PARA OBTENER UNA CORONA QUE NO SE MARCHITA
TODOS LOS PUEBLOS UNIDOS POR EL DEPORTE
LOS LOGROS SE OBTIENEN EN EQUIPO
SOMOS UN PUEBLO QUE CAMINA
LA PATRIA COMUN QUE NOS COBIJA
CON ESFUERZO, TODO ES POSIBLE
CORRE SIN CESAR QUE LA META ES CRISTO
Por una vida sana y disciplinada
“¿No han aprendido nada en el estadio?
Muchos corren, pero uno solo gana el premio.
Corran, pues, de manera que lo consigan, como los atletas
que se imponen régimen muy estricto. Solamente que ellos
lo hacen por una corona de laureles perecederos, mientras
que nosotros, por una corona que no se marchita”.
(1Cor. 9, 24-25).
Se terminaron los Juegos Olímpicos de Beijing. Según los entendidos, los mejores de toda la historia olímpica. Ya son parte de la historia deportiva los logros deportivos obtenidos por aquellos atletas que con alguna ilusión participaron de este magno evento, del cual nosotros pudimos participar gracias a las transmisiones televisivas. Por algún tiempo quedarán en nuestro recuerdo, aquellos nombres ilustres que engalanaron esta justa deportiva. Los Michael Phelps, Yelena Isinbayeva, Usain Bolt, vienen a ser las figuras consulares de los miles de deportistas que se dieron cita a esta cultura milenaria como es China.
Y ahora viene Londres. En cuatro años más, serán estos mismos deportistas y muchos otros, que buscarán ponerse en el pecho la presea dorada por la cual bien vale la pena el sacrificio, la disciplina, el orden, los entrenamientos, la ascesis llevada a cabo con perseverancia para poder llegar al objetivo final. Todo ello que bien vale la pena por un minuto de gloria a nivel deportivo.
¿Y Chile? ¡Bien, gracias! Nosotros vamos sólo a participar, desde este punto de vista una linda e inolvidable experiencia para esos veintitantos deportistas. Pero si de ganar se trata y de llegar al estrado para calzarse una medalla, sin duda que un rotundo fracaso. Sólo la medalla de plata de González se escapa a la mediocridad reinante, además de la escapada temeraria de Almonacid, el ciclista de Puerto Montt. Sólo para la tele su accionar, pero nada más.
A raíz de esta experiencia olímpica quisiera proponerles dos reflexiones.
Más allá de la profesionalización del deporte, que esa es una materia de largo aliento, me pregunto, ¿qué estilo de vida estamos llevando los chilenos en la actualidad?. Qué lugar le estamos dando al deporte dentro de nuestras prioridades?. Fíjense que cerca del 53 % de los chilenos padecen de sobrepeso. Hoy la obesidad en los niños es alarmante. Las clases de educación física muchas veces no se realizan, casi la mitad en el año, dedicando ese tiempo a otras realidades: hacer otras asignaturas, preparar la PSU, vivir retiros, paseos, atención de apoderados, en fin. El sedentarismo se vino a instalar entre nosotros y pareciera que no tiene para cuando abandonarnos. Mucha televisión e internet en los niños y muy poco tiempo para la excursión, las caminatas, el deporte, la recreación.
Creo que debiéramos replantearnos seriamente nuestro estilo de vida. Y en este sentido, deberíamos propugnar más fuertemente el deporte entre todos, especialmente en los niños y los jóvenes, pues cuando éste se realiza de manera habitual, aprendemos valores como la disciplina, el sacrificio, la perseverancia, el compañerismo, valores éstos que pareciera que estuvieran en desuso todavía más cuando valoramos lo inmediato, el placer rápido y el goce instantáneo.
Y ahora viene Londres. En cuatro años más, serán estos mismos deportistas y muchos otros, que buscarán ponerse en el pecho la presea dorada por la cual bien vale la pena el sacrificio, la disciplina, el orden, los entrenamientos, la ascesis llevada a cabo con perseverancia para poder llegar al objetivo final. Todo ello que bien vale la pena por un minuto de gloria a nivel deportivo.
¿Y Chile? ¡Bien, gracias! Nosotros vamos sólo a participar, desde este punto de vista una linda e inolvidable experiencia para esos veintitantos deportistas. Pero si de ganar se trata y de llegar al estrado para calzarse una medalla, sin duda que un rotundo fracaso. Sólo la medalla de plata de González se escapa a la mediocridad reinante, además de la escapada temeraria de Almonacid, el ciclista de Puerto Montt. Sólo para la tele su accionar, pero nada más.
A raíz de esta experiencia olímpica quisiera proponerles dos reflexiones.
Más allá de la profesionalización del deporte, que esa es una materia de largo aliento, me pregunto, ¿qué estilo de vida estamos llevando los chilenos en la actualidad?. Qué lugar le estamos dando al deporte dentro de nuestras prioridades?. Fíjense que cerca del 53 % de los chilenos padecen de sobrepeso. Hoy la obesidad en los niños es alarmante. Las clases de educación física muchas veces no se realizan, casi la mitad en el año, dedicando ese tiempo a otras realidades: hacer otras asignaturas, preparar la PSU, vivir retiros, paseos, atención de apoderados, en fin. El sedentarismo se vino a instalar entre nosotros y pareciera que no tiene para cuando abandonarnos. Mucha televisión e internet en los niños y muy poco tiempo para la excursión, las caminatas, el deporte, la recreación.
Creo que debiéramos replantearnos seriamente nuestro estilo de vida. Y en este sentido, deberíamos propugnar más fuertemente el deporte entre todos, especialmente en los niños y los jóvenes, pues cuando éste se realiza de manera habitual, aprendemos valores como la disciplina, el sacrificio, la perseverancia, el compañerismo, valores éstos que pareciera que estuvieran en desuso todavía más cuando valoramos lo inmediato, el placer rápido y el goce instantáneo.
El otro aspecto tiene que ver con la corona que no se marchita para la cual tenemos que esforzarnos cada día. Si un atleta se desvive por una corona que se marchita, ¿cuántos más valdrá la pena dar todo lo que somos por llegar un día a ser parte de la eternidad? Ahí donde todo será alegría, juego y fraternidad.
La vida cristiana es un camino lindo que tenemos que hacer cada día con ilusión y esperanza. Cada día abrirnos a algo nuevo y sentir que estamos en la pista de la vida para alcanzar todos los “records” posibles. No vale nada una vida cristiana chata y diminuta sin el esfuerzo creativo de cada día por estar bien preparados y “rindiendo” al máximo de acuerdo a las capacidades que el Señor nos ha dado.
Beijing se terminó y ahora viene Londres. Los atletas proseguirán su exigente preparación con la ilusión de una medalla.
Nosotros también, pero por una corona que no se marchita.