lunes, 21 de octubre de 2013

EN EL AÑO DE LA FE: MARIA, MUJER CREYENTE


“Dichosa tú porque has creído”

 Lc. 1, 45.

 
Ante el anuncio del ángel de que María será madre, Ella pregunta: ¿Cómo será esto?. Es una pregunta inteligente, es la pregunta de una fe adulta, de alguien que necesita discernir. ¿Será verdad esto? parece preguntarse María. ¿Será una pura ilusión? La fe siempre necesita aprender y comprender. Una fe que se hace cargo de lo que se le pide a la persona. De la misión a la cual se le está llamando. Tener fe no supone dispensarnos del necesario discernimiento y de preguntarle a Dios por nuestra vida, por las opciones que tenemos que hacer, de los caminos que debemos recorrer. Una fe adulta, pregunta, interroga, discierne.
 
Después que el ángel le explica como será todo poniéndole como ejemplo a Isabel le dice al final una sentencia: PORQUE PARA DIOS NADA ES IMPOSIBLE. ¿Creo esto en mi vida? Creo que para Dios todo puede ser reversible y transformador. No sólo es suficiente decirlo con las palabras, es preciso también asimilarlo en el corazón y en la vida, para Dios nada es imposible, incluso en los momentos de prueba y de angustia, nuestra percepción y sentimiento ha de ser de ABANDONARNOS completamente en él.
 
Entonces que se haga su Palabra, es la respuesta de María ante el anuncio del ángel. Es la respuesta  creyente de alguien que sabe que para Dios nada es imposible. Es en el fondo la sensación de estar inmersa en la inmensidad de un Dios que te cobija, te sostiene y te capacita para la misión que recibes.
 
“Dichosa tú que has creído” es la primera bienaventuranza del Evangelio. Felices los que creen porque en ti se cumplirá lo que te ha prometido el Señor. Creer, como lo hace la Madre, para darle un nuevo color y sentido a la vida.
 
Necesitamos creer para poner sobre bases sólidas la existencia de nuestra vida, para darle una proyección evangélica a las apuestas que nos toca hacer día a día, sea como laicos (insertos en el mundo); como religiosos (siendo testigos del Evangelio): o como ministros de la Comunidad (al modo del Buen Pastor y en lenguaje del Papa Francisco: teniendo “olor a oveja”).
 
Ahora bien, mirando en perspectiva el SI de María (su hágase) podemos deducir o suponer que ella nunca dimensionó lo que vendría más adelante en su vida. Fue un SI abierto, generoso, no exento de preguntas y discernimiento, pero al final un SI sin condiciones. Nada supo que debía partir a atender a su prima (estando ella misma embarazada), de las condiciones y lugar de su parto, del exilio y la amenaza de muerte para su Hijo. No podía saber que a los 12 años perdería a su Hijo en el templo, que iba a quedar sola al final de sus días, que le harían la desconocida (¿quién es mi madre?, pregunta Jesús), no sabía de la muerte violenta en la cruz, etc. Nada de eso sabía.
 
Cuando damos el SI al Señor ni soñamos lo que ello puede significar y el precio que vamos a pagar. La fe es lanzarse con decisión y convicción a navegar por las aguas profundas del Misterio. No podemos calcular todo. La fe no es un “GPS”, un sistema de radar, en el cual tenemos todo configurado de antemano, donde encontramos toda la información pertinente, de manera rápida, segura e instantánea. Consagrarnos al seguimiento de Jesús, al modo de la vocación recibida, no es más que una aventura de amor, un desafío, donde sobran las preguntas y faltan las respuestas. Sólo que al final sabemos que para Dios nada es imposible y que sí tiene sentido la causa que uno ha abrazado.
 
La fe es mantener este SI en el tiempo e irlo renovando cada día. Teniendo en cuenta que nuestro SI siempre será posible en el SI del Señor. No tengas miedo, yo te sostengo, nos dirá Jesús. Así de claro, un SI que se hace historia y toma cuerpo en las variables de cada día.
 
Si tengo fe, entonces el SI a Jesús será cada día nuevo, sabiendo de antemano que todo lo podemos en El que nos reconforta, como dirá San Pablo.
 
No hay un SI basado sólo y exclusivamente en tus fuerzas, primero está el SI de Dios que es irreversible y definitivo para contigo.
 

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Que bien Mario que le dediques a María este artículo, tan lleno de contenido, la fe de ella. Cómo tenemos que aprender de la Madre de Jesús, su Si tan incondicional como reflejo de esa FE que se nos presenta como modelo a imitar. Te agradezco hermano tu reflexión.

Anónimo dijo...

Siempre tuve la interrogante: la pregunta de María al ángel no es como la de Zacarías? No es signo de desconfianza de Dios?

Anónimo dijo...

Cuando María ha dicho Sí al anuncio del Ángel ha cambiado el destino de la humanidad en toda su amplitud. A Ella, Madre del Hijo de Dios y Madre de todos nosotros le debemos mucha gratitud que con pena tenemos que reconocer que lo hacemos pocas veces. La Virgen María es quien nos transporta a su Hijo amoroso y es la Madre incondicional que puede acogernos en momentos de debilidad y en cualquier ciscunstancias que nos presenta la vida que en definitiva son los designios de Dios. En mi vivencia de fe puedo decir que me cuesta llegar a Ella, pero sin embargo, cada canto dirigido a María me cautiva en plenitud. Gracias al Señor que personas inspiradas nos ayudan a expresar lo que nuestro corazón quiere decir y no tenemos las palabras más apropiadas.