martes, 10 de mayo de 2011

DE EMAUS A JERUSALEN: El camino del retorno a la vida.






Aturdidos por la desesperanza y por el sueño apagado y abruptamente terminado, caminan dos discípulos de Jesús, comentando lo que había ocurrido en Jerusalén y ahora de regreso a Emaús.


Son Cleofás y el otro discípulo. Que habían creído en el Maestro y ahora caminan desolados y tristes.


Estos dos discípulos hoy son María y Juan; Pedro y Rosa. Son de La Legua o La Victoria, de Las Condes o de Calama. Adultos o jóvenes, mujeres u hombres. Profesionales u obreros, empobrecidos o poderosos. Da lo mismo, muchas veces.


En verdad, Emaús, es la cuidad de la tristeza y el dolor. La ciudad de la tiniebla y de la muerte. El camino de la luz que se apaga y de la desesperanza que se anida en el fondo del corazón. Es el camino que nos paraliza y nos desconcierta.


La ciudad que nos atrapa y nos consume. No hay caso, también para nosotros a veces el horizonte de vida es Emaús.


Somos tentados por abandonar todo esfuerzo y nos abandonamos en un "gris pragmatismo" (Benedicto XVI) que todo lo sustenta en la racionalidad, el inmediatismo y la eficiencia momentánea. Para después quedar vacíos, cuando nos toque esperar y el silencio se haga evidente en nuestro camino. A veces, Emaús es fuerte y nos atrapa.

Pero no, hay otro camino mejor.


El camino a Jerusalén, del cual Jesús es el PEREGRINO por excelencia, que te acompaña y te seduce, es el camino que nos lleva a la ciudad de la vida y de la luz.


En Jerusalén está lo mejor que nos puede pasar, a cambio de rehacer el camino, desandar lo andado y tomar la dirección que nos lleva a Jerusalén.


Jerusalén no nos exime de abrir los ojos y dejarnos conducir por el Señor. En este camino, tendremos que luchar, volver a creer y hacernos verdaderamente discípulos.


De manera silenciosa, Dios nos interrogará por nuestra vida y nos preguntará de aquello que conversamos y ocupa nuestro corazón. Y con finura y claridad nos introducirá en la verdad plena para que comprendamos por dónde camina la vida de cada cual.


Junto a María y Juan; Pedro y Rosa, hagámos de nuevo el camino del retorno. Si hasta ahora de preferencia caminábamos a Emaús, ahora hagámoslo a Jerusalén en donde está la Vida y la Luz.





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