La solidez y firmeza de un edificio, de una casa o de cualquier construcción está dada por la calidad de su fundamento. Si el fundamento o la base son frágiles, ese edificio estará siempre expuesto a derrumbarse ante los embates de la naturaleza, sea un temblor, un desborde de un río o por el desgaste propio de los años. Por el contrario, si la base o el fundamento son verdaderamente sólidos, cualquier construcción enfrentará mejor los fuertes oleajes y los inconvenientes propios de la naturaleza.
En esta misma línea nos ha hablado Jesús en su Palabra el domingo recién pasado, al decirnos que el hombre sensato es aquel que escucha y practica la Palabra y de este modo se parece a aquel que construye la casa sobre roca. No así el hombre insensato, que escuchando la Palabra no la practica, es igual que aquel que construye sobre arena, todo se derrumba fácilmente porque los cimientos no son los adecuados.
Iniciando el tiempo de Cuaresma (cuarenta días de preparación a la Pascua), viene bien preguntarnos por el FUNDAMENTO o la BASE sobre la cual hemos venido construyendo la vida en este tiempo. Mirar sobre qué EJE fundamental gira nuestro quehacer. Ver cuáles son las motivaciones y las inspiraciones fundamentales que le van dando cuerpo a nuestra existencia, pues dependerá del fundamento que tengamos en el edificio de nuestra vida, para saber también qué consistencia tendrá el ejercicio siempre desafiante de vivir la vida con las distintas opciones que van apareciendo a diario.
En estas semanas, ante un hecho de evidente connotación pública, que tiene que ver con nuestra Iglesia, hemos sido testigos de personas que han declarado públicamente que fueron manipulados en sus conciencias, en la vivencia de su fe y en el modo de concebir la libertad y la autonomía que todo ser humano ha de conquistar y vivir. Ante esto, hemos de decir que nadie se puede erigir como “fundamento” de nuestra vida. No podemos entregarle a nadie las riendas de nuestro ser, de nuestras decisiones, ni tampoco dispensarnos de la ineludible tarea de enfrentar los desafíos que aparecen a diario en nuestra existencia y ser capaces de tomar opciones coherentes y razonables. Sólo Jesús puede ser la ROCA que de solidez y seguridad a nuestra vida. Ni un sacerdote, ni un obispo, o un teólogo, un amigo, un filósofo, o un político, nadie, puede ocupar el sitio que le corresponde al Señor.
No necesitamos gurúes, ni líderes manipuladores, ni fanáticos religiosos ni falsos mesías Fijémonos, pues, sobre qué fundamento estamos construyendo nuestra vida, no vaya a ser cosa que esta base sea frágil y movediza que terminemos por sucumbir ante las exigencias que la vida nos presente cada día.
Cuaresma puede ser un buen tiempo para hacer este ejercicio de discernimiento y colocar como FUNDAMENTO al mismo Señor que es la ROCA que nos salva.
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