Es la plegaria que surge desde Aparecida, cuando los obispos reunidos en
este santuario mariano en Brasil (2007), llegan a la conclusión que se hace del
todo necesario que ese mismo hecho espiritual de los comienzos de la vida
cristiana, se verifique en la vida de nuestra Iglesia que peregrina por este
Continente latinoamericano y caribeño. Es una plegaria que nace de la
constatación que algo nuevo debe surgir en nuestra Iglesia, de tal modo que el
Espíritu Santo sople tan fuerte como lo hizo en esos Pentecostés que nos narra
el libro de los Hechos.
¿Que podría suponer entre nosotros un nuevo Pentecostés? ¿Qué supone? ¿Qué condiciones deberían darse para vivir un acontecimiento de esta magnitud en las actuales circunstancias de nuestra vida?
Se trata de volver a ser nuevamente evangelizados y llegar a ser verdaderamente discípulos del Señor, el cual sigue llamando como un día lo hizo en el mar de Galilea. Volver a ser evangelizados por la fuerza del Espíritu para penetrar en el corazón del Evangelio y hacer de esta Palabra una forma de vida, un proyecto, que le de consistencia a nuestra vida.
Este nuevo Pentecostés, consistirá en “comenzar de nuevo desde Cristo”. El es la PIEDRA ANGULAR sobre la cual se deberá fundamentar todo el andamiaje pastoral y organizativo de nuestras Comunidades, de lo contrario simplemente seremos una empresa religiosa que entrega sacramentos, doctrinas, pero que no suscita el encuentro con una Persona Viva que es el mismo Jesús.
Vivir un nuevo Pentecostés, se me figura un tiempo nuevo, de mayor audacia y coraje, con nueva creatividad y libertad, de mayor sensibilidad para oír la voz de los pequeños, de los acontecimientos de la vida y abiertos para dejarse interpelar y corregir por la voz del Espíritu que nos lleva a la VERDAD última de Dios.
Un nuevo Pentecostés, nos debe liberar de toda pretensión humana de poder, prestigio, preeminencia social o cultural. Y hacernos más sencillos, más humildes, más abiertos, porque sólo a los que se reconocen pequeños de corazón, el Espíritu Santo viene sobre ellos en abundancia de dones.
Vivir Pentecostés, es ser capaces de zafarnos de lo superfluo e innecesario en nuestra vida cristiana. Zafarnos de tradiciones y conservadurismos que impiden la novedad del Espíritu. Dejarnos impregnar por ese viento impetuoso que sopla donde quiere y en la persona que quiere.
Un nuevo Pentecostés nos debe ayudar para dialogar con el mundo. Aún en lenguas distintas, ser capaces de entendernos y comprometernos en aquello que es más definitivo y verdadero.
Un nuevo Pentecostés imploramos de corazón, espero que asumamos los riesgos y compromisos que esto significa.