viernes, 28 de noviembre de 2014

EL TEST FINAL DEL CRISTIANO


“Tuve hambre y me diste de comer ….”

Mt. 25,35

Cuando un estudiante se enfrenta al examen final, no desearía más que saber de antemano los contenidos sobre los cuáles será interrogado, de saberlo, el pronóstico de un buen examen final, no admitiría ninguna duda. Es el “sueño del pibe”, podríamos decir, actuar sobre seguro conociendo las preguntas del examen final. En la práctica esto no se da.

En la vida cristiana, paradojalmente, ya sabemos en qué consistirá el “juicio final” al cual serán sometidas todas las naciones, todos los pueblos, de razas y culturas distintas, sin distinción de ninguna especie. Simplemente el “test” final, la “prueba de la blancura”, en términos sencillos, será cómo fue nuestro comportamiento con el hambriento, el sediento, el forastero, el desnudo, el enfermo y el encarcelado. El “test” final de la vida cristiana pasa por la compasión efectiva que el discípulo tuvo en su vida concreta, con esos “rostros de hermanos pequeños” en los cuales se identifica y se proyectó el mismo Jesús. “Les aseguro que cada vez que lo hicieron con el más pequeño de mis hermanos, lo hicieron conmigo (Mt. 25,40).

Aquí no se trata de una religión específica que pude haber practicado o de una fe específica que haya profesado. O de tal culto u otro. Aquí tampoco Jesús pronuncia grandes palabras que hoy suenan en nuestro vocabulario, como justicia, solidaridad, democracia, ni siquiera amor. Se habla simplemente de si tuviste o no compasión con el hambriento y diste de comer, con el sediento y le diste de beber. O con  el inmigrante (aquel que sale a conquistar nuevas tierras porque en la suya se muere) y lo acogiste. O diste vestido al desnudo, visitaste al enfermo y le llevaste calor humano y afecto en la hora de la prueba, o fuiste a ver al preso abandonado en el tiempo, incluso por su familia y que vive ese “sub mundo” espeluznante que es la misma cárcel.

Simplemente eso, nada más que eso.

Por ahí va el “test final” al cual será sometido todo ser humano, partiendo, indudablemente por quienes hemos creído en el mensaje de Jesús y hemos sentido su llamado en la “orillla del lago Galilea”, o en las distintas horas del día cuando el Señor nos invitó a trabajar en su viña.

Es la compasión lo que define la vida del cristiano. Sobre ella seremos juzgados al final de los tiempos. Quienes vivieron con su corazón puesto en los “miserables”, los “pequeños de Jesús”, que son, a la vez, sus hermanos, recibirán una BENDICION de parte de Dios porque vivieron su vida de cara al caído y al abandonado. Los otros, que han vivido indiferentes al sufrimiento de los demás, sencillamente son invitados a APARTARSE porque han vivido indiferentes al sufrimiento de los demás. Porque en este sentido Jesús es taxativo: “Les aseguro que cada vez que NO lo  hicieron con el más pequeño de mis hermanos, tampoco lo hicieron conmigo” (Mt. 25,44).

Es una página bíblica tremendamente desafiante e interpeladora que requiere de nosotros una lectura atenta, pero sobre todo, tener la luz suficiente y la sabiduría pertinente para llevarla a la práctica cada día.

Hay muchos hambrientos, sedientos, forasteros, desnudos, enfermos y presos (desgraciadamente) que esperan por nosotros en cuanto seamos capaces de hacer esa síntesis vital que la verdadera religión que más agrada a Dios Padre es aquella que se identifica con el que sufre. Por eso muchas Comunidades Cristianas, grupos bíblicos, creyentes de “a pie” que viven insertos en poblaciones, barrios marginales, sectores rurales, han hecho de esta narración una página emblemática que ha sostenido y dado orientación y caudal evangélico a su caminata creyente.

Estos hermanos y hermanas han comprendido lo que nos decía Puebla, en cuanto que “los pobres nos evangelizan” y han asumido el camino de la compasión como la identidad más honda de un creyente que ha sabido escuchar las palabras de su Maestro.

Parafraseando a un poeta (Pedro Casaldáliga) podríamos decir que: “Al final del camino te preguntarán: ¿Has tenido compasión? Y yo no diré nada. Mostraré las manos vacías y el corazón lleno de nombres llamados hambrientos, sedientos, desnudos, forasteros, enfermos y encarcelados”.

El test final está planteado, sólo falta que no te equivoques en su respuesta.