¡Qué profunda es tu mirada Jesús!
Nadie, nunca, ha mirado como Tú.
Tus ojos denotan misericordia, predilección y comprensión. También conocimiento, ternura y serenidad. Y, sobre todo, mucho amor.
Con tus ojos, Señor, cautivaste a muchos.
Entre otros, a Mateo que rápidamente se levantó de la mesa de los impuestos y te siguió, aceptando así la invitación que le habías hecho.
¡De qué magnitud y profundidad habrá sido esa mirada, Señor!
¡Tus ojos, Señor!
Pon tu mirada en mí, Señor y lléname con tu cariño y predilección.
No siempre me han mirado con cariño Señor, sin embargo Tú nunca has despegado tus ojos de mí. Hoy los siento en mi corazón.
Sí, Señor.
Vuelve a mirarme con cariño. Como un día lo hiciste con Pedro, con Zaqueo, con el joven rico, con tu Madre, con la mujer adúltera, en fin, con todos los cansados y agobiados que te buscaban sin cesar por los caminos de la vida.
En tu mirada me quiero quedar Señor, para que me regales tus ojos y comience a mirar como Tú lo haces.
Sí, Señor.
Ojos nuevos, ojos transparentes, ojos profundos que se conduelen, ojos que miran al corazón y al ser íntimo de cada cual.
Con tus ojos en mis ojos quiero botar la venda de mis ojos y mirar nuevamente con esperanza y fe.
¡Pasa de nuevo, Señor, por mí!
Y mírame de nuevo con cariño y ternura e invítame a unirme a Ti.
Si, Jesús, hoy nuevamente quiero que tus ojos me vuelvan a mirar. Como un día en Mateo.
Y como ha sido desde siempre.
Amén.
Nadie, nunca, ha mirado como Tú.
Tus ojos denotan misericordia, predilección y comprensión. También conocimiento, ternura y serenidad. Y, sobre todo, mucho amor.
Con tus ojos, Señor, cautivaste a muchos.
Entre otros, a Mateo que rápidamente se levantó de la mesa de los impuestos y te siguió, aceptando así la invitación que le habías hecho.
¡De qué magnitud y profundidad habrá sido esa mirada, Señor!
¡Tus ojos, Señor!
Pon tu mirada en mí, Señor y lléname con tu cariño y predilección.
No siempre me han mirado con cariño Señor, sin embargo Tú nunca has despegado tus ojos de mí. Hoy los siento en mi corazón.
Sí, Señor.
Vuelve a mirarme con cariño. Como un día lo hiciste con Pedro, con Zaqueo, con el joven rico, con tu Madre, con la mujer adúltera, en fin, con todos los cansados y agobiados que te buscaban sin cesar por los caminos de la vida.
En tu mirada me quiero quedar Señor, para que me regales tus ojos y comience a mirar como Tú lo haces.
Sí, Señor.
Ojos nuevos, ojos transparentes, ojos profundos que se conduelen, ojos que miran al corazón y al ser íntimo de cada cual.
Con tus ojos en mis ojos quiero botar la venda de mis ojos y mirar nuevamente con esperanza y fe.
¡Pasa de nuevo, Señor, por mí!
Y mírame de nuevo con cariño y ternura e invítame a unirme a Ti.
Si, Jesús, hoy nuevamente quiero que tus ojos me vuelvan a mirar. Como un día en Mateo.
Y como ha sido desde siempre.
Amén.
M.A.P.V.
4 comentarios:
Padre Mario, lo felicito por tan linda oración, dejaré que Jesús me mire con su mirada penetrante, profunda y verdadera, una mirada generosa y única ËL ve quién soy, ve mi vida, mi ser, mi comportamiento, mi realidad. Frente a su mirada puedo hacer una oración de contemplación sin fijarme en nada ni mirar nada, solo sus ojos.
María Ruth
Sabias que te puedes esconder de quien o de lo que tu quieras? pero de la mirada del Señor no.Nunca habia mirado con paciencia los ojos del Señor,y atravez de esta oracion tuve la ocacion para hacerlo, y me di cuenta de la inmensidad de amor que él nos entrega,pienso en todo aquello que sufrio por nosotros y aun asi muchas veces le fallamos,y él no duda en estar con nosotros a cada momento de nuestras vida.
Me quedare en mis ojos con la mirada dulce que jesus me entrga
Gracias padre Mario por tan linda manera de llegar a mucho con estos mensajes.
Tu mirada Jesús es transparente y comprometedora. Es limpia y seductora. Me gustaría tener esa mirada, Jesús, para traspasarla a mis seres queridos y a todos aquellos con los cuales me relaciono cada día.
Que hermosa oración.
Cada día, los creyentes debemos pedir a Jesús que nos ilumine y nos regale una mirada, única forma de llenarnos de paz y tranquilidad para poder llevar esta vida tan agitada y loca, que queramos o no nos invade y conscientemente nos subimos a este carro, sin saber donde iremos.
Gracias Hermano Mario, porque con sus palabras nos da fuerza para continuar.
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