“Este es mi Hijo,
el Elegido, escúchenlo”
Mientras Jesús sube al monte a orar y lleva consigo a Pedro, Santiago y
Juan, se oye la voz del Padre que invita a saber escuchar a su Hijo. De eso se
trata, entre otras cosas, este tiempo de Cuaresma y, fundamentalmente, toda la
vida cristiana: Saber escuchar a Jesús.
Precisamente en este tiempo que vivimos, en un mundo lleno de cambios y
paradojas, en una Iglesia en la cual se siente que la barca se zarandea
fuertemente, (por algo la renuncia de Benedicto XVI es un hecho histórico que
ha provocado y debiera provocar un gran remezón en la Iglesia) se hace
perentorio ponernos a ESCUCHAR A JESUS de manera profunda, permanente y
disponible.
Hace falta entre nosotros muchas más oportunidades para subir a la
montaña y abrir todos nuestros oídos para escuchar al Maestro que nos quiere
revelar el camino que debemos asumir cada día. Subir al monte no para evadir
los problemas y darle la espalda a la vida y sus conflictos, al contrario,
subir a la montaña para impregnarse de interioridad y espíritu evangélico y de
esa manera “salir” al mundo con una actitud comprometida y resuelta como
esperaría el Señor de un discípulo suyo. Ir a la montaña para crecer en hondura evangélica y estar dispuestos a recorrer
el camino que va de Galilea a Jerusalén, detrás de Jesús, procurando sortear y
enfrentar con lucidez los enormes desafíos y complejidades que se asoman hoy
día en nuestro mundo, en la Iglesia, en las familias, en la vida personal de
cada uno.
Escuchar a Jesús en esta hora, de eso se trata nuestro discipulado.
Poder contrastar la PALABRA del Maestro con las otras “palabras” que se asoman
a nuestro pequeño mundo y que seguramente nos van dictando patrones de conducta
y absorbiendo nuestra propia capacidad de discernimiento y libertad. A Jesús se
le escucha con apertura del corazón, con
humildad y con obediencia, esto último, porque muchas veces su PALABRA no será
nuestra propia palabra y ahí deberemos mutar nuestros pensamientos y
sentimientos y hacer nuestros los del mismo Maestro.
Así como Benedicto dice que ser retira al monte para orar, nosotros
también vayamos a nuestra propia montaña para ESCUCHAR A JESUS cada día, en
cada circunstancia, en cada rostro, en su misma Palabra.
Ponte a ESCUCHAR A JESUS … te irá bien y tendrás LUZ para tu vida.