Dos discípulos son llamados por Jesús, a instancias de Juan Bautista que les había señalado al Cordero de Dios, y aceptando la invitación de venirse con El, dice el evangelista que se quedaron con El el resto del día. Y ese primer llamado se originó a eso de las cuatro de la tarde. Luego, uno de ellos, Andrés, invitará a su hermano Simón a seguir a Jesús, diciéndole “hemos encontrado al Mesías”.
Tres hechos para destacar. Primero, una persona se conoce más y mejor en la intimidad, cuando se logra tener una mayor profundidad con él o con ella superando lo meramente anecdótico y superficial. Y que traspasa las antipatías o simpatías que esa persona pueda generar en la otra. Del mismo modo, vamos a tener una consistencia mayor en la vivencia de nuestra fe y en el seguimiento de Jesús, en la medida que logremos “estar con El” y nos quedemos con El “el resto del día”, como lo consigna el evangelio de Juan. Quedarse el resto del día con El, supone tener la capacidad de ir desentrañando el corazón de su mensaje en la soledad del desierto, en la lucha diaria por ser coherente, en la alegría de la celebración habitual de la eucaristía, en fin, en aquello que signifique decir con Samuel: “Habla, Señor, que tu siervo escucha”.
En segundo término, el evangelista Juan nos dice que esos dos discípulos (presumiblemente uno de ellos era el mismo Juan) encontraron a Jesús a eso de las cuatro de la tarde. No es un dato menor para él, por algo lo consigna. De alguna manera, todos nosotros tenemos un momento especial, decisivo, en el cual hemos sentido la llamada de Jesús. Y es bueno que lo recordemos o lo hagamos actual para caer en la cuenta en qué momento fuimos tocados por el Señor y así recrear y hacer de nuevo esta opción por Jesús. Ese momento quizás no fue uno solo o en una sola oportunidad, pero sin duda que si uno mira con detención su vida, encontrará situaciones y realidades que le marcaron profundamente su vida y esa fue precisamente la HORA DE DIOS para uno. Recordemos, pues, agradecidos esa hora en nuestra vida en que Dios se hizo parte de mí.
Andrés, cautivado y subyugado por Jesús, no calla el llamado y lo hace extensivo a su hermano Simón, “hemos encontrado al Mesías”, le dice. También nosotros no podemos callar lo que nos ha cautivado. ¿Por qué ocultar el llamado y no hacerlo extensivo a un amigo, a un colega, a un familiar o a un vecino?. Hagamos este camino, como Andrés, y busquemos a todos esos Simón que están esperando una palabra, un testimonio o una invitación para dejar lo que ha sido su vida y venirse con Jesús. También esa debe ser nuestra permanente actitud: Ser agentes multiplicadores de la causa del Señor. Invitemos, propongamos, abramos nuestras puertas, en suma, seamos misioneros y solidarios en hacer vivir a los demás, lo que nosotros hemos descubierto con el paso del tiempo.
Tres hechos para destacar. Primero, una persona se conoce más y mejor en la intimidad, cuando se logra tener una mayor profundidad con él o con ella superando lo meramente anecdótico y superficial. Y que traspasa las antipatías o simpatías que esa persona pueda generar en la otra. Del mismo modo, vamos a tener una consistencia mayor en la vivencia de nuestra fe y en el seguimiento de Jesús, en la medida que logremos “estar con El” y nos quedemos con El “el resto del día”, como lo consigna el evangelio de Juan. Quedarse el resto del día con El, supone tener la capacidad de ir desentrañando el corazón de su mensaje en la soledad del desierto, en la lucha diaria por ser coherente, en la alegría de la celebración habitual de la eucaristía, en fin, en aquello que signifique decir con Samuel: “Habla, Señor, que tu siervo escucha”.
En segundo término, el evangelista Juan nos dice que esos dos discípulos (presumiblemente uno de ellos era el mismo Juan) encontraron a Jesús a eso de las cuatro de la tarde. No es un dato menor para él, por algo lo consigna. De alguna manera, todos nosotros tenemos un momento especial, decisivo, en el cual hemos sentido la llamada de Jesús. Y es bueno que lo recordemos o lo hagamos actual para caer en la cuenta en qué momento fuimos tocados por el Señor y así recrear y hacer de nuevo esta opción por Jesús. Ese momento quizás no fue uno solo o en una sola oportunidad, pero sin duda que si uno mira con detención su vida, encontrará situaciones y realidades que le marcaron profundamente su vida y esa fue precisamente la HORA DE DIOS para uno. Recordemos, pues, agradecidos esa hora en nuestra vida en que Dios se hizo parte de mí.
Andrés, cautivado y subyugado por Jesús, no calla el llamado y lo hace extensivo a su hermano Simón, “hemos encontrado al Mesías”, le dice. También nosotros no podemos callar lo que nos ha cautivado. ¿Por qué ocultar el llamado y no hacerlo extensivo a un amigo, a un colega, a un familiar o a un vecino?. Hagamos este camino, como Andrés, y busquemos a todos esos Simón que están esperando una palabra, un testimonio o una invitación para dejar lo que ha sido su vida y venirse con Jesús. También esa debe ser nuestra permanente actitud: Ser agentes multiplicadores de la causa del Señor. Invitemos, propongamos, abramos nuestras puertas, en suma, seamos misioneros y solidarios en hacer vivir a los demás, lo que nosotros hemos descubierto con el paso del tiempo.
¡Ven y verás!, nos dice el Señor. Quedémonos con El el resto del día para desentrañar su Persona y su Mensaje. Sólo así, tendrá consistencia nuestra fe y el llamado a los demás.