LA FE, ENCUENTRA EN EL EVANGELIO UNA BUENA NOTICIA:
La fe
junto con suponer un encuentro personal con JESUS, supone también la capacidad
de aceptar un MENSAJE, propiamente tal. Este mensaje se llama EVANGELIO. El
evangelio no es una palabra muerta, sino que es un proyecto de vida, una forma
de mirar el mundo, un modo de relacionarse entre si, una manera de concebir la
realidad, un modo de “leer” e interpretar los signos de los tiempos y todo lo
que sucede a nuestro alrededor (cf. Encuentro de Francisco con el evangelio).
Desde
esta perspectiva, la fe supone poner
al Evangelio como paradigma de nuestra vida. Porque la fe no es sólo
creer un par de dogmas o conceptos doctrinales, es más bien, asumir un ESTILO
DE VIDA que en el caso nuestro está dado por la Buena Noticia de Jesús. Desde
este ángulo, tendremos una mirada particular hacia los pobres, los pecadores,
los ricos, la creación, el dinero, la mujer, los discriminados, etc. El
evangelio no puede ser un barniz superficial para el creyente, sino que tiene
que ser su fuente de inspiración permanente para estructurar su vida acorde a
la buena noticia que se ha descubierto y se le ha revelado.
LA FE, COMO RIESGO Y APERTURA:
La Encíclica
Lumen Fidei, en el núm. 57 dice una frase que ilustra bien lo que se quiere
señalar con respecto a la fe como un riesgo y una aventura. Dice: “La luz de la fe no disipa todas nuestras
tinieblas, sino que, como una lámpara, guía nuestros pasos en la noche, y esto
basta para caminar”.
Se ha
señalado por ahí que la fe es como un salto al vacío, tiene mucho de gratuidad,
de riesgo, conquista, esperanza, aventura y confianza, como la que tiene un niño pequeño en su padre o en su madre. La
fe no es un seguro de vida que tú puedes comprar para asegurarte contra las
adversidades que puedan pasar. Podríamos decir que no es como un GPS, donde
todo lo tienes previamente diseñado y establecido, con información completa y
acabada, sino que más bien se podría decir que la fe es como una BRUJULA que
medianamente te va indicando el camino para que hagas tus propias opciones de vida.
El ejemplo más potente lo encontramos en
nuestra Madre la Virgen María, que ante el llamado del ángel Gabriel, no sabía
a ciencia cierta que significaba el SI que ella estaba dando. Ahora bien,
mirando en perspectiva el SI de María (su hágase) podemos deducir o suponer
que ella nunca dimensionó lo que vendría más adelante en su vida. Fue un SI
abierto, generoso, no exento de preguntas y discernimiento, pero al final un SI
sin condiciones. Nada supo que debía partir a atender a su prima Isabel
(estando ella misma embarazada), de las condiciones y lugar de su parto, del
exilio y la amenaza de muerte para su Hijo. No podía saber que a los 12 años
perdería a su Hijo en el templo, que iba a quedar sola al final de sus días,
que le harían la desconocida (¿quién es mi madre?, pregunta Jesús), no sabía de
la muerte violenta en la cruz, etc. Nada de eso sabía.
La fe
es abrirse con esperanza y confianza al Misterio. Para Dios nada es imposible,
pero hay que saber confiar en él. La fe es ponerse de rodillas y abrir las manos
vacías para saber que todo lo espero de Dios, que en él, hemos puesto nuestra
confianza, aunque a veces nos toque caminar por la noche oscura, la fe es
lámpara que guía nuestro caminar y eso basta, como nos decía el Papa Francisco.
Cuando el panorama se haga oscuro y pudiésemos haber estado toda la noche sin
pescar nada, entonces volveremos a echar las redes, pero ahora en el NOMBRE del
Señor.
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