todos captáramos e intentáramos vivir según los mandatos divinos estaríamos verdaderamente felices, gozosos, pero el pecado, siempre el pecado, haciéndose presente, aplastando los buenos deseos de las personas e impidiendo la armonía en la convivencia social.
Es súper fácil hacer lo que Juan propone, yo diría que no cuesta nada, pero el egoísmo tan arraigado en los seres humanos no da lugar a expresar la bondad que por cierto también está en el corazón de todo hombre y mujer creados por Dios.
Quien ha probado el cambio, quienes han renunciado a la vida liviana, superficial, quienes en algunos tiempos de su existencia han sido dadivosos, humildes, simples, seguramente han experimentado mucha gratificación en su generosidad. Pediré al Padre de Amor que nunca falten imitadores de Juan Bautista que anuncien el Reino como tampoco falten los seguidores de Aquel que él anticipaba.
Juan Bautista le pedía a la gente un cambio, dar pasos de seres humanos comprometidos con el hermano, vivir derechamente, ser honestos, justos, generosos y veraces. Él no ha dejado de proclamarlo toda vez que escuchamos este Evangelio, y pienso que sí hay personas viviendo la conversión, aquí y en muchos lugares del planeta. El desafío está en la consecuencia, en perseverar en esa línea teniendo como norte Jesús, el Hijo de Dios, no solo por altruismo o filosofía de vida.
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