En la mitad de su apostolado, Jesús siente el abandono y la deserción de
muchos que lo seguían. Habían quedado fascinados con El porque les había dado
pan hasta saciarse, una gran multitud había comido pan en abundancia. El
panorama era ideal. Hasta que el Señor comenzó a profundizar el verdadero
sentido que tenía el pan que les había regalado. Nada más y nada menos que El
mismo era el Pan de Vida, que había bajado del cielo y que había que comer para
no tener nunca más hambre.
Ese lenguaje y sus exigencias le supo a la gente un lenguaje muy duro,
imposible de aceptar. Y comienzan a desertar, echan pie atrás y lo abandonan.
Es la crisis de Cafarnaúm, el mismo Jesús sufrió en carne propia la experiencia
de la soledad y del abandono. No hay voluntad para seguirlo en su marcha hacia
Jerusalén. Desde ahora el Señor priorizará la formación de sus apóstoles por
encima del contacto con las multitudes. Debió cambiar de estrategia y recurrir
a otros métodos en su evangelización.
La pregunta de Jesús a los Apóstoles es también la pregunta que HOY nos
hace a todos nosotros. Ella da cuenta de la necesidad de una respuesta personal
y consciente. Hacer una elección que supone tomar una opción y tomar partido por
una causa de manera coherente y racional.
Esta pregunta da cuenta de la necesidad que cada cristiano haga un
tránsito desde un cristianismo por nacimiento a un cristianismo por elección.
El creyente no puede ya apoyarse en la cultura ambiental ni en las
instituciones. La fe va a depender de ahora en adelante, cada vez más, de la
decisión personal de cada uno. Será cristiano quien tome la decisión consciente
de aceptar y seguir a Jesucristo. En el futuro, el cristianismo será fruto de
una opción libre, seria, objetiva y responsable. Esto evitará la experiencia de
algunos cristianos que se mueven entre un cristianismo tradicional, por
nacimiento y un proceso de descristianización. No es bueno vivir en la
ambigüedad de una fe más bien periférica y circunstancial. Es mejor tomar una
decisión libre y que sea consecuencia de una mayor madurez y reflexión objetiva
y madura.
Cuando hoy nos pregunte el Señor, ¿ustedes también se quieren ir?, ¿qué
le vamos a contestar? ¿Acaso podremos dar un paso hacia atrás y dejar de lado a
aquel que le dará sentido real a nuestra vida?. ¿Vamos a dejar a aquel que hizo
ver a los ciegos, dio oído a los sordos, alimentó a los hambrientos, curó a los
leprosos, perdonó los pecados, lloró con los amigos e hizo andar a los
paralíticos y les devolvió la dignidad a los excluidos y marginados por la
sociedad excluyente de aquel tiempo?
¿Vamos a echar pie atrás cuando Aquel nos lleva en sus brazos como el
Buen Pastor y nos conduce a buenos pastos y cuida de su oveja preferida, cada
uno de nosotros? Ahora más que nunca, cuando la fe ya no se puede vivir bajo
“el paragua” que supuestamente nos ofrecía la cultura ambiental o una sociedad
que se ordenaba bajo el paradigma de la religión, es que necesitamos
radicalizar nuestra opción libre por Jesús e irnos DETRÁS de El hasta el final.
¿Irse o quedarse? Ahí está la disyuntiva. Elige.
1 comentario:
Que bueno hubiera sido que la Iglesia nuestra haya descubierto mucho antes, siglos atrás, que seguir a Jesucristo era una opción, no una imposición, que no se podía catalogar a una persona como seguidora de Cristo por el único hecho de haber nacido en el seno de una familia católica y haber recibido los sacramentos sin la suficiente preparación y madurez espiritual para ello. Esto hubiese significado, seguramente, tener menos comprometidos estadísticamente, pero más efectivamente. Por eso, en esta caso, cuando yo me aplico la pregunta: ¿me quedo o me voy? La respuesta la tengo a flor de labios, sin titubeos, SI radical, pero antes de eso, he hecho un largo camino de seguimiento, de interiorización y profundización de la fe, de la Palabra de Dios, y, me quedo en la interrogante: ¿habría contestado lo mismo, con tanta firmeza como ahora, hace 5, 10 ó 15 años atrás? No lo sé y eso me asusta por un lado y por otro, me quedo pensando en tantos y tantas personas que viven tan en la superficie de las cosas de Dios. Es una Gracia, es posiblemente la Bondad del Señor lo que se traduce en esa respuesta, y debo agradecer esa generosidad, y quisiera donar algo de eso mío para otros. Pediré al Señor Jesucristo su sabiduría para lograr entusiasmar a aquellos que vaya encontrando en mi caminar para que también ellos decidan quedarse junto a Él.
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