martes, 8 de febrero de 2011

LOS CRISTIANOS, SAL Y LUZ PARA EL MUNDO







Siguiendo con el Sermón de la Montaña, que iniciamos con las bienaventuranzas el domingo recién pasado, Jesús insta a sus discípulos, a los de entonces y a los de ahora, a ser SAL de la tierra y LUZ para el mundo. Y les dice que si la sal se torna insípida, no sirve para nada y hay que botarla y que la luz no es para esconderla debajo de un cajón, sino para que brille e ilumine todo a su alrededor.

Con estos símbolos, (la sal y la luz) Jesús, nos está hablando de la IDENTIDAD que ha de tener el cristiano, del estilo de vida que cada creyente ha de suscitar y vivir en el mundo. “Ustedes son”, ha repetido el Señor. El ser tiene que ver con lo que uno es, con su fisonomía determinada, con su esencia, con su identidad. ¿Y qué somos los cristianos?, pues, SAL y LUZ, según las palabras del mismo Maestro. Se debe percibir con claridad esta presencia. ¿Se nota que somos cristianos en verdad? Quizás. A veces como que se notara más que construimos una religión anodina y convencional, en que tengamos esa conciencia de ser “sal y luz” para el mundo.

La sal ayuda a dar sabor a las comidas. Una cantidad justa y precisa, permite que el alimento preparado con una diversidad de ingredientes alcance su justa dimensión, pues la sal le da el “toque” distintivo a un plato en particular. También ayuda a preservar los alimentos para que éstos no se descompongan y se echen a perder. La sal es modesta en sí misma, una pequeña cantidad transforma todo. Pues bien, siguiendo esta analogía, el cristiano debe ser una persona que pueda dar un “sabor” distinto a la vida en el mundo en cual vivimos. Estamos hablando de una presencia significativa, de ser una presencia que “diga” algo a quienes no son creyentes y no conocen a Jesús y su Evangelio.

Desde esta perspectiva nos podemos preguntar: ¿Mi vida tiene un sabor especial? ¿Estoy en condiciones de darle un “toque” especial a mis relaciones habituales, al trabajo que realizo, a la vida matrimonial y familiar que construyo, a la relación con el vecindario? Ser sal de la tierra, supone abrirse espacio entre los demás para darle un sabor especial a lo que ocurre entre nosotros en la vida cotidiana, aportando aquello específico que el mismo Maestro nos ha predicado y hemos descubierto.

La luz es más fuerte que las tinieblas y la oscuridad. Basta encender un fósforo en una habitación a oscuras para que se haga la luz en medio de ella. Esta luz que es Cristo, es la que también se nos pide irradiar entre los hombres. Y cada cristiano será luz, en la medida que tenga al mismo Jesús dentro de sí, pues no es mi luz la que debe brillar, sino la luz que es el mismo Señor. En El cada discípulo podrá aportar la transparencia y la claridad de la luz a un mundo que deambula muchas veces en la oscuridad. Y el mejor termómetro para saber si somos luz para los demás, es cuando seamos capaces de compartir el pan con el hambriento, cobijemos al que no tiene techo, cuando atendamos al desnudo … como nos decía el profeta Isaías en la primera lectura de este domingo. En ese caso, tu vida se hará luminosa porque en definitiva habrás dado el salto de salir de tus intereses personales y a veces bastante egoístas, para ubicarte con tu corazón en el prójimo, particularmente en el de aquel a quien la vida no lo ha tratado bien. Seremos luz, también, cuando abramos todas las habitaciones de nuestra casa (nuestra vida) y dejemos que la luz de Cristo las ilumine y les de una nueva dimensión. Así seremos un poco más transparentes porque tendremos más luz en el corazón.

Pues, que no se nos olvide, ser SAL y LUZ, es nuestra identidad cristiana.

1 comentario:

Anónimo dijo...

¡Que misión tan grande es ser apóstol! Y que encargo tan importante nos da el Maestro, ser Sal y Luz en el mundo.Muchas veces no llevamos esa Luz que es Cristo, porque no la mantenemos encendida por nimiedades que nos suceden; y la Sal se vuelve desabrida, porque la comodidad, el desinteres y la inercia en que vivimos va quitandole el sabor.Que bueno que nos recuerde nuestra misión de cristianos, es importante refrescarnos la memoria. Paz y Bien