"Pilato le dijo: ¿Entonces tú eres Rey? Jesús respondió:
Tu lo dices: Yo soy Rey".
Jn. 18,37
El domingo recién pasado la Iglesia católica ha celebrado en su calendario litúrgico la fiesta de Cristo Rey, en donde Jesús aparece enfrentado, cara a cara con Pilato, he interrogado por éste, asume su condición de ser Rey. Con esta fiesta, el pueblo cristiano cae en la cuenta que Jesús es el comienzo y el fin de todo, Alfa y Omega, como dice el libro del Apocalipsis.
Esta fiesta de Cristo Rey nos permite reflexionar sobre el sentido de su reinado, qué entendemos o queremos decir que Cristo es “Rey” y cómo esta fiesta tiene una proyección en la vida de nosotros.
Por de pronto, hay que decir que su “reino no es de este mundo” ni El se asemeja a los reyes de este mundo. No es de este mundo, en el sentido que su reinado no está amparado en la ostentación, la fuerza militar, política o económica, en la opresión de un pueblo, en el usufructo de los bienes de los pobres en beneficio propio. El es REY porque se pone a servir a sus hermanos, porque le lava los pies a sus discípulos, porque su fuerza está basada en la debilidad, porque su corona no es de oro, sino de espinas y porque su trono es la cruz donde entrega su vida por fidelidad y consecuencia de vida con su pueblo y los pobres y marginados de su tiempo, siendo fiel así al proyecto de su Padre.
Jesús fue un apasionado del reino. De hecho este es el meollo de su predicación. Todo lo que El hace, dice, gesta, ofrece, predica, tiene esta lógica de ofrecer y anunciar BUENAS NOTICIAS para los desfallecidos, leprosos, ciegos, hambrientos, paralíticos, pecadores, mujeres, niños, enfermos, poseídos … Su reino, el de su Padre, que El venía a hacer patente, no fue más que la oferta de un Dios que trae vida y vida abundante a su pueblo. El reino de Dios es la clave para captar el sentido que Jesús da a su vida y para entender el proyecto que quiere ver realizado en Galilea, en el pueblo de Israel y, en definitiva, en todos los pueblos.
Esta experiencia de Jesús es el gran desafío de los cristianos en la hora actual. Acoger con más fuerza la potencia liberadora de esta semilla nueva que el Señor sembró en el corazón de la historia y de la humanidad para que siga germinando y pueda dar los frutos esperados.
De ahí que la súplica del padrenuestro “venga a nosotros tu reino” no sea más que la demanda de los orantes de todos los tiempos, para que el reino de Dios entre en nuestros corazones y pueda continuar su marcha indefectible hasta la consumación de los siglos. Es el esfuerzo cristiano por continuar con la obra inconclusa de Jesús mientras estuvo predicando en Galilea, de que la vida le gane a la muerte. La paz a la violencia, la injusticia a la iniquidad, la libertad a la esclavitud, la solidaridad a la acumulación.
Es el esfuerzo por acoger este nuevo estilo de vida que se llama “reino”, donde las coordenadas sobre las cuales vamos gestando la vida personal y social, son las coordenadas, distintas, desafiantes, proféticas, del Evangelio y de la predicación de Jesús.
La pasión por el Reino, que fue la pasión de Jesús, sea también HOY nuestra pasión y energía desbordante.
Esta fiesta de Cristo Rey nos permite reflexionar sobre el sentido de su reinado, qué entendemos o queremos decir que Cristo es “Rey” y cómo esta fiesta tiene una proyección en la vida de nosotros.
Por de pronto, hay que decir que su “reino no es de este mundo” ni El se asemeja a los reyes de este mundo. No es de este mundo, en el sentido que su reinado no está amparado en la ostentación, la fuerza militar, política o económica, en la opresión de un pueblo, en el usufructo de los bienes de los pobres en beneficio propio. El es REY porque se pone a servir a sus hermanos, porque le lava los pies a sus discípulos, porque su fuerza está basada en la debilidad, porque su corona no es de oro, sino de espinas y porque su trono es la cruz donde entrega su vida por fidelidad y consecuencia de vida con su pueblo y los pobres y marginados de su tiempo, siendo fiel así al proyecto de su Padre.
Jesús fue un apasionado del reino. De hecho este es el meollo de su predicación. Todo lo que El hace, dice, gesta, ofrece, predica, tiene esta lógica de ofrecer y anunciar BUENAS NOTICIAS para los desfallecidos, leprosos, ciegos, hambrientos, paralíticos, pecadores, mujeres, niños, enfermos, poseídos … Su reino, el de su Padre, que El venía a hacer patente, no fue más que la oferta de un Dios que trae vida y vida abundante a su pueblo. El reino de Dios es la clave para captar el sentido que Jesús da a su vida y para entender el proyecto que quiere ver realizado en Galilea, en el pueblo de Israel y, en definitiva, en todos los pueblos.
Esta experiencia de Jesús es el gran desafío de los cristianos en la hora actual. Acoger con más fuerza la potencia liberadora de esta semilla nueva que el Señor sembró en el corazón de la historia y de la humanidad para que siga germinando y pueda dar los frutos esperados.
De ahí que la súplica del padrenuestro “venga a nosotros tu reino” no sea más que la demanda de los orantes de todos los tiempos, para que el reino de Dios entre en nuestros corazones y pueda continuar su marcha indefectible hasta la consumación de los siglos. Es el esfuerzo cristiano por continuar con la obra inconclusa de Jesús mientras estuvo predicando en Galilea, de que la vida le gane a la muerte. La paz a la violencia, la injusticia a la iniquidad, la libertad a la esclavitud, la solidaridad a la acumulación.
Es el esfuerzo por acoger este nuevo estilo de vida que se llama “reino”, donde las coordenadas sobre las cuales vamos gestando la vida personal y social, son las coordenadas, distintas, desafiantes, proféticas, del Evangelio y de la predicación de Jesús.
La pasión por el Reino, que fue la pasión de Jesús, sea también HOY nuestra pasión y energía desbordante.
No hay comentarios:
Publicar un comentario