martes, 3 de marzo de 2009

EXODO, DESIERTO Y PASCUA.

Cuaresma: Una oportunidad para ir al corazón de Dios.



“Conviértanse y crean en la Buena Noticia”

Mc 1,15
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Con Cuaresma ha comenzado un tiempo fuerte desde el punto de vista litúrgico, a través del cual se nos invita a hacer un camino profundo de renovación espiritual, de cara a la celebración de la Pascua, meta final de este tiempo cuaresmal.

En este contexto, nos podemos preguntar: ¿Qué puede significar para nosotros vivir este tiempo cuaresmal hoy en nuestra vida cristiana?

Siguiendo la invitación de Jesús, en el evangelio de Marcos, Cuaresma ha de ser el tiempo en que demos un viraje sustantivo en la vivencia de nuestra fe, de tal manera que podamos vivir un cierto itinerario espiritual que podríamos situar en este trinomio: éxodo, desierto y pascua.

Este ha ser el tiempo oportuno en que podamos salir de todas aquellas “amarras” que nos aprisionan y nos someten para que yendo al desierto, nos purifiquemos de todo aquello que se hace periférico e insustancial, y podamos llegar a la liberación plena en la que el proyecto de Dios y la persona de Jesús, se hagan más evidentes en nuestros estilos de vida y forma de encarar la vida cristiana.

Pero este proceso no es fácil ni se da de manera automática. El Tentador, Satanás, como lo muestra este primer domingo de Cuaresma, en el que tienta a Jesús en el desierto durante cuarenta días, no deja de intentar de atraparnos y hacernos desviar del camino verdadero que nos plantea Jesús. Las tentaciones no hay que verlas desde el ángulo de la moral, primordialmente, sino desde la perspectiva de que la tentación mayor es apartarnos del camino de Dios, desoír su Palabra y no recibir el Reino que ya está en medio de nosotros.

De ahí, entonces, que la Cuaresma ha de ser una buena oportunidad para hacernos más férreos en nuestra voluntad de seguir a Jesús y sea un tiempo oportuno en la cual podamos examinar con hondura el estilo de vida que estamos llevando. Así como de vez en cuando tenemos necesidad de ir al médico porque el organismo nos ha mandado algunas señales de alerta y el facultativo nos somete a diversos exámenes y luego saca sus conclusiones, también Cuaresma puede ser la oportunidad para “chequearnos espiritualmente”, tomarnos el pulso en la profundidad de nuestra fe y en el encanto por el Señor que todavía pueda latir en el corazón y asumir los acentos y cambios que debemos realizar en orden a una vida cristiana más plena y cautivadora.

Un tiempo para vivir aquellos medios que nos planteaba la liturgia del Miércoles de Cenizas, en la cual Jesús nos invitaba a vivir la oración en la intimidad de nuestro ser
; vivir la limosna como expresión de nuestra caridad fraterna; y el ayuno como disposición del corazón para estar más ávido de Dios y de su Mensaje.

Dejemos que en este tiempo, de manera particular, actúe la gracia de Dios en nuestra vida, y no la echemos en un saco roto como nos previene el apóstol San Pablo. Si ello ocurre, es decir, que Dios actúe en nuestra persona, como el alfarero con la greda, entonces, un “vaso nuevo” seremos, se habrá gestado una nueva creación y habremos vivido a cabalidad la Cuaresma que ya hemos iniciado.

Así habrá habido verdaderamente entre nosotros: éxodo, desierto y pascua.



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