martes, 31 de julio de 2012

CINCO PANES Y DOS PESCADOS: EL ARTE DE COMPARTIR



Una multitud seguía Jesús impactados de cómo sanaba enfermos. Alzando los ojos, Jesús intuye que esa gran masa de hombres (el texto después dirá que eran 5.000) tenían necesidad de comer.

Interpelado Felipe de dicha situación por Jesús, le dice que la situación se hace del todo inviable, no bastarían siquiera doscientos denarios para darle de comer a tanta gente (cabe consignar que un denario era el jornal diario que ganaba un trabajador en aquella época). En verdad, la respuesta de Felipe siendo coherente, se plantea en un plano meramente humano, desde esa perspectiva, es claro que no había posibilidades reales de saciar la demanda de la multitud.

Andrés, hermano de Simón Pedro, pretende abrir una solución diciendo que hay un joven que al menos tiene cinco panes y dos pescados, pero claro, dirá el apóstol, también esto se hace insuficiente, pues la cantidad del alimento que se tiene no se compadece con la alta demanda que la realidad supone. También el apóstol plantea aquí su escepticismo al respecto. No alcanza para todos con lo que hay.

¿Qué hacer entonces? Jesús, sin más, hará que opere de lleno la capacidad de compartir y de partir de lo que se tiene para generar una red de solidaridad que será suficiente para dar de comer a todos. De hecho, comieron unos cinco mil hombres y más aún sobraron doce canastos. Todavía quedaba pan y pescados para todos, dando a entender así que nadie puede quedar excluido o marginado de la mesa del Señor y que cuando se comparte entonces el pan sobra.

Así se desarrolla este texto llamado el discurso eucarístico o del Pan de Vida, que relata el evangelista Juan en el capítulo seis.

¿Qué podemos extrapolar o aprender de esta multiplicación de los panes?

En una primera aproximación, es claro que Jesús nos quiere hacer un llamado a vivir en la dinámica nueva del Reino que no es otra cosa que asumir el “arte de compartir”, como clave paradigmática de las relaciones que los seres humanos hemos de crear y desarrollar.

El compartir presupone partir de los cinco panes y dos pescados que todos tenemos (es sintomático que es  un joven quien se hace protagonista de esta nueva forma de vida), para colocarnos en una dinámica de vida en la cual lo que ya poseemos, por poco que sea, puede generar un cambio real y sustantivo en la vida de nuestros hermanos y hermanas. Cada cual ha de poner lo suyo para generar esta experiencia nueva en donde más que multiplicar se trataría de compartir y así generar vida nueva y mejor a nuestros prójimos.

Es una interpelación a dejar atrás todo tipo de escepticismo o mirada meramente humana a la urgente necesidad de hacer que el PAN pueda llegar a todas nuestras mesas sin distinción alguna. Es la interpelación que nos hace Jesús, para pasar de una cultura egoísta y mercantilista a una cultura del compartir y la apertura al otro en su indigencia y exclusión.

En la contemplación de Jesús, vamos a tener la sagacidad, imaginación y creatividad para volver a realizar este signo de Jesús con la multitud.

Te invito a colocar tus cinco panes y dos pescados al servicio de una humanidad nueva, solidaria y fraterna, utopía vieja y siempre nueva que nos deja el Evangelio.

martes, 17 de julio de 2012

ENVIADOS POR EL MUNDO


“Jesús llamó a los Doce y los envió
de dos en dos …”
Mc. 6,7


De una manera sencilla, pero no menos solemne, Jesús convoca a los Doce y los envía a predicar el Evangelio, dándoles poder para enfrentarse con el mal, instruyéndolos sobre el estilo de vida que han de practicar en la evangelización y dándoles el contenido esencial que ha de tener el anuncio del Evangelio.

Veamos, someramente, el texto en cuestión.

Jesús llama a los Doce: A cada uno los llama desde su propia realidad (como Amós, por ejemplo, que asume haber sido llamado por el Señor “de detrás del rebaño”) y les llama por su propio nombre para constituirlos, sin mérito alguno por parte de ellos, en APOSTOLES, o sea enviados, del mismo Jesús.

Jesús envía: Si les llama para que ellos estén con El y traben una amistad y cercanía profunda, es para ser enviados al mundo, como enviados de El. El apóstol no parte solo a la misión, ni lo hace por iniciativa personal, sino que a la base de todo envío está la persona del que envía. Y en este envío, el apóstol no camina solo, sino que van de dos en dos, creando comunión entre sí.

Jesús da poder: No es el poder para dominar o avasallar a los demás, sino que es el poder para extirpar el mal del mundo. El poder que necesita el apóstol para expulsar demonios, sabiendo que CURAR Y LIBERAR siempre fueron tareas prioritarias en la actuación de Jesús.

Jesús da instrucciones: Precisamente para que el apóstol no se pierda en el envío que recibe y pueda marcar un sello en el anuncio del Evangelio, Jesús está hablando de un estilo sobrio, sencillo, austero, pobre. Basta tener un amigo, un bastón y ponerse las sandalias para ir por los caminos del mundo anunciando buenas noticias. Nada de ostentación. No hace falta ni pan, ni provisiones, ni dinero. Basta con una túnica. Es todo. Ligero de equipaje, en definitiva.

Jesús da el contenido al anuncio: Se trata que el apóstol vaya por el mundo sacando demonios e invitando a cambiar el corazón, sanando enfermos y ungiéndolos con óleo.

Este mensaje de Marcos quiere hacerse realidad también hoy día en la vida de nuestras Comunidades y en la de cada cristiano. Pasemos por la vida curando heridas, aliviando el sufrimiento, regenerando vidas, liberando de miedos a tantos y contagiando en la confianza en Dios por encima de todo.

Vayan, nos dice Jesús. Hablen en mi nombre, les confiero poder, hagan lo que yo mismo he hecho. Sean testigos de Mí y anuncien mi Palabra. Ahí donde viven y trabajan. En esa realidad, nos quiere el Señor siendo sus apóstoles cada día.