El domingo recién pasado, hemos celebrado la fiesta de Jesucristo Rey del Universo y con ello hemos cerrado un nuevo ciclo litúrgico, iniciando el próximo domingo, con el primer domingo de adviento, un nuevo año litúrgico, un tiempo de cuatro semanas como preparación para celebrar el misterio de la Encarnación de Jesús en Navidad.
En el contexto de esta fiesta, nos podemos preguntar: ¿Y qué significa celebrar a Cristo Rey? ¿Nos dice algo hoy la palabra “rey”? ¿Con qué lo asimilamos este concepto? Cuándo hablamos de “Reino de Dios, ¿qué entendemos?
Me figuro que estos son conceptos equívocos para nuestra mentalidad moderna. O no nos dicen mucho, o pensamos en los reyes de este mundo y en sus reinados. Por eso es bueno que nos adentremos un momento en el sentido de esta fiesta ha objeto de comprender un poco mejor el mensaje que ella nos quiere dejar.
De partida, tenemos que decir que Jesús cuando irrumpió en esta historia, lo hizo de una manera tan original y novedosa que toda su predicación, gestos y actitudes, tenían como horizonte plantear la instauración del REINO DE DIOS. El tema de su predicación no fue ni él mismo ni la Iglesia, sino el anuncio de que con la llegada del Reino se haría realidad esa utopía humana de la liberación total de la realidad humana y cósmica. Se podría decir que “el Reino de Dios significa una revolución absoluta, global y estructural, del viejo orden, llevada a efecto única y exclusivamente por Dios” (Boff, Jesucristo el Liberador, p. 77).
Su predicación, sus gestos, sus milagros, sus actitudes, todo, tenía como horizonte de vida, anunciar un nuevo orden. Una nueva humanidad. Esta semilla él la sembró en el corazón de la humanidad, en el corazón de los hombres y mujeres que lo escuchaban y quiso hacerla patente en el mismo seno de la sociedad de su tiempo. Y como era una verdadera revolución, que ponía el orden establecido en cuestión, fue que comenzó a ser un personaje molesto del cual había que desprenderse a como diera lugar.
En este horizonte debemos comprender esta fiesta. El reina desde la cruz, el servicio y la consecuencia de vida. Este nuevo orden se inició con él y está ahora entre nosotros, lo que cabe a cada uno de sus discípulos es aceptarlo y dejar que siga germinando en cada corazón. El Reino no puede ser reducido a algún aspecto en particular, pues lo abarca todo: el mundo, el hombre y la sociedad; la realidad toda debe ser transformada por Dios.
Así, pues, decir que Cristo es Rey, supone decir, que él está en el centro mismo del corazón de cada hombre y mujer que lo sigue como a su Maestro. Asumir el Reino de Dios, pasión de vida de Jesús, es asumir que esta semilla ya está germinando en medio nuestro y que ahora nos cabe hacerla nuestra y dejar que ella de abundantes frutos en el mundo, en la sociedad, en cada ser humano.
Por eso, hoy con mayor razón, decimos: VENGA A NOSOTROS TU REINO.