martes, 25 de agosto de 2009

RECUPERAR EL AMOR PRIMERO






“También ustedes quieren irse? Simón Pedro le respondió:
Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras
de Vida eterna”

Jn. 6, 67-68



Durante cinco domingos consecutivos hemos proclamado el evangelio de Juan en donde se nos habla del PAN DE VIDA. Comenzó el texto con la multiplicación de los panes y termina este capítulo de manera dramática. Si al inicio eran muchos los que oían y seguían a Jesús, al final serán pocos los que se quedarán con El, la mayoría dará un paso al costado y dejarán de seguir al Maestro. Su lenguaje era muy duro, sus enseñanzas muy exigentes, no podían seguirlo porque definitivamente no creían, no tenía fe. Es lo que se suele llamar como la crisis de Cafarnaúm en donde Jesús sintió en carne propia el fracaso de su apostolado y la soledad que le hería su corazón.

En este contexto, la pregunta a los Doce es sin duda una interpelación que Jesús les hace a la comunidad apostólica para que se definan en su seguimiento, hagan más consciente su opción por El y asuman los riesgos que supone seguirle por el camino del discipulado.

Pedro toma la palabra y le dice a Jesús, algo así como: ¿A dónde vamos a ir, si no es a Ti que eres el Maestro, que tiene palabras de Vida eterna y que nos ha dado Espíritu y Vida? ¿Quién más que Tú puede darle un sentido más pleno a nuestra vida? ¿En quién, si no es en Ti, vamos a encontrar el horizonte más hondo para construir una vida más potente y con raíces profundas? Pedro le quería decir a Jesús, ¿Para dónde vamos a ir si Tú eres la LUZ del mundo, el Camino verdadero que nos lleva a la Vida, el Principio y el Fin de todo?

También hoy nosotros somos interpelados y urgidos por Jesús a definirnos con respecto a su Persona y su Mensaje. De la respuesta que demos a la urgente pregunta de Jesús ¿también ustedes me dejarán? nacerá la consistencia de nuestra fe y del compromiso que podremos vivir cada día.

Hoy no son pocos los católicos que están desertando. Se están yendo. Van en busca de otros horizontes. Están confundidos. Están tocando otras puertas para vivir su fe religiosa. Se van. Dejan solo al Señor. Razones pueden haber muchas, desde la indiferencia religiosa o la relativización de las opciones creyentes, hasta las fragilidades que se hacen presentes en nuestra misma Comunidad y que llevan a desilusiones y abandonos.

¿Que nos queda pues? Me parece que volver a responder como Pedro y re-encantarnos con el proyecto de vida de Jesús. Hacernos cargo de nuestra opción creyente y hacerla vida cada día. Formarnos de continuo para que nuestras opciones respondan a la vivencia de una fe adulta y comprometida. Volver a asombrarnos por el encuentro con el Maestro. Recuperar el amor primero desgastado y volver a sentir en el corazón, junto con Pedro, esta pregunta ¿a dónde vamos a ir? A ninguna parte que no sea a tu encuentro Señor Jesús.

Conscientes que sólo Jesús nos puede dar palabras que son Espíritu y Vida. Entonces no dejemos solo a Jesús y no dejemos sola a nuestra Comunidad.

Aunque los demás lo abandonen y dejen de acompañarlo en el camino hacia Jerusalén.

viernes, 14 de agosto de 2009

SIGO A UN HOMBRE LLAMADO JESUS




"Mirando el pesebre me gustaría poder gritar:
“Miren, nosotros los cristianos seguimos a un hombre
que no tiene cuna de reyes, sino brazos de un carpintero”.
Sigo a un hombre que no es de mi raza, ni es de mi siglo siquiera.
Sigo a un tal Jesús de Nazaret que no ha escrito libros ni ha mandado ejércitos.
Todo lo que El ha dicho es mi palabra y mi alimento.
Todo lo que El ha hecho es lo que más quiero.
Y su camino es mi camino.
Y su Padre es mi Padre; y su causa es la mía.
Mi Madre, por él, se llama también María.
De El voy aprendiendo paso a paso la lección “Mansedumbre”, la tarea “Libertad”. Su ejemplo es la “Justicia” transida de humildad.

Sigo a un hombre que me cogió por el centro de la vida, por mi profunda interior raíz, por lo mejor de mí mismo.
Sigo a un hombre que me quiere libre, sin cadenas.
Sigo a un hombre que, siendo mi Señor, es mi mejor amigo.
A El le reconozco por el calor de la verdad, por su pecho herido, entregado, abierto, que me hace vivir hermano de todos.
Sigo a un hombre por este pequeño sendero estrecho y frágil.
Sus huellas son tan únicas que caben los pasos de los grandes santos y los pies de un niño.
Si ustedes han escuchado su voz o su murmullo; su canto, su dura y suave verdad …


Si ustedes han divisado su gesto o han percibido su estilo de hacer grandes cosas al tamaño de los pequeños …
Si ustedes han pedido perdón y han recibido a torrentes la paz de un abrazo invisible …
Si ustedes han sentido un cierto perfume sobrio de esperanza, y han gustado un pan con sabor a trabajo y a cansancio de pobres …
Si ustedes lo han divisado en la larga fila de los que lloran …
Si lo han encontrado entre los perseguidos, los postergados, los desaparecidos, los exiliados, los marginados …
Si ustedes han tocado unas manos heridas, traspasadas de clavos, pero llenas de la fuerza del Espíritu …
Déjenme que les diga: ese es Jesús, el Maestro, que nos llama.

Y ahora, a ponerlo todo arriesgadamente patas arriba …
lo grande a servir a lo pequeño …
el rico hecho pobre para vestir al desnudo …
el pan, para compartirlo …
y dejar de ser cada cual instalado en lo que era …
para ser cada cual mucho mejor que lo que era …
y mi barco y el tuyo, quilla al cielo, mástil al agua …
y el mundo transformado en casa para todos …

Y hermanos tú y yo y ustedes todos".


Esteban Gumucio, ss.cc


A este Jesús te invito a seguir, escuchando ahora su llamado. Seguro que te irá bien. Te lo doy firmado.

martes, 4 de agosto de 2009

PAN PARA TODOS: EL PAN DE JESUS



"Señor, danos siempre de ese pan"

Jn. 6, 34



Comieron muchos, hasta quedar plenamente satisfechos y quedó todavía mucho más para los que aparecerían después en el camino de la vida buscando verdadero alimento.

Es el pan que no se acaba y que alcanza para todos. Es Jesús el PAN DE VIDA.

Danos, Señor, ese pan que sacia para siempre y que deja plenamente satisfecho.

El pan de la libertad y la fraternidad.

El pan del amor fraterno y de la solidaridad.

El pan de la fiesta y la gratuidad.

El pan del perdón y del diálogo.

El pan de la misericordia y la acogida.

Sí, Señor, de ese pan necesito y creo suponer que también necesita mi pueblo y la sociedad toda.

El pan de la verdad y la tolerancia.

El pan de la justicia y el derecho.

El pan de la diversidad y del respeto.

Sí, Señor, ese PAN único bajado del cielo que satisface por siempre el corazón.

¡Necesitamos verdadero pan, Señor!

¿Quién nos lo podrá dar en abundancia?

Levanta tus ojos, Señor, y míranos en nuestras búsquedas y en nuestras inquietudes.

Nos falta pan. Pan verdadero.

Nos han dado otros panes que no sacian el hambre. Son una mera ilusión. Quitan el hambre por un momento, pero al final seguimos y sigo desfalleciendo.

Es un pan que aparentemente nos puede nutrir, pero que en definitiva nos debilita y tarde o temprano nos hace desfallecer. Ese pan no quiero para mí ni tampoco lo quiero para los demás.

Tu pan, Señor, multiplícalo por doquier. De los mismos panes que tenemos y que tú multiplicarás en abundancia.

Pan para todos. Pan para mí. Como aquella multitud que comió hasta saciarse.

De ese PAN queremos comer Señor para siempre. Amén.