martes, 5 de abril de 2011

"ANTES ERA CIEGO, AHORA VEO"

¡Pon tus manos sobre mí, Jesús!


¡Abre mis ojos, Señor!

¡Ojos nuevos, ojos humanos, ojos del corazón!

¡Ojos para ver distinto! Como Tú ves.


Jesús se encuentra con un ciego de nacimiento, el cual se pasaba el día pidiendo limosna en el templo. Era un hombre pobre, limitado, preso de su mal de nacimiento y por ende una persona herida en su dignidad como ser humano. Pero todo cambia para él, cuando Jesús pasa por su vida y se hizo cargo de su experiencia de dolor, abandono y marginalidad, cambiándole, así, para siempre su vida. Es la experiencia de un hombre que en el encuentro con Jesús tiene acceso a la luz la que había estado vedada para él desde su nacimiento.


Este hecho provoca el desconcierto de muchos. De su familia, de sus amigos, de la gente del pueblo, de los fariseos y de los poderosos. No atinan a comprender el cómo este hombre ha pasado ahora de la ceguera a la luz, se ha puesto de pie, ahora puede ver y ya no necesitará seguir esclavizado por ese mal que le atormentaba desde sus inicios.


De la ceguera física y espiritual, pasa a la visión de los ojos y del corazón. Recibe la luz de la fe, comienza a engendrarse en él un hombre nuevo. Del hombre atormentado, se proyecta un nuevo ser, un nuevo ser humano, alguien que se ha levantado de su esclavitud y ahora puede andar por la vida con una nueva visión, con nuevos ojos, en una nueva dimensión de vida. Ha recibido la luz de la fe y por eso se postra delante de Jesús para reconocerlo como a su Señor.


Esa experiencia necesitamos hacer nosotros también.


¡Qué duda cabe! Ciegos como podemos estar, necesitamos que Jesús nos abra los ojos para ver de forma distinta lo que pasa a nuestro alrededor. Necesitamos adquirir una nueva mirada para ver lo que nuestra materialidad como humanos no nos permite ver. Esta ceguera que sólo nos lleva a mirar nuestros pequeños intereses personales y corporativos (situación actual de la Iglesia), ceguera que no nos permite visualizar lo que nos conviene en los diversos planos de la vida. Un hombre que se gasta el dinero en alcohol y no en alimento para su familia, está ciego. Un consagrado que se asila en su condición para manipular y coaccionar a sus hermanos, está ciego. Alguien que pasa por la vida y no ve las demandas de los pequeños, también está ciego.


Mons. Romero, abrió los ojos cuando vio la realidad de miseria de su pueblo y fue mártir. Teresa de Calcuta, abrió los ojos cuando encontró a una mujer moribunda en las calles de Calcuta que era comida por ratas y hormigas y agonizaba. Francisco de Asís abrió los ojos cuando abrazó al leproso. Y así.


En esta hora necesitamos urgentemente ABRIR LOS OJOS y tener una fe madura y adulta. No más espejismos. No más infantilismos religiosos. Que Jesús nos pueda abrir los ojos para que se proyecte una nueva dimensión en nosotros. La del creyente. La del que, sabiéndose ciego, recibe la luz que Jesús nos puede dar.


De esta manera, podremos decir con el ciego de nacimiento: “Yo era ciego, pero ahora veo” (Jn. 9,25). Gracias a Jesús.




2 comentarios:

tity dijo...

hacia tiempo no me daba un minuto para disfrutar de sus reflexiones...realmente son inspiradoras...gracias hermano por interpretar al menos mis inquietudes....

Anónimo dijo...

Es verdad lo que dices TODOS NECESITAMOS QUE JESUS NOS ABRA LOS OJOS, especialmente dentro de nuestra Iglesia; es mas facil callar y hacerse complice de los intereses mezquinos de algunos que se dicen "superiores" (No hay peor ciego,que el que no quiere ver) Por eso pidamos a Jesus, no solo la luz de los ojos,sino la del corazon que es mas importante. Se agradece que comparta con nosotros su reflexion.