Lc. 5, 1-11
Jesús sube a la barca de Simón para enseñar. Simón estuvo pescando y no
produjo nada. Echa las redes en MI nombre, le dice Jesús. Echala a partir de la
fuerza de mi palabra. Echaré las redes porque TU lo has dicho, le dice Pedro. Esto
muestra una suerte de confianza y también de desafío. Yo soy pescador de
profesión dirá Pedro, no es normal salir a pescar a media mañana, por eso mismo
tú Señor serás responsable si acaso la pesca no resulta. Mal que mal habían
estado toda la noche y nada había ocurrido.
Navegar mar adentro. Esa
es la tarea de hoy. Echar las redes en el nombre del Señor para que otros
también se constituyan en discípulos de Jesús. El Señor sube a la barca de
Pedro, El no se queda en la orilla y en esa figura podemos decir que también
Jesús sube a la barca de mi vida, a la barca de mis fracasos y me ayuda en la travesía
de mi vida. En Pedro, estamos nosotros, donde Jesús hace un acto de fe en mi
persona para llamarme a echar las redes en su nombre.
Yo te lo pido, vuelve a
intentarlo, es su iniciativa contra nuestra desesperanza o descreimiento. El
nos pide que no nos quedemos anclados en la orilla de nuestro corazón, anclados
en los fracasos de la vida. El va con nosotros MAR ADENTRO, no nos deja solos.
Después de la inmensa
pesca, Pedro se postró delante de Jesús al caer en la cuenta de su condición
como hombre pecador. Jesús le dice, NO TEMAS (ser un pobre pecador), yo estoy
al lado tuyo, no me aparto de ti. Jesús no se aparta de nosotros, no siente
náuseas de nosotros, no le da asco nuestra vida.
A este Pedro, un
fracasado, le confía una misión, ser pescador de hombres, para lo cual él se
había dado cuenta que no era capaz solamente por sus propias fuerzas.
Luego dejaron las
barcas para siempre y lo siguieron.
Jesús se retira a un
lugar solitario para orar. Mientras tanto nos convoca a cada uno de nosotros
para que junto con El podamos REMAR MAR ADENTRO. Jesús nos espera sentado en la
barca de nuestra vida para volvernos a dar una nueva misión que es vivir
nuestra propia vocación de DISCIPULOS MISIONEROS, hombres y mujeres que a partir de un acto de fe, pueden hacer de
nuevo la pesca con el Señor.
8 comentarios:
Señor, tu sabes que soy un pecador y no soy digno de tu presencia.No te apartes de mí porque mi corazón se moriría, sin el calor de tu gracia.Contigo lo tengo todo.Contigo puedo convertir mi nada en un maravilloso todo.Contigo puedo ser el pescador de esos hombres que navegan por su vida sin saber a qué puerto les conviene llegar. Contigo soy feliz y dichoso, nunca permitas que me aparte de Ti.
Rema mar adentro me dice Jesús, pero mis miedos me impiden lanzarme, solo en Él tengo el valor de hacerlo y pescar hombres valientes que se atrevan a ser sus discípulos.
Jesús está siempre con nosotros, y nuestra barca puede llegar a convertirse en una gran mansión si aceptamos su invitación de ir a navegar mar adentro, el mar de la vida y de nuestra historia. Seamos otro Pedro.
Para mí, remar mar adentro, es también ayudar a aquellos hermanos nuestros que no solo no conocen al Señor, o aquellos desviados del Dios verdadero, sino a aquellos que un día fueron buenos católicos, comprometidos,entusiastas, y que por diversas razones buscaron otra forma de expresión de su fe, ya sea en Iglesias Evangélicas o de otro tipo, incluso algunas muy lejos del cristianismo. Y, como dice fray Mario, Jesús se retira a orar, una invitación que de igual modo debemos hacerla nuestra día por día para que la pesca sea fructífera.
Por la fe podemos tocar al Dios viviente. Y Dios, una vez tocado, nos transmite su fuerza (Benedicto XI) A propósito del Año de la Fe, quién más que Dios es el que nos da esa fuerza, el impulso para hacer como los pescadores, ir a la mar, remar hacia adentro, tirar la redes, y no cansarnos de intentar dar a conocer a la gente que Dios sí existe, que nos ama y espera ese sí de aceptación, de conversión y de compromiso con la humanidad. No desoigamos el llamado imperioso que Dios hace a todos los bautizados.
Me produce entusiasmo y esperanza nuestro Papa Francisco que a pesar de todas las situaciones que vive actualmente la Iglesia nuestra será capaz de motivar y llevar a los hombres y mujeres a tomar sus barcas y remar, remar, hasta alcanzar su meta. Confío.
Tengo la impresión que los seres humanos se hallan en las profundidades oscuras del océano, por eso la pesca es tan difícil. Habrá que esforzarse no mas, Cristo manda.
Jesús, Jesús mío, Jesús de los míos, Jesús de toda la humanidad, haz que yo pueda remar hasta donde Tú lo desees y hasta donde mis fuerzas me alcancen, quiero ser pescador de hombres, quiero ayudarte a encontrar los peces que pertenecen a tu Reino, quiero ofrecer mi entendimiento, mi salud, mis capacidades y posibilidades para que muchos hombres y muchas mujeres te conozcan y te sigan. Ayúdame.
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