“Les aseguro que si el grano de trigo que cae en la tierra no muere,
queda solo; pero si muere, da mucho fruto”.
Jn. 12,24
queda solo; pero si muere, da mucho fruto”.
Jn. 12,24
Jonathan y Aníbal, eran dos jóvenes bomberos de Concepción, que el año pasado, murieron tratando de salvar la vida de la señora Adriana, de 75 años, que estaba siendo consumida por un voraz incendio, el cual a la postre terminó con su casa y con su propia vida.
Estos jóvenes vivieron en la lógica del grano de trigo que nos plantea Jesús en este evangelio. Es decir, concibieron su vida como una oportunidad para darla en beneficio de los demás. Si ellos hubiesen pensado en salvar su vida, no habrían tratado de salvar la vida de esa anciana, y, en definitiva, según Jesús, la habrían perdido, porque “El que tiene apego a su vida la perderá; y el que no está apegado a su vida en este mundo, la conservará para la Vida eterna, (Jn. 12,25).
Ejemplos como los de estos dos jóvenes bomberos, hay muchos, sin duda. Muchas personas han captado que la vida tiene un verdadero sentido cuando uno sale de si mismo, deja de girar en torno a sus propios intereses y mira más allá para establecer con el prójimo una relación de fraternidad y solidaridad. Que la vida se la gana, cuando se la pierde. Hacen que el eje de sus vidas no gire en torno a sus, quizás, legítimos derechos, para pasar por este mundo en una actitud de servicio y lavado de los pies, siguiendo así el ejemplo paradigmático de Jesús. Como Teresa de Calcuta, que se convirtió al Señor al encontrarse con una mujer moribunda que estaba siendo carcomida por las ratas, a la que tomó en sus brazos, la llevó a un hospital e hizo que ella pudiera morir un poco más dignamente. Para esa mujer moribunda, esa cama que pidió Teresa, fue la primera, la única y la última cama que tuvo en su vida. Para la madre Teresa este hecho fue su segundo nacimiento, en verdad, su primer y verdadero nacimiento, era el 10 de septiembre de 1948.
El reverso de la medalla, lo hemos contemplado en estos días cuando con estupor nos hemos enterado que tres cadenas de farmacias, las más importantes del país, se han coludido para subir mañosamente los precios a los usuarios, afectando, así, de manera preferencial a los pobres y a los ancianos, que obviamente son quienes más demandan de remedios para poder sobrevivir.
La voracidad y la codicia no tienen límites. El dinero enceguece. La ganancia fácil no escatima ningún mecanismo o esfuerzo, por inmoral que sea, con tal de allegar dinero fácil a las arcas de los sedientos por dinero y riqueza.
En este caso, la lógica del grano de trigo que nos plantea Jesús, está muy lejos de hacerse realidad. Eso puede pasar cuando el eje de nuestras opciones y comportamientos, sólo están construidos en torno a nuestros propios intereses. Y lo paradojal puede resultar que más de algún ejecutivo o director de esas empresas, sean hombres piadosos y apegados a más de alguna devoción que guardan con estricto celo.
Estos jóvenes vivieron en la lógica del grano de trigo que nos plantea Jesús en este evangelio. Es decir, concibieron su vida como una oportunidad para darla en beneficio de los demás. Si ellos hubiesen pensado en salvar su vida, no habrían tratado de salvar la vida de esa anciana, y, en definitiva, según Jesús, la habrían perdido, porque “El que tiene apego a su vida la perderá; y el que no está apegado a su vida en este mundo, la conservará para la Vida eterna, (Jn. 12,25).
Ejemplos como los de estos dos jóvenes bomberos, hay muchos, sin duda. Muchas personas han captado que la vida tiene un verdadero sentido cuando uno sale de si mismo, deja de girar en torno a sus propios intereses y mira más allá para establecer con el prójimo una relación de fraternidad y solidaridad. Que la vida se la gana, cuando se la pierde. Hacen que el eje de sus vidas no gire en torno a sus, quizás, legítimos derechos, para pasar por este mundo en una actitud de servicio y lavado de los pies, siguiendo así el ejemplo paradigmático de Jesús. Como Teresa de Calcuta, que se convirtió al Señor al encontrarse con una mujer moribunda que estaba siendo carcomida por las ratas, a la que tomó en sus brazos, la llevó a un hospital e hizo que ella pudiera morir un poco más dignamente. Para esa mujer moribunda, esa cama que pidió Teresa, fue la primera, la única y la última cama que tuvo en su vida. Para la madre Teresa este hecho fue su segundo nacimiento, en verdad, su primer y verdadero nacimiento, era el 10 de septiembre de 1948.
El reverso de la medalla, lo hemos contemplado en estos días cuando con estupor nos hemos enterado que tres cadenas de farmacias, las más importantes del país, se han coludido para subir mañosamente los precios a los usuarios, afectando, así, de manera preferencial a los pobres y a los ancianos, que obviamente son quienes más demandan de remedios para poder sobrevivir.
La voracidad y la codicia no tienen límites. El dinero enceguece. La ganancia fácil no escatima ningún mecanismo o esfuerzo, por inmoral que sea, con tal de allegar dinero fácil a las arcas de los sedientos por dinero y riqueza.
En este caso, la lógica del grano de trigo que nos plantea Jesús, está muy lejos de hacerse realidad. Eso puede pasar cuando el eje de nuestras opciones y comportamientos, sólo están construidos en torno a nuestros propios intereses. Y lo paradojal puede resultar que más de algún ejecutivo o director de esas empresas, sean hombres piadosos y apegados a más de alguna devoción que guardan con estricto celo.
Jesús nos invita a mirar la cruz en estos días para aprender de El. No nos cansemos de preguntarle al Señor por dónde ha de girar nuestra vida, de qué manera se puede ser feliz en verdad, cuál es la pasión verdadera que han de mover nuestros actos y opciones.
Y aunque escuchemos incesantemente voces que nos hablen que no vale la pena pensar en los demás, sino sólo en uno mismo, aprendamos de El y vivamos la lógica del grano de trigo.
Como Jonathan y Aníbal que dieron la vida por una anciana mujer. Y como Jesús, que al morir, hizo que nosotros la tengamos en abundancia.