En el Resucitado, seamos testigos de la vida.
Es Miércoles Santo.
Algunos ya se están preparando para el fin de semana largo que se avecina, unas pequeñas vacaciones que vienen muy bien. Otros se lamentan, porque les requisaron varias toneladas de mariscos contaminados que iban a comerciar en Semana Santa, con aquellos que afanosamente buscarán comer pescados porque así se acostumbra. Para otros, esta “Semana” será “más de lo mismo”. Se repetirán películas añosas por la televisión, se realizarán “Vía Crucis” en vivo, la liturgia seguirá su dinámica y al final, el pueblo cantará ALELUYA porque Cristo ha resucitado.
Y así, una Semana Santa más que habrá pasado por nuestra vida.
Ante esta realidad descrita más arriba, quizás conscientemente exagerada, pero no menos real en muchos casos, me pregunto ¿Cómo hacer que los signos y mensajes que celebramos en Semana Santa, vuelvan a expresar lo que verdaderamente significan para quienes nos declaramos cristianos, creyentes, y adherimos al Evangelio y a Jesús?
Porque si no lo hacemos así, o sea, si no hacemos el esfuerzo por desentrañar el MENSAJE que tiene celebrar a Cristo muerto y resucitado, puede que esta Semana no sea más que celebrar lo “mismo de siempre” conociendo de antemano el desenlace de todo y se quede en algo rutinario. Se trataría que esta Semana nos traiga un mensaje nuevo para el HOY de nuestra vida. Un proyecto nuevo, un nuevo estilo de vida que deberíamos abrazar, en fin, una Semana, mejor dicho un Triduo Pascual, que lo sepamos actualizar a nuestra realidad y hacer que también “acontezca” en nuestra vida.
Propongo dos significados, de los muchos que podemos extraer de esta Semana.
“Habiendo amado a los suyos, les amó hasta el extremo”, como Jesús, en donde toda su vida fue una ENTREGA total de si mismo al Padre y a sus hermanos, en el cual nada se reservó para si mismo, nuestra vida debería caracterizarse por esta nota característica del verdadero discípulo. Amar hasta el extremo, hasta las lágrimas, como Jesús martirizado y crucificado, es lo que podríamos redescubrir en esta Semana Santa. Amar hasta el extremo es amar al débil, al anciano, al pecador, al que está caído y es crucificado hoy día en una sociedad hostil e individualista. Es dar el corazón para que éste se vaya llenando de amor.
“Luego se puso a lavarles los pies a sus discípulos”, como Jesús, que no tuvo empacho en sacarse el manto, atarse la toalla a la cintura y ponerse a lavarle los pies a sus discípulos. Es el testamento del Señor para sus seguidores. Es el gesto emblemático que de ahora en adelante caracterizará a los que verdaderamente quieran ser cristianos. Se trata de vivir la vida “en clave samaritana”, sirviendo a los demás y teniendo un corazón solidario y misericordioso. Sobre todo hoy día donde muchos se van haciendo un becerro de oro al cual le adoran con particular intensidad y le entregan su tiempo, su corazón y sus decisiones.
El creyente que quiere seguir a Jesús, no puede sacarle el bulto al lavado de los pies. Tiene que saber que el “no vive para servir, no sirve para vivir”, aunque muchas voces nos digan lo contrario.
Ojalá que esta Semana Santa la vivas como una OPORTUNIDAD, es decir, como un tiempo nuevo para aportar aires nuevos a tu vida y a la de los demás.
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