lunes, 26 de abril de 2010

LIDERAZGO PARA HOY






"Jesús dijo: Mis ovejas escuchan mi voz.

Yo las conozco y ellas me siguen"

Jn. 10, 27



Todos los grupos humanos necesitan de líderes. Sean éstos clubes deportivos, partidos políticos, agrupaciones culturales, los gobiernos, etc., necesitan tener personas que encabecen sus procesos, los encaucen y los lideren en sus proyectos. En este sentido, también la Iglesia, necesita de líderes que sean pastores al estilo de Jesús, el Buen Pastor.


Pero ocurre que hoy en día asistimos a una evidente falta de líderes en el mundo entero, que se ve reflejado en la ausencia de verdaderos líderes que lleven a nuestros pueblos a vivir procesos auténticos de liberación y dignidad humana. ¿Los motivos?, no sabría precisarlos, quizás la caída de las ideologías, utopías que se desvanecen, la mirada cortoplacista de nuestras generaciones, la mirada “materialista” de la vida exacerbada por el consumismo y el dinero, en fin, interpretaciones pueden haber varias para asumir esta afirmación en cuanto los líderes no son precisamente los que sobran en nuestro mundo.

En nuestra Iglesia también asistimos a un tiempo difícil en el liderazgo que ha de suscitarse en nuestras Comunidades y en la Iglesia en términos generales. No sobran los profetas y místicos. O los mártires y los testigos. Buscamos a nuevos testigos y pastores que, con el estilo de Jesús, Buen Pastor por antonomasia, vayan delante de sus ovejas y las conduzcan a la vida abundante.

Siguiendo a Jesús, Buen Pastor, el líder es una persona (ya sea en el matrimonio, en la escuela, en el gobierno, o en la Iglesia) que depone sus intereses personales en función de las “ovejas” a las cuales les corresponde liderar. El se juega su vida por ellas. Va delante de ellas mostrándoles el horizonte. Las protege y les ayuda a desencadenar procesos y busca su maduración y plena realización.

El líder no mira el hoy, sino el mañana de sus ovejas. Hace suyas sus demandas y sale a protegerlas de quien les quiere hacer daño. El líder, pastor de los suyos, lleva a las ovejas a poner su mirada en lo más grande, en lo más hermoso. Se hace compañero de ruta y está siempre al lado de los suyos.

El líder, en definitiva, gasta su vida en bien de los demás, porque en definitiva el bien de las ovejas es la felicidad de su vida.

miércoles, 7 de abril de 2010

¡RESUCITO, ALELUYA!



"Por qué buscan entre los muertos al que está vivo?
No está aquí, ha resucitado"


Lc. 24, 5-6


La muerte no es el final del camino. No lo fue para Jesús, no lo será para nosotros.

Aparentemente la muerte, había sido el final de una linda historia que se había tejido desde Galilea por Jesús de Nazaret. Ella, disgregó a los discípulos, todos dejaron Jerusalén y volvieron a Galilea con la esperanza derrumbada y con los sueños destruidos. Todo se había acabado. Había sido una linda historia, mas, ahora había que volver a comenzar de nuevo.

En esto estaban los discípulos, las mujeres y los que habían seguido a Jesús, cuando ante sus ojos se fue haciendo evidente otra realidad: CRISTO HABIA RESUCITADO. Se les apareció en innumerables oportunidades y ellos simplemente hicieron el ejercicio de todo creyente: VIERON Y CREYERON.

Esta experiencia de la resurrección de Jesús, que la Iglesia celebra cada día, cada domingo, y en este tiempo de manera más intensa, es de suyo la experiencia fundamental que sostiene la caminata diaria de nuestras comunidades y de cada cristiano.

Con la resurrección de Jesús, todas aquellas experiencias humanas que nos acompañan cada día, como por ejemplo, el dolor, la soledad, las lágrimas, el abandono, la pobreza y las injusticias, ceden su espacio (o deberían hacerlo), a esta nueva experiencia de la VIDA NUEVA que Cristo Resucitado ha incorporado como dato fundamental y definitivo de lo que es nuestra realidad humana.

La resurrección del Señor, nos permite ponernos de pie, salir del sepulcro de nuestras muertes cotidianas, para enarbolar, ahora con esperanza cierta, las banderas de una vida con sentido y proyectada a una realidad que no se puede quedar entrampada en las expresiones de muerte que se dan en nuestro camino cotidiano.

La resurrección del Señor cambió la vida de los apóstoles, de las mujeres y de quienes lo seguían, tanto en cuanto, ellos se dejaron encontrar por el RESUCITADO e hicieron esta experiencia personal de la resurrección. VIERON Y CREYERON y por eso nuevamente fueron capaces de rearmar la comunidad y adquirió sentido la forma nueva de vida que Jesús había predicado en su Evangelio.

Para este tiempo, a veces oscuro y complejo, que nos toca vivir, los cristianos debemos volver a Galilea para encontrarnos ahí con el RESUCITADO y comenzar un camino nuevo, en el cual su Espíritu recorra al ambiente de nuestras comunidades y cada una de nuestras vidas.

Así, la muerte no será el final del camino, sino el penúltimo eslabón en este camino hacia la vida resucitada y resucitadora en la persona del mismo RESUCITADO.