miércoles, 16 de septiembre de 2009

TODAS LAS CARTAS SOBRE LA MESA


“Y ustedes, ¿quién dicen que soy Yo?
Pedro respondió: ‘Tú eres el Mesías’

Mc. 8, 29-30



En época de encuestas, Jesús también hace la suya. Quiere saber qué piensa la gente de él y qué dicen los apóstoles de él mismo. O sea, qué concepción se ha ido formando la gente de él y qué identidad tienen los que conforman su círculo más estrecho, en este caso los mismos apóstoles, encabezados por Pedro.

La gente lo sitúa en la línea de los profetas. Algunos piensan que es Juan Bautista, otros que es Elías o uno de los profetas. Para los apóstoles él ES EL MESIAS. Hasta aquí todo bien. Cuando Jesús comienza a desentrañar su identidad y misión como Mesías, viene el escándalo y la crisis.

No es lo mismo conocer a alguien desde lo cognitivo, que conocerlo en su corazón y desde el corazón y plasmar en la vida su enseñanza. Una cosa es hablar de Jesús desde la intelectualidad de la fe, otra cosa muy distinta es aprehender con el corazón, el centro del Mensaje evangélico y hacer suyo el contenido de su enseñanza y comenzar a recorrer su camino.

Jesús juega con todas las cartas sobre la mesa, no se esconde ninguna. Y aquí nos dice que conocerlo a él de verdad, significa seguirlo desde la renuncia a sí mismo hasta cargar con la cruz y seguirlo. Se trata de perder la vida por el evangelio para ganarla de manera definitiva. O sea, la vida no en el interés personal, sino puesta en el bien común, especialmente en los desplazados de este mundo.

Quizás cada uno de nosotros, frente a la pregunta de ¿quién es Jesús para mí? muy suelto de cuerpo podrá decir, “él es TODO para mí”, “él es mi FUERZA y mi energía”, “él es la RAZON de mi vida”, y así, muchas respuestas en esta dirección, que hablan de una PERSONA que nos abarca completamente. Y está bien. Pero, con la misma honestidad, nos podemos preguntar: ¿Y sigo sus pasos?, ¿Es Jesús el PARADIGMA sobre el cual “leo” la realidad que me circunda?, ¿Es el evangelio algo consubstancial a mi forma de ser de tal manera que su lógica es la que intento vivir cada día?

Una cosa es teorizar sobre Jesús, otra muy distinta es asumir su proyecto de vida.

Pedro “sabía” de Jesús, mas todavía no internalizaba por completo el contenido de la misión de este Mesías, llamado Jesús. Debía colocarse todavía detrás de él para seguir siendo formado y así ir esclareciendo el proyecto del Reino que Jesús encarnaba y venía a predicar.

Tenía clara la ortodoxia de la fe, el recto saber. Mas su concreción en la vida todavía adolecía de lagunas. Algo parecido sucede en algunos cristianos y ciertas espiritualidades. Podemos saber de Cristo, pensar rectamente de él y su doctrina, mas no necesariamente haber cambiado el corazón y estar viviendo dicho mensaje en las circunstancias variadas de cada día. Porque saber de Cristo rectamente, es incorporarnos a la fila de los discípulos de Jesús para hacer de la vida una entrega constante hacia los demás, como lo hace el Mesías en su caminata liberadora hacia Jerusalén.

Ahí, crucificado y resucitado, nos enseñará cabalmente que significa ser Mesías. Y será el camino que cada cristiano deberá recorrer. En ese momento, la pregunta de Jesús será respondida NO desde la ortodoxia, sino desde la vida entregada.


martes, 8 de septiembre de 2009

EFFETA, ABRETE: EL ARTE DE ESCUCHAR


“Después, levantando los ojos al cielo, suspiró y le dijo:
Efatá, que significa Abrete. Y en seguida se abrieron sus oídos,
se le soltó la lengua y comenzó a hablar normalmente”

Mc. 7, 34


Le llevan a Jesús a un hombre sordo y tartamudo para que le imponga las manos y lo sane. Para ese tiempo, dicha enfermedad era considerada un castigo. Quien la sufre es visto como un pecador o es tal vez hijo de pecadores (cf. El ciego de nacimiento, Jn. 9). Jesús al abrir los oídos y soltar la lengua del hombre que le había sido presentado, le devuelve la salud y éste deja de ser un enfermo. Pero al mismo tiempo lo reintegra a la vida social y a sus derechos religiosos, deja de ser marginado. Este hombre aislado, solo e incomunicado de los demás, ahora se integra a la vida social y comunitaria con plenos derechos. Se le devuelve la capacidad de escuchar y de hacerse oír a través de su palabra.

En el colmo de la algarabía y la admiración, todos los que fueron testigos de este hecho, llegan a exclamar: TODO LO HA HECHO BIEN; hace oír a los sordos y hablar a los mudos.

Esta página del evangelio también hoy quiere encarnarse en nosotros y ha de hacerse vida en cada uno y en las mismas comunidades.

Necesitamos saber escuchar. Necesitamos que el Señor nos abra el oído para escuchar la multiplicidad de voces que nos envían mensajes de todo tipo y de los cuales no nos hacemos cargo porque a veces estamos incomunicados y aislados en nuestras propias consideraciones y realidades.

Aprendamos a conjugar el verbo ESCUCHAR.

Escuchemos la voz del Padre Dios y los susurros del Espíritu que nos hablan cada día, en cada momento, especialmente en la Palabra que debemos meditar y guardar en el corazón.

Escuchemos la voz de los pobres y marginados, que desde su condición social, cultural o de cualquier índole nos hablan de continuo para aprender a vivir en solidaridad la vida.

Y por qué no escuchar a quienes viven cada día en nuestra casa. Los cónyuges que se escuchen en sus alegrías y tristezas. Como los hijos y los padres han de instaurar una suerte de mesa común para escucharse desde sus propias amenazas y descubrimientos. Escucharnos unos con otros. ¡Qué bien nos haría!

Escucha, hermano, hermana, la voz de tu conciencia que te seduce y te interpela a asumir compromisos verdaderos y humanizadores para tu propia vida.

Escucha al “hermano cuerpo”, diría San Francisco, cuando te reclama más descanso, menos trabajo, más cuidados a tu organismo, más espacios gratuitos, más relajo en este mundo estresado, un tanto depresivo y trabajólico en el cual podemos estar inmersos.

Escucha a la “hermana creación” que en su magnificencia te habla del Creador y por el cual podemos dar gracias y bendecir cada día.

Destapa Señor nuestros oídos, mete tus dedos para que salgamos de nuestro pequeño mundo de aislamiento e incomunicación y podamos oír la voz que hoy también nos repite: EFFETA, ABRETE.