miércoles, 18 de agosto de 2010

HURTADO, SOLIDARIO


"La justicia es una virtud fundamental, pero impopular.
Hay muchos que están dispuestos a hacer la caridad, pero no se
resignan a cumplir con la justicia.
La verdadera caridad termina donde comienza la justicia"


San Alberto Hurtado



El 18 de agosto de 1952, moría Alberto Hurtado con fama de santidad, después de haber sufrido un cáncer al páncrea por el cual partió de este mundo a la Casa del Padre.

Apóstol incansable de Jesucristo. Educador, predicador, creador del Hogar de Cristo, hombre de intensa vida de oración, director espiritual, confesor. Siempre al lado de los pobres y apostando por ellos y su dignidad de vida. Apreciado en su tiempo y vilipendiado fuertemente. Querido y rechazado. Admirado y cuestionado. Sin duda, un verdadero discípulo de Jesucristo que transitó por las calles de Santiago y que hizo presente el Evangelio del Señor a la Iglesia y la sociedad en los años que le tocó vivir su ministerio sacerdotal y su vida religiosa como jesuita.

Bajo su figura se ha denominado a agosto el MES DE LA SOLIDARIDAD y hoy 18 de agosto se celebra el DIA NACIONAL de la solidaridad para llamar la atención a toda la sociedad chilena sobre este particular valor que cada vez nos cuestiona, nos interpela y nos hace reflexionar de cómo hoy recreamos en nuestros ambientes esa parábola del buen samaritano que tan magistralmente nos contara Jesús en el evangelio de Lucas.

Parafraseando a Alberto Hurtado, nos podemos preguntar: ¿Es Chile un país solidario? ¿Es Chile un país suficientemente justo y equitativo? ¿Hay tareas pendientes entre nosotros para crear una sociedad que se construya a escala humana, con respeto por los derechos de los más débiles y marginados?

La última encuesta Casen nos ha dicho que la brecha entre ricos y pobres no sólo no ha disminuido, sino que ha aumentado en los últimos años en nuestro país. Nos ha señalado que en este minuto hay más cesantes (del orden de los 600 mil en total) en el país que no tienen acceso al trabajo.

Esos 33 mineros que yacen enterrados en el fondo de la mina “San José” (¡qué ironía el nombre!), dan cuenta del nivel de inseguridad en el cual laboran muchos chilenos y chilenas en el país con tal de ganarse el pan de cada día, importándoles poco los peligros reales o latentes que puedan sufrir.

Y así suma y sigue. Un día serán los temporeros, en otro momento pueden ser pescadores, o mineros o personal de la construcción.

¿Qué nos dice esos edificios nuevos que colapsaron en el último terremoto acaecido en nuestra patria, siendo que muchos otras construcciones si pudieron aguantar bien el inmenso movimiento telúrico de febrero pasado.

Los chilenos tenemos mala memoria y pronto se nos olvidan las tragedias como la de los 33 mineros de Copiapó.

Es de esperar que no se nos olvide comenzar a practicar la justicia entre nosotros y a vivir en clave solidaria la vida de cada día. A pesar que sea más fácil vivir la caridad, pongámonos a vivir la justicia como una demanda inequívoca del verdadero creyente en Jesús.
Como "Hurtado, solidario".

MAGNIFICAT








"El Señor hizo en mí maravillas"
Lc. 1,49


Cuando María visita a su prima Isabel, prorrumpe en un canto de alabanza y acción de gracias, más conocido como el Magníficat, en el cual reconoce toda la grandeza de Dios Salvador y da cuenta de las inmensas maravillas que El ha hecho en ella al ver su pequeñez y pleno abandono en la voluntad del Padre.

Al respecto, creo que sería bueno que cada uno de nosotros pudiera reconocer, delante de Dios y con humildad verdadera, todas las maravillas que continuamente Dios ha hecho con nosotros.

Desde que nos fuimos gestando en el vientre materno hasta nuestros días, podemos reconocer la “mano” poderosa y misericordiosa de un Dios que nos ha amado primero y gratuitamente y que nos ha dotado de muchos privilegios y dones que debemos ser capaces de descubrir.

Ha hecho maravillas a lo largo de nuestra vida “porque Santo es su Nombre”. Ha hecho maravillas porque nos desea ver como personas de bien que transitamos por este mundo proyectando el rostro de un Dios amable, acogedor y cercano.

Reconozcamos delante de Dios, todo lo bueno que ha salido de nosotros en nuestra vida y todo aquello que todavía puede salir de nuestra entrañas a favor de quienes viven a nuestro lado. No somos tan “poca cosa”, no estamos hechos para andar arrastrándonos en la tierra como gallinas que comen del trigo que le lanzan en sus gallineros. Estamos llamados a emprender el vuelo, a abrir nuestras alas, surcar los aires y alcanzar el horizonte para hacernos partícipes del mundo nuevo que anhelamos.

Maravillas que no son para envanecernos en una mal entendida superioridad moral, sino para alcanzar todas nuestras potencialidades, de las cuales nos ha dotado Dios y de las cuales también se verán favorecidos los hermanos con quienes compartimos la vida de cada día.

Que siga, pues, el Señor haciendo maravillas en nuestras vidas, como un día lo hizo plenamente en nuestra Madre María.