“Vengan ustedes solos a un lugar desierto,
para descansar un poco”
Mc. 6,31
para descansar un poco”
Mc. 6,31
De regreso de la misión, los Apóstoles van a contarle todo a Jesús sobre lo que habían hecho y enseñado. De esta realidad, se desprende que los Apóstoles tenían la conciencia absoluta de que la misión que se le había confiado no les pertenecía, sino que correspondía evaluar todo lo vivido junto al Maestro que los había enviado.
Como no tenían tiempo ni siquiera para comer, Jesús les invita a retirarse a un lugar desierto con el doble propósito de seguir educándolos en el apostolado y para que pudieran recuperar las fuerzas, desgastadas por el intenso trajín misionero al cual ellos se habían sometido. De esta manera Jesús, quiere que sus discípulos no entren en la dinámica del “activismo” diríamos hoy día, tan nociva para la calidad de vida que ha de tener todo aquel que pretenda ser apóstol de Jesús.
El texto nos señala, inmediatamente, que a pesar de este intento de abstraerse de la multitud, no logran cabalmente sus objetivos, tanto es así, que el Señor teniendo compasión de la multitud comienza a enseñarles porque eran como ovejas sin pastor.
De este texto, me parece importante aprender de Jesús de la necesidad que tenemos todos nosotros de buscar y vivir espacios de soledad y silencio en el cual el Maestro siga formándonos en nuestra calidad de apóstoles.
Sabemos que la misión es ardua. Hay muchas tareas que cumplir, muchos desafíos que asumir y muchas vallas que saltar, de ahí que una buena lectura de la realidad que nos toca vivir, va a ser sumamente aconsejable que cada creyente tenga la sabiduría y la posibilidad de darse tiempos personales, más íntimos, en donde cada cual pueda tomar distancia de lo que está haciendo en la vivencia de su compromiso cristiano, y pueda escuchar sosegadamente al Maestro que le quiere hablar al oído y al corazón.
Hoy es normal ver a muchas personas estresadas, apuradas, depresivas, marcadas por una intensa actividad que no les permite mirar en perspectiva su vida cristiana.
Desde el silencio y la soledad que viviremos de vez en cuando, vamos a poder contarle TODO al Señor. Todo lo que hay en nuestro corazón. Todo lo que hemos vivido. Todos nuestros dramas y dolores, todas nuestras alegrías y esperanzas. Al Señor se le cuenta todo, nada se le oculta, a El le abrimos de par en par el corazón para que nos siga formando como discípulos misioneros.
Es tan dinámica nuestra vida, que HOY seguramente tenemos mucho que contarle al Señor, algo que seguramente no estaba en el ayer de nuestra vida. Por eso nos podemos preguntar, ¿qué tengo hoy para contarle a Jesús?, ¿qué situaciones o experiencias habitan hoy día en mi corazón? Y desde esta experiencia de intimidad, Jesús nos seguirá enseñando y hablando con cercanía y cariño como una madre habla con su hijo.
Vamos, entonces a un lugar tranquilo, para descansar un poco. Apaguemos la radio y la TV, dejemos por un momento el Internet y no nos dejemos aturdir por el ruido ambiente, que invariablemente nos podrán desajustar aún más de lo que podríamos estar.
Busquemos el silencio y la soledad, porque ahí está Dios esperándonos para formarnos, y a quien con naturalidad y sencillez le contaremos todo lo que HOY es nuestra vida.
Como no tenían tiempo ni siquiera para comer, Jesús les invita a retirarse a un lugar desierto con el doble propósito de seguir educándolos en el apostolado y para que pudieran recuperar las fuerzas, desgastadas por el intenso trajín misionero al cual ellos se habían sometido. De esta manera Jesús, quiere que sus discípulos no entren en la dinámica del “activismo” diríamos hoy día, tan nociva para la calidad de vida que ha de tener todo aquel que pretenda ser apóstol de Jesús.
El texto nos señala, inmediatamente, que a pesar de este intento de abstraerse de la multitud, no logran cabalmente sus objetivos, tanto es así, que el Señor teniendo compasión de la multitud comienza a enseñarles porque eran como ovejas sin pastor.
De este texto, me parece importante aprender de Jesús de la necesidad que tenemos todos nosotros de buscar y vivir espacios de soledad y silencio en el cual el Maestro siga formándonos en nuestra calidad de apóstoles.
Sabemos que la misión es ardua. Hay muchas tareas que cumplir, muchos desafíos que asumir y muchas vallas que saltar, de ahí que una buena lectura de la realidad que nos toca vivir, va a ser sumamente aconsejable que cada creyente tenga la sabiduría y la posibilidad de darse tiempos personales, más íntimos, en donde cada cual pueda tomar distancia de lo que está haciendo en la vivencia de su compromiso cristiano, y pueda escuchar sosegadamente al Maestro que le quiere hablar al oído y al corazón.
Hoy es normal ver a muchas personas estresadas, apuradas, depresivas, marcadas por una intensa actividad que no les permite mirar en perspectiva su vida cristiana.
Desde el silencio y la soledad que viviremos de vez en cuando, vamos a poder contarle TODO al Señor. Todo lo que hay en nuestro corazón. Todo lo que hemos vivido. Todos nuestros dramas y dolores, todas nuestras alegrías y esperanzas. Al Señor se le cuenta todo, nada se le oculta, a El le abrimos de par en par el corazón para que nos siga formando como discípulos misioneros.
Es tan dinámica nuestra vida, que HOY seguramente tenemos mucho que contarle al Señor, algo que seguramente no estaba en el ayer de nuestra vida. Por eso nos podemos preguntar, ¿qué tengo hoy para contarle a Jesús?, ¿qué situaciones o experiencias habitan hoy día en mi corazón? Y desde esta experiencia de intimidad, Jesús nos seguirá enseñando y hablando con cercanía y cariño como una madre habla con su hijo.
Vamos, entonces a un lugar tranquilo, para descansar un poco. Apaguemos la radio y la TV, dejemos por un momento el Internet y no nos dejemos aturdir por el ruido ambiente, que invariablemente nos podrán desajustar aún más de lo que podríamos estar.
Busquemos el silencio y la soledad, porque ahí está Dios esperándonos para formarnos, y a quien con naturalidad y sencillez le contaremos todo lo que HOY es nuestra vida.
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