domingo, 19 de octubre de 2008

EL CESAR Y DIOS NO ESTAN, NI PUEDEN ESTAR, EN EL MISMO PLANO.

Sólo Dios es adorable, sólo ante El se doble nuestra rodilla.
Los cristianos, insertados plenamente en el mundo.
Siendo luz del mundo, en el estilo del evangelio.
Con nuestras manos que siempre suplican a Dios.
Para que Cristo sea el eje inspirador de nuestra vida.

"DEN AL CESAR LO QUE ES EL DEL CESAR Y A DIOS LO QUE ES DE DIOS"

Mt. 23,21

Los fariseos quieren sorprender a Jesús para hundirlo en sus propias palabras y para ello envían a varios de sus discípulos, junto con algunos partidarios de Herodes, para tenderle una trampa.

Comienzan por adularlo con palabras zalameras de un tono manifiestamente hipócrita: “Maestro”, le llaman. No lo creen ni lo tienen por tal. Le dicen “tú hablas siempre con sinceridad”, “enseñas el camino de Dios con la pura verdad”, “no te preocupas de quién te oye hablar” y “no te dejas influenciar por él”. Ante tamaña declaración, del todo aduladora, cualquiera se siente sobrecogido. Pero no el Maestro, que conoce el corazón y las intenciones de todos los hombres.

Por eso ante la pregunta de si se debe pagar o no el impuesto al César, el Maestro comienza por desenmascarar las intenciones torcidas de sus interlocutores: No les interesa preguntar para aprender más, sino para tenderle una trampa. Por eso, los llama “HIPOCRITAS”, su intención doble queda de manifiesto ante la presencia libre y soberana de Jesús.

El dilema de pagar o no el impuesto, Jesús lo resuelve entrando al mismo terreno de los fariseos y herodianos. Tráiganme una moneda, les dice. ¿Qué figura e inscripción tiene ese denario? El del César, le contestan, pues bien, les dice Jesús, “den al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios”, esto último, una añadidura que ellos no se esperaban.

De ordinario se ha considerado este episodio, como la afirmación de que existen dos poderes: el político y el religioso. Como si cada cual tuviera su ámbito y fueran como dos senderos que caminan en forma paralela con su propia autonomía cada uno. Así, el poder político tendría su propia autonomía y el poder religioso tendría la suya, en donde su ámbito estaría bien delimitado y restringido a cuestiones propias de su esfera.

En verdad, lo que nos quiere enseñar Jesús en este episodio, es que los cristianos, siendo sal de la tierra y estando en el mundo como tal, hemos de asumir nuestra presencia profética dentro de los marcos institucionales que plantea “el César”, es decir, los gobiernos de turno que gestionan el devenir de la sociedad y el Estado. Cada cristiano debería tener conciencia de su inserción en el mundo, sin ser del mundo (es decir, sin mimetizarse con él en todo lo que el mundo dictamina), como nos dirá San Juan. Sin embargo, hay que tener claro que la soberanía y el absoluto está en Dios. La respuesta de Jesús supera las pretensiones teocráticas del estado y del poder político. El emperador –el estado- tiene derecho a los tributos, pero no a la vida de los ciudadanos: no es Dios ni tiene características divinas.

En última instancia, la cuestión no es lo que hay que darle al César sino lo que hay que darle a Dios. Jesús nunca puso en segundo plano los derechos de su Padre, aún cuando esta actitud le costara la vida. Debe quedar claro que Dios y quien detenta la autoridad terrena no están en el mismo plano. Dios tiene exigencias que superan las del emperador y el emperador no tiene autoridad para atribuirse competencias que sólo le pertenecen a Dios, porque “lo de Dios es de Dios” y de nadie más.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

No es fácil, a veces me siento jalonado de un lado a otro pero siempre el Señor me hace volver a su senda, no rendirme al mundo, permanecer en su amor. Lo admirable es que de este vil ser humano se valga el Altísimo, a veces es demasiado para mi tanta gracia, solo trato de disfrutar este inmerecido regalo.

Anónimo dijo...

El desafío es grande y a veces supera nuestras capacidades por el hecho que la corriente del mundo se hace más fuerte. Pero Jesús es claro en esto y deja bien establecido cuales son los intereses del mundo, los estados, los gobiernos y cuales los intereses de Dios, infinitos y totales. Que El nos de su fuerza cada día.

Anónimo dijo...
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